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Miraba por todas partes mientras me hablaban por el earpiece explicándome a que mesa debería dirigirme, rápidamente visualicé al sospechoso el cual llevaba un traje negro de la marca Gucci que estaba valorado en cinco mil dólares, me dolió lo caro que eran esas dos prendas de tela y aún que agradecía a mis lentillas por darme tanta información de todo aquel que respiraba a mi entorno pensé que no era necesario que me restregase que vestían ropa que valía más que mi vida, aún que no me sorprendía sabiendo en donde estaba metida.

Me acerqué a aquella mesa preparada para fingir que era una más de ellos, tal como llegué me senté al lado derecho del objetivo.

- ¿Sé unirá señorita? - Me preguntó el croupier que estaba repartiendo las cartas de blackjack .

- Si no es molestia. - Tan rápido como acabé la frase hallé las cartas delante mío.

- Apuesten - a partir de eso todos los de la mesa apostaron entre veinticinco mil a treinta mil dólares.

- Apuesto cincuenta mil dólares - dijo el sospechoso mirándome fijamente.

- Veinte mil dólares - dije manteniéndole la mirada.

El juego comenzó, había mucha tensión en aquella mesa y entre aquellas personas, se estaban jugando una gran cantidad de dinero, aunque el de mi lado estaba bastante tranquilo teniendo en cuenta de que había apostado más de lo que cobraba yo en tres meses. Finalmente ganó él y todos se retiraron cabreados.

- ¿Se quedará para volver a perder?

- ¿Teme a que esta vez gane yo? - le miré desafiante.

Sonrió ladinamente mientras me penetraba con sus ojos grises como la niebla y seguidamente dijo:

- Apuesto cien mil dólares

- Apuesto treinta mil dólares - Eso era todo lo que me quedaba, no podía apostar más y el desespero empezó a adueñarse de mi.

- ¿Solo eso? - preguntó con tono de burla notando como estaba.

- No puedo ofrecer más.

- Sí.

- ¿Qué?

- Sí que puedes ofrecer más.

- No puedo.

Se acercó a mi oreja y me susurro

- Ofréceme tu cuerpo por esta noche - Mentiría si dijera que no se me había quedado la piel de gallina, su voz era ronca y él era apuesto, mis hormonas comenzaron a alborotar se de manera leve.

- De acuerdo. - Intenté sonar seria.

Otra partida comenzó entre él y yo (y el croupier obviamente) no sentía tensión de su parte, sentía confianza en sí mismo y eso no es que me gustase.

Sabía que estaba apostando mi cuerpo contra el mejor de la sala, sabía que era virgen, sabía que me tenía que meter en mi papel al 100%, sabía que me estaban protegiendo pero también sabía que el era el rey de la mafia italiana, que tenia bajo su poder a la mafia española, a la francesa, a la británica, a la japonesa, a la argentina y a la colombiana y eso, me guste o no, me aterraba.

- Digan sus números - dijo el croupier finalizando con todo pensamiento que se me pasara por la cabeza.


Noche de TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora