ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 1 ; Frío

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Miedo. Terror paralizante e incluso la sensación de un frío horriblemente doloroso en el pecho. Era lo único que podía procesar en ese momento.
Lo poco que podía ver estaba cubierto de una bruma negra que me dificultaba respirar.
Sus manos se sentían totalmente inertes y amenazadoras recorriendo mi cuello, antes de que un dolor agudo y repentino en la cabeza me arrebatara lo poco que me quedaba de consciencia. Lo último que logré escuchar  mientras todo mi alrededor se volvía borroso fue "Seamos amigos, Kakyoin-kun."

Abrió los ojos despacio, parpadeando un par de veces antes de asegurarse de que no seguía soñando. Esa pesadilla, otra vez. La amargura recorrió su cuerpo en forma de escalofrío al recordar esa sensación de asco que sentía la mayoría de las noches. No dejaba de soñar con un hombre sin rostro al que asociaba con todo lo malo, pero nunca le llegó a contar a nadie sobre eso. Al fin y al cabo, era solo eso, nada más que una pesadilla recurrente mas molesta y realista de lo normal.

Se levantó con el deseo de meterse en la bañera y despejarse de aquellos pensamientos desagradables con ayuda del agua caliente. Sus pupilas se enfocaron en la maleta de color verde que tenía al lado de la cama, decorada con un pequeño llavero en forma de cereza que conservaba desde la infancia. Hace poco había cumplido 17 años y como regalo de sus padres tenía planeado un viaje a Egipto, que realmente no quería hacer, pero tuvo que aceptar por compromiso.

Sus padres no solían estar en casa por cuestiones laborales así que desde pequeño, Kakyoin aprendió a disfrutar a su manera de la soledad y valerse por si mismo. Ir de viaje era una oportunidad para pasar algo de rato con ellos y aprender sobre otras culturas. El alborotado trabajo de sus padres también le obligaba a mudarse cada poco de ciudad, y a causa de ello nunca le interesó hacer amigos, ya que sabía que los perdería tarde o temprano. Aunque esa no era la única razón por la que prefería estar solo. Era un chico que guardaba muchos secretos, y la verdad es que según él, poseía algo que nadie de su entorno podría comprender nunca. Su único amigo, Hierophant Green.

Aquellos tentáculos de color verde brillante le acompañaron hasta el baño, donde con su ayuda abrieron el grifo y sacaron las toallas del cajón. Kakyoin se quitó el pijama delicadamente y lo dobló para colocarlo donde siempre. Se metió en la bañera sin dudar, a pesar del agua prácticamente hirviendo que contenía. Cerró los ojos para echar la cabeza hacia atrás y mojarse el pelo, sumergiéndose así también en sus pensamientos, de nuevo. La sensación de frío interno de aquella noche seguía persiguiéndolo a pesar de que su piel ya se estaba tornando rojiza por el agua ardiente. Frunció el ceño.

Por un momento pensó en masturbarse para ponerse de buen humor y liberar el estrés, pero hace tiempo que su apetito sexual había desaparecido. Se sentía solo, nunca había tenido novia ni amigos en el instituto pero tampoco se molestaba en buscar el amor, y aún así, aquella oscura soledad era demasiado hasta para él. Aguantó la respiración unos segundos bajo el agua antes de agarrar su champú preferido "para cabello ondulado, con extracto de cereza", y acabar de bañarse.

Una vez seco, peinado, vestido y arreglado se puso sus pendientes y salió a desayunar, ya eran casi las diez. El silencio de la mañana se rompió por primera vez con el sonido cerámico de los platos que su madre dejó en la mesa.

—Buenos días Nori.

—Hola mamá.

—¿Dormiste bien? Te hice tostadas.

—Si, si. Estuve duchándome hasta ahora, gracias por el desayuno.

—Con razón olías a champú. Has crecido bastante estos meses, desde la última vez que estuve en casa.

Presa Fácil ; Kakyoin y DIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora