Sobre los dragones cubiertos de roca durmiendo en el fondo del océano II

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[UTOPIA]
|Leviathan|

(ii/??)

Brillo incandescente del sol que se arremolinaba sobre la superficie cristalina de la piscina. Tus ojos hipnotizados desde la orilla, de cuclillas, con una toalla esponjosa sobre tus hombros.

—¿No entras, (...)? —Negaste con la cabeza, aferrándote al material de la toalla. Recordabas, como una cinta borrosa, facciones de su rostro, su cabello ondulado humedecido por el agua, sus lindos ojos de color avellana, su sonrisa mientras se acercaba a la orilla y se apoyaba con ambos brazos en el borde para estar más cerca de ti.

—Parece profundo.

—¿No sabes nadar?

—Nunca me ha gustado el agua —Él había reído apoyando la mejilla sobre su brazo.

—¿No te das baños, entonces? —Correspondiste a su atractivo gesto con una risa entre dientes.

—Puedo soportarlo.

—¿Le temes a ahogarte?

—No me gustan las grandes masas de agua. Llámalo miedo a la profundidad o algo así —El sol ardía sobre ustedes, pero siendo una tarde de verano marino, el aire besaba sus pieles con un regusto fresco. Él se alejó nadando, extendiendo un brazo hacia ti, la palma de su mano esperaba por la tuya. Sus palabras se distorsionaron como una grabación dañada, los bordes de tu visión se ennegrecían, miraste el agua ondeándose a su al rededor, era como un imán que quería succionarte, viste su rostro sin malicia, el hormigueo en tus oídos no se detenía. Te levantaste y te fuiste, bajo su mirada atónita. El recuerdo se disolvió poco a poco conforme abriste los ojos.

Te sentías inmóvil, como cuando una pesada noche de sueño te paralizaba los músculos; trataste de moverte, pero un frío abrasador te suprimía, balanceándote con lentitud. Abriste los párpados, pero no viste nada más que oscuridad, sentías una presión constante contra tu pecho, entonces, cuando abriste la boca para tratar de tomar aire, un par de burbujas salieron y subieron frente a ti.

Lo comprendiste.

Estabas bajo el agua, algo te sostenía y te mantenía flotando; tu corazón comenzó a latir con fuerza, comenzando a retorcerse como una animal furiosos que trataba de salir por tus oídos. El terror era frío, se deslizó por tu espalda como una serpiente que reptaba desde el fondo de tu alma. Tenías los ojos muy abiertos, no veías nada, pero la sal marina en el agua los hacía arder, no podías gritar, ni respirar, pero tampoco sabías cómo continuabas con vida; recordaste el dolor siniestro de la carne de tu cuello al separarse, del hombre... no; él tenía cuernos, la pupila en el centro de sus ojos brillaba verde, eso era un demonio, te había empujado por el acantilado y habías caído al mar tempestuoso.

No sabías si estabas llorando por la desesperación, después de todo, estabas en el vientre oscuro bajo las olas, era todo líquido. Tus pulmones no se movían, no podías respirar pero aún estabas allí, como si se hubiesen detenido todas tus funciones, pero aún estabas con vida. Preferías haber muerto. Odiabas el mar, los ríos, las bañeras, cualquier masa de agua donde pudieras hundirte, siempre sentiste que podría tragarte en un abismo profundo del que nunca saldrías. Y al final de todo, cuando parecía que tu reloj biológico se había detenido, estabas en una tumba acuática, donde no podías moverte, ni pedir ayuda, ni llorar, ni respirar, ni morir...

Obey me! [Historias cortas] |Lector/a|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora