El peso de la memoria / (Rencor)

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La matriarca Ar'risa se deslizó silenciosamente sobre el suelo de la cubierta de la nave nodriza desde la que comandaba toda la flota. Sus movimientos eran todo un alarde de elegancia y de etiqueta, ya que, debido a las ventosas de sus tentáculos, el desplazamiento de los octones tendía a ser naturalmente aparatoso al moverse sobre superficies sólidas.

Bajo la túnica que cubría su octópoda figura, la matriarca se estremeció. A su especie le resultaba gratas las bajas temperaturas, propias del vacío del espacio. Sin embargo, también eran sensibles a las más pequeñas variaciones térmicas, que, grado arriba grado abajo, no se les pasaban por alto. Como tampoco el nivel la presión atmosférica. El ligero tirón que sintió recorriéndola de punta a punta le dijo que los sistemas de soporte vital de su acorazado se acababan de adecuar a la llegada de su visitante, la cual acababa de descender de su lanzadera, junto a su séquito.

"Y de esta forma, se rubrica el fin de una era", pensó, afectada.

Con sus acuosos ojos del color del ámbar, Ar'risa contempló el escenario que se extendía frente a ellos. Las naves capitales se habían ubicado detrás de un pequeño campo de asteroides situados en el límite del sistema, no muy lejos de dos planetas gemelos helados que giraban entre sí, a fin de evitar ser detectados por los sistemas de vigilancia de sus enemigos.

Ar'risa no pudo evitar sentir una punzada de malestar en sus tres corazones al pensar en lo que entrañaba aquel concepto de "sus enemigos". Hasta no hacía mucho, cuando ella era apenas era una paralarva, los sílices y su pueblo, habían sido buenos amigos y aliados. Su excelente relación les había permitido alcanzar los límites del universo conocido, mapear cientos de galaxias y ascender a innumerables especies para conseguir que fueran las mejores versiones de sí mismas. Y todo ello, a pesar de provenir de orígenes evolutivos tan distintos y dispares.

Sin embargo, aquella idílica alianza se había torcido no hacía mucho, cuando el espíritu especista de los sílices creció, junto a su nada mermadas fronteras y sus líderes declararon paulatinamente la guerra a toda forma de vida no basada en el silicio. La devastación de dos sistemas solares enteros y de sus habitantes, todos ellos aún en un estadio casi salvaje, cambió todo y los condujo a aquel conflicto armado. O, mejor dicho, a aquel genocidio relámpago que se disponía a cometer.

Aquella abominación, lo mirara como lo mirara, iba en contra de todo lo que su gente defendía. En el pasado, los octones habían sido un pueblo conquistador, que había arrasado mundos enteros a su paso, devorando cientos de especies o incorporándolas a su colección de planetas sometidos. Pero dichas costumbres bárbaras, alimentadas por instintos atávicos, eran cosa del pasado. El octón medio actual era el resultado de un largo proceso de maduración como sociedad y especie. Dedicados a la paz y a la Alta Diplomacia entre especies, los octones se debían a asuntos más elevados que a la guerra y el sometimiento del prójimo. La aniquilación de sus adversarios se rebajaba a un abrupto paso atrás, que estaba llamado a cuestionar los cimientos de su identidad racial.

Tan solo la historia y las generaciones venideras les darían la razón. Dirían que fue un movimiento calculado y quirúrgico, necesario para evitar una conflagración mayor que hiciera arder miles y miles de mundos. Era un flaco consuelo, sabiendo que, si fracasaban, les darían a los sílices una justificación moral para contraatacar con toda la violencia de la que eran capaces, llevando a cabo sus planes de purificación de las especies y barriendo así cualquier forma de vida basada en el carbono de la faz del universo. Incluso las voces disidentes dentro de sus planetas apoyarían unilateralmente la venganza demandada por sus más beligerantes líderes. Y entonces... entonces sí que habría un conflicto armado de verdad y las muertes serían mucho mayores que las que su ataque preventivo estaba a punto de ocasionar.

Lo Peor de la Especie HumanaWhere stories live. Discover now