ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 4 ; Asco

138 17 32
                                    

Kakyoin abrió los ojos una vez más, provocado por el olor apetitoso de un cuenco de arroz y una taza de té. Era la comida que le solían preparar en Japón. Por un momento olvidó que tan lejos estaba de casa.

Al lado de su enorme cama había una bandeja con la cena. La había preparado uno de los sirvientes de Dio para él.

Se sentó al borde de la cama y sin dudar probó el primer bocado con sus palillos. Estaba muy rico.

Antes de beberse el té, comprobó que no tuviera ningún tipo de resto químico en el poso, ya que no quería volver a acabar en una situación así. La bebida seguía caliente y también estaba deliciosa.

De todas formas, el chico no tomó mucho de su tiempo en saborearlo. Solo quería recuperar la energía justa para levantarse y explorar los alrededores.

Se levantó y se fijó en un viejo reloj de madera colgado en la pared, marcaba las diez de la noche, y el atardecer en la ventana lo confirmaba.

Colores anaranjados y nubes alargadas se mezclaban en el cielo de Egipto. Le pareció hermoso.

Después de comprobar todos los lujos de la habitación barroca quiso salir para explorar, pero tenía miedo. Al fin y al cabo, estaba secuestrado, a pesar de que sus acciones permanecieran bajo el control mental de Dio.

Para su sorpresa, la enorme puerta de madera que le impedía huir estaba abierta, y la tenue luz de las velas que iluminaba el pasillo le guió hacia los adentros de la mansión.

Se escuchaban risas de mujeres en ciertos rincones, acompañados de casuales suspiros, e incluso gemidos. Supuso que los estaba provocando su amo, por lo que decidió mantenerse alejado de ahí.

Siguió caminando por los interminables pasillos de estilo africano, hasta que se topó con una pequeña habitación iluminada, de la que provenía un ruido metálico acompañado de ciertos murmullos.

-Aie! c'est embêtant...

Parecía alguien quejándose en un idioma extranjero. Kakyoin sintió curiosidad y miró por el agujero de la cerradura, a través de la cual vio a un hombre alto de peinado llamativo, color muy blanco. Vestía de forma peculiar, y no tenía cejas, pero al japonés le gustaron sus pendientes.
Estaba sentado en la cama rascándose su considerablemente grande frente. Tenía implantado el mismo parásito y parecía albino.
Kakyoin se preguntó si era uno más de los siervos de Dio, como el sacerdote. El hombre hablaba solo.

-C'est quoi ce Dio-sama mis sur mon front?! Aghh...

-¿Hola...?

Al escuchar una voz ajena, el francés se levantó inmediatamente, agitado, y en posición de guardia, buscando por todas partes cualquier movimiento.

-Qu'est ce que c'est?!

El chico abrió la puerta despacio, sin entender ninguna de las palabras redundantes y agitadas. Ambos se miraron fijamente. Primero a los ojos y luego a la frente. El francés sacudió la cabeza.

-Um... No se si me entiendes pero, me llamo Noriaki Kakyoin. Dio-sama me ha traído aquí.

-¿Ahhh? ¿...Entonces, eres igual que yo?

El mayor se esforzó por hablar su idioma lo más fluidamente posible, a pesar de aquel fuerte acento francés.

-Creo que si. No se que hago aquí, pero, tenemos lo mismo en la frente.

Señaló con el dedo el sitio en concreto, dejando claro que solo quería hablar. Y luego giró la cabeza demandando una presentación.

-Ah, um... Mi nombre es Jean Pierre Polnareff. Llevo dos noches aquí, Dio-sama me prometió que traería de vuelta a mi hermana fallecida a cambio de un favor. Le seguí y ahora no puedo huir. Fui estúpido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 15, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Presa Fácil ; Kakyoin y DIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora