Miguel aún recordaba ese día, incluso habiendo pasado más de dos meses desde entonces. Fue poco después de haber sido ascendido a sargento, cuando aún mantenía su mano derecha. Él y su pelotón habían sido una de las muchas unidades enviadas a defender la frontera cuando la guerra estalló. Fue ahí donde lo conoció por primera vez.
—¿Qué está pasando, muchacho? —preguntó Miguel al ver el gran número de soldados arrinconados en un carril del campo de tiro.
—Hubo un conflicto entre la unidad de infantería número diecisiete, al parecer lo van a resolver con un duelo de tiro.
Miguel, intrigado, se escabulló entre el montón de soldados y, en medio de todo, pudo notar a tres hombres: dos soldados y un sargento. Gracias a su altura, tenía un buen ángulo para ver lo que se pensaba hacer.
—¿Es esto realmente necesario? —preguntó el más joven.
El sargento carcajeó y se acercó a Paco.
—¿Qué pasó ahora, hombrecito? En el cuartel parecías más valiente —respondió el sargento.
—Camarada sargento —interrumpió Miguel, algo molesto—, ¿puedo saber qué está ocurriendo aquí?
El sargento lo volteó a ver con el ceño fruncido.
—Verá, camarada —apuntó con un dedo al soldado detrás de él—, este pequeño cretino estuvo molestando a otro recluta.
—Sargento, él empezó el conflicto —replicó Paco.
Entre la multitud, un hombre alto y joven se abrió paso para encararlo. Miguel no tuvo que ver demasiado para saber que aquel chico era hijo del sargento.
—Richard, por favor, deja al pobre niño en paz. Tu sargento se encargará de ponerlo en su lugar.
Richard asintió y se reservó un buen lugar entre la multitud para ver el desenlace.
—Ahora, volviendo contigo, enano...
A Miguel le pareció extraño el apodo. De hecho, aquel chico era incluso más alto que muchos otros de su unidad, solo siendo superado por el sargento y su hijo.
—El reto será de tiro, tu especialidad —Paco arqueó una ceja, no se necesitaba mucha inspección para saber cuál era la intención de su sargento.
Miguel vio cómo a su alrededor muchos hombres empezaban a apostar lo que tuvieran a la mano: cigarrillos, pipas, incluso almuerzos enteros.
—Camarada, no creo que esta sea una buena idea —intervino Miguel.
—Usted quédese fuera de esto, sargento —habló cortante el sargento y alzó la voz—. ¡Que esta sea una lección para los bebés que creen que pueden hacerse los chulos frente a mí!
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Los últimos cuatro cartuchos
ActionDespués de que un espía aliado haya desaparecido, un grupo de soldados tendrán el deber de rescatarlos. El vigésimo cuarto pelotón se preparó para una sola misión: rescatar a Koski.