The Legend of Zelda: Breath of the Wild

El despertar.

"Los milagros eran solo segundas oportunidades si realmente lo pensabas, segundas oportunidades cuando toda esperanza estaba perdida."
- Kaya McLaren.

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CAPITULO UNO: EL DESPERTAR.

Es una sensación bastante extraña. Podría describirse como "dormir sin soñar", pero el coma es mucho más que eso. El estado vegetal es una feroz batalla contra la muerte, en la que te juegas la vida en un proceso del cual ni siquiera eres consciente. Mientras el organismo lucha por sobrevivir, el cerebro pierde la capacidad de reproducir imágenes, lo que nosotros llamamos "pensamientos". Hay pacientes que pueden caer en coma durante días, meses, incluso años; pero nunca se ha sabido de alguien que haya estado 100 años peleando por su vida.

Postrado en una cámara de regeneración, sumergido en un bioluminiscente líquido azul, se encontraba aquel al que muchos llamaban "el héroe caído". La cápsula regenerativa del Santuario de la Vida se convirtió en el hogar del cuerpo inmóvil del joven al que señalaron como el culpable de la más grande tragedia de todos los tiempos, aquel día en el que Hyrule perdió la batalla contra el mismísimo diablo.

El chico llevaba un siglo dentro de esa cueva. Su cuerpo se había vuelto delgado y fino, como el hilo del cual su vida lleva pendiendo desde hace una eternidad, desnudo e inerte. No había más que la profunda lobreguez, ni siquiera podía sentir el líquido en el que yacía sumergido; quizás "el más allá" que proponía Hylia no era más que una vil mentira, una fantasía que pasaba de generación en generación en forma de un mito.

Todo era oscuridad, hasta que alguien llamó a las puertas del limbo.

"Link..."

Repitió una y otra vez una voz femenina. Cada réplica era más clara que la anterior, los balbuceos se convirtieron en súplicas; parecía que la guerra estaba a punto de llegar a su fin. Sin embargo, la mujer cambió las tornas de un segundo a otro.

"Abre los ojos..."

La cápsula se abrió, la solución acuosa desaparecía como si fuese un fregadero, y los sentidos de un héroe comenzaban a regresar. Lo primero que alcanzó a distinguir fue el insoportable olor de la humedad que acumuló el lugar que fungió como su tumba en el último siglo, lo que lo llevó a, poco a poco, intentar abrir sus ojos. Era un lugar sombrío y lóbrego, la vista le dolía un poco, aunque el dolor no se comparaba a lo enorme que fue la inquietud que llegó a su mente como un relámpago:

¿Dónde estoy?

El pecho comenzó a presionarlo, intentó salir de la cámara regenerativa con movimientos bruscos, gran error. Al primer desplazamiento, cayó y se estrelló contra el piso en un golpe bastante aparatoso; intentó levantarse, más se percató de lo que para muchos sería lógico, pero para él, que sus extremidades no respondieran fue el más grande terror.

Su cuerpo estuvo 100 años sin moverse. Es normal sentir agarrotamiento después de 7 u 8 horas de sueño, quizás 12, si exageramos; pero pasar un siglo en la misma posición es como si tus articulaciones también estuviesen en coma. El dolor era tan grande que sólo podía arrastrarse por el suelo, gruñendo y gritando del martirio que era no poder controlar tu propio cuerpo, parecía un pobre gusano que usa todas sus fuerzas en recorrer un mísero metro.

Usando todo su esfuerzo, alzó su brazo para apoyarse en el borde de lo que parecía ser un pedestal para así poder ponerse de pie. El tren superior comenzaba a responder de a poco, no obstante, el inferior simplemente no quería cooperar; sus piernas eran frágiles como el cristal, con rodillas que no podían ni con el peso de una pluma, mas no iba a volver a caer. Estuvo muerto por décadas, volver a rozar el purgatorio no era una opción. Con ayuda de sus dos brazos, pudo cargar el peso de su cuerpo para por fin ponerse de pie. Se dejó caer contra el pequeño pilar, le temblaban las piernas como si el viento estuviese a punto de llevárselas, pero ya había logrado lo que hace unos minutos era inverosímil.