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Triste y confundida serían las palabras perfectas para describirla en este momento.
Sus padres habían decidido poner fin a los diez años de matrimonio juntos. Le habían explicado a su pequeña hija que la razón de esto se debía a que ya no sentían lo mismo y llevaban tiempo pensándolo, la única razón por la que duraron todo este tiempo fue por ella.
La niña no entendía mucho debido a su edad, pero eso no quito que estuviese triste por estar más lejos de su papá.
Ahora mismo se encontraba sentada junto a su mamá y el señor que conducía el coche amarillo, su mamá dijo que se llamaba taxi.
Su mamá estaba dormida en sus muslos, al parecer estaba muy cansada después del viaje en avión, se le veían las ojeras a pesar de que iba maquillada y su pelo que antes se encontraba muy bien peinado estaba ligeramente despeinado.
Acarició la mejilla de su madre con suavidad mientras la miraba con cariño y contemplaba la belleza(según ella) de su madre.
¡Ninguna de las princesas Disney que tanto le gustaban se comparaban a la hermosura de su mamá!. Ella era muy buena, esperaba ser igual a ella cuando fuese mayor.
Apartó un momento su mirada de su mamá para ver a su osito de peluche junto a ella estando un poco aplastado por la cercanía.
Era rosado, uno de sus colores favoritos y tenía unas cuantas manchas debido a que una vez se le cayó su jugo de frambuesa en su osito.
Se lo regalo su papá cuando tenía tres años, o eso le dijeron ya que no recuerda mucho. Era el único recuerdo que tenía de él, lo consideraba su más grande tesoro.
Su papá la nombró Roseline, era demasiado largo así que siempre la llama Rosie.
Amaba mucho a sus padres como cualquier niña de su edad.
Esperaba llegar rápidamente a su nuevo hogar.
Podría jugar con Rosiey ver su programa favorito, Tom and Jerry.
Beso a su mamá y a Rosie y finalmente se dispuso a dormir.
❝Espero poder hacer nuevos amigos❞
Y finalmente cerró sus ojos.
《•••》
—Mi amor, despierta —escuchó la suave voz de su madre.
Gruño un poco y se movió a encontrar comodidad cosa que fallo. Malhumorada abrió sus ojos revelando dos grandes orbes marrones llenos de molestia.
—Ya llegamos a nuestra nueva casa, levántate. —ordenó con dulzura la mujer.
—Ya voy mamá.
Cogió su peluche rosado y salió del taxi, las maletas estaban junto a su madre. La mencionada se encontraba pagándole al señor que conducía el taxi.
—Vamos Tanya —le cogió de la mano después de despedirse del conductor.
Se dio la vuelta para ver al coche amarillo irse cada vez más lejos.
—¡Adiós señor taxi! —se despidió con un grito mientras lo despedía con su mano libre.
Sin más empezó a caminar cogida de la mano de su madre a unos cuantos metros de su nueva casa.
Estaba súper nerviosa.
Ahora comenzaba una nueva vida en Estados Unidos.
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