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Calles solitarias, lluvia fina y la oscura ciudad de Londres de madrugada me arropaba mientras la música que sale de mis auriculares hace son de guiarme allá donde paso, la variedad de esta y sus ritmos hacen que tenga una caminata algo extraña.

Se preguntarán que hago a estas horas mientras llueve por la calle, pues bien, voy a la Real Academia de la Música de Londres, uno de los conservatorios más importantes del mundo. Conseguí una beca para estudiar allí hace un par de años gracias a mi esfuerzo y trabajo de toda una vida.

Toco el piano desde que tengo uso de razón. Mis padres tenían uno antiguo que les dio mi tatarabuela en herencia, iba a estar como una simple decoración en nuestra pequeña casa de Brighton pero a los dos años empecé a tocarlo -lo hacía de pena, no nos engañemos- y desde ahí empezó a ser mi mayor pasión.

Y después de años tocando y convertirme en toda una genio musical, conseguí mi reconocimiento cuando gané la beca para estudiar en este maravilloso lugar.

A las cuatro y media de la madrugada llego al conservatorio, allí me esperaba Peter, el guardia de seguridad, para abrirme ya que normalmente nadie viene a esta hora por que hasta las ocho no empiezan las clases pero yo necesito practicar.

El sábado voy a hacer la que probablemente es la actuación más importante de mi carrera, voy a tocar en el cumpleaños de la reina delante de las más importantes casas reales y familias poderosas del mundo. Quien diría que a los diecinueve años estaría tocando en un evento así.

Y por eso llevo viniendo todo el mes a las cuatro de la mañana hasta las diez de la noche a ensayar, puede que sea exagerado pero mi autoexigencia y baja autoestima me obligan a hacerlo prácticamente.

Me paso todo el día ensayando, pero de vez en cuando salgo, algo obligada por mi mejor amiga, Camila. Ella me está ayudando con mi atuendo, me ha hecho un vestido precioso junto a todos sus complementos. Camila estudia diseño en París pero ahora está de vacaciones aquí por lo que en su tiempo libre aparte de ayudarme me hace un poco de manager, normalmente me ocupo yo de eso pero con los ensayos no doy a basto.

El viernes Camila decidió que sería buena idea sacarme tres horas antes del conservatorio para que fuéramos al muelle como cuando éramos más jóvenes. Vinimos juntas a Londres con dieciséis años, cada una a cumplir sus sueños. Empezamos en pequeñas academias, viviendo en un piso enano con los ahorros de muchos años, madurando y aprendiendo de experiencias hasta que un día a mí me aceptaron en la Real Academia de la Música y a ella le dieron una plaza para aprender en el taller de Chanel en París. Nuestros caminos se separaron pero nunca nos olvidamos de nuestra amistad. Celebramos los logros de cada una a pesar de la distancia que nos separa y de todo lo que conlleva vernos solo un par de semanas al año.

Antes de seguir, les confesaré que os he mentido. No vivíamos de nuestros ahorros, al principio sí pero estos se acabaron. Con los estudios no podíamos trabajar además de que éramos menores. Así que empezamos a robar, nos colamos en fiestas de la alta sociedad londinense y con un poquito de manipulación y distracción les arrebatamos las más bonitas joyas. Con las mujeres era mucho más difícil ya que siempre llevaban las joyas a plena vista pero con los hombres...pan comido. He ganado miles de libras solo con los carísimos relojes que los señores escondían bajo su manga, o con las joyas de sus mujeres cuando me llevaban a la habitación y el somnífero que colocaba en su copa hacia efecto.

Actualmente, ya no necesito hacer eso porque gracias a los espectáculos consigo mantener mi estilo de vida pero a veces lo echo de menos.

Me sentía enormemente poderosa, tenía la gloria en mis manos solo por saber expresarme, solo por saber transmitir y engañar. Cuando conoces tú valor y lo expresas, tu presencia vista por los demás cambia completamente y tú no vuelves a ser la misma, sino mejor.

Supuestas Promesas (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora