Libros para Draco

Capítulo 3: Para Draco

Cuando Draco entró en la mansión con la vigente idea de subir por las escaleras hacia su habitación, fue topado inmediatamente por Emilia, quién trabajaba para la familia Malfoy como ayudante en la elaboración dentro de la cocina. Sus platillos eran exquisitos, y llevaba empleando allí varios años, desde que él era un pequeño niño sin problemas tan grandes y pesados sobre sus hombros.

—Joven Malfoy, lamento molestarlo, pero su madre me pidió que le informara que le gustaría hablar con usted a solas. —Señaló las puertas de salida hacia el jardín, justo detrás de ella. —Se encuentra esperándolo en el invernadero.

Draco asintió con la cabeza hacia ella, dándole las gracias al momento en el que pasaba a su lado para cruzar las puertas hacia el exterior.

El invernadero estaba ubicado al fondo del jardín entre dos grandes árboles, decorados con pequeñas flores blancas en la copa, que habían sido plantados en honor a su nacimiento. Sus paredes, puertas y techo eran completamente cristalinas, enseñando su interior a lo lejos. A esa hora de la tarde el sol alumbraba plenamente el jardín, dejando que los rayos golpearan el vidrio y crearan pequeños destellos dorados a su alrededor.
Cuando Draco entró, percibió el dulce y destacado aroma de los narcisos que habían sido transportados directamente desde Asia unos días atrás. Eran las flores favoritas de su madre, y le gustaba decorar la mayor parte de los rincones de la mansión con ellos. Su gusto tal vez podría deberse al origen de su nombre o por el simple hecho de que le agradaba el perfume que desprendían a su alrededor, nunca lo sabría. Lo que sí daba por seguro, es que su madre era igual de preciosa y delicada que uno.

—¡Draco, cielo! Estaba esperándote.

En el centro del lugar, había una pequeña simulación de una sala de estar. Unos cuatro sillones perlados rodeaban una pequeña mesa en donde descansaba una bandeja plateada con una tetera de porcelana y algunas tazas de té a juego, junto a unos ricos bocadillos. Narcissa se encontraba sentada en el centro de uno de los sofá y señalaba el que tenía delante, con una taza humeante en la otra mano. Era usual verla disfrutar la hora del té allí dentro, rodeada de las flores que cada vez crecían más fuertes y brillosas.

—Ven, hijo. Siéntate.

Cuando Draco se adentró más en el lugar y se sentó sobre el sofá, la mujer le entregó una taza llena de té. Tomó a pequeños sorbos, preguntándose el por qué de su llamado. Pero había otra cosa que lo impacientaba más que nada y le parecía más importante en ese momento.

—Madre.. —Comenzó diciendo Draco. Narcissa bajó su bebida, observándolo en la espera de que continuara hablando. —¿Cuándo fue contratado un nuevo empleado de seguridad?

Señaló despreocupadamente hacia adelante, esperando que su madre comprendiera que hablaba del guardia en la verja de entrada, a una larga distancia de donde se encontraban. Le parecía un hombre un tanto extraño, le intrigaba la confianza con la que parecía interactuar con todo el mundo y su despreocupación al momento de dirigirle la palabra.

—Oh, veo que ya conociste al señor Potter. —Narcissa sonrió con los labios en el borde de su taza. —Entró en el equipo de protección hace poco. Parece un chico muy amable.

"Claro, amable.." si ignoraba la mala primera impresión que había tenido de él hace un momento. Le había dirigido la palabra a un miembro de la familia a la que servía, lo había tratado como si fuera un conocido de su niñez, pero sobre todo, había descuidado su puesto para preguntarle si se encontraba bien. Bueno.. si lo veía de esa manera, las cosas no sonaban tan mal para ser su primera interacción. Pero Draco nunca había presenciado, en toda su vida, que un empleado le hablara sin su permiso o se preocupara por él sin haber sido ordenado a hacerlo. Había algo en el señor Potter que no le convencía del todo, y no le agradaba el sentimiento que le generaba saber que había algo desconocido para él.