Volver a verla

278 45 40
                                    

N/A

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

N/A

Holis, Por aquí Mel debo decir que se me ocurrió la maravillosa idea de dedicar capítulos ¡Sii! A estos bellos lectores a pesar de sean pocos. ¡Les quiero!
D

edicado a Angy12oviedo


Estaba solo en casa a punto de ir a hacer ejercicio como la mayoría de las mañanas, siempre iniciaba mi día corriendo un poco, se decía que era bueno para la salud.

-¿Ya te vas? -preguntó mi padre con una expresión triste.

Yo podía imaginar lo que diría justo antes de que lo hiciera. Ambos conversabamos en las afueras de nuestra pequeña casa, mientras mamá y Elie aún dormían por lo temprano que era.

-Te vas con la misma ropa de siempre, ojalá pudiera comprarte algo más apropiado -se lamentó -Es mi culpa, toda nuestra situación lo es.

Eso, siempre se lamentaba de nuestra situación parecía sufrirlo aún más que nosotros. El, había caído en una especie de estado de tristeza no muy conocido esos días, se culpaba por todo y aveces se pasaba tardes enteras mirando por una ventana la nieve caer e incluso parecía vivir en su propia burbuja con pensamientos indescifrables. Creo que le llaman depresión.

Eduardo, mi padre, paso de ser un acomodado carpintero a un humilde un pobre mendigo. En parte lo entendía pues no es nada fácil lo que nos ocurrió. En vista de que nunca fuimos pobres en Venezuela pero tampoco ricos, estábamos mejor que en Inglaterra y ¿lo peor? Ni si quiera teníamos dinero para volver y encima allá dejamos una infinidad de deudas injustas que nos perseguirían toda la vida. Mi padre a sus cincuenta y tantos años de edad jamás se imaginó vivir de esa manera. Era simplemente algo impensable. Lo peor de todo es que su personalidad era muy diferente, muy cerrado y su rostro era muy difícil de descifrar por raras veces podías saber lo que estaba pensando.

Minutos después me di cuenta que no le había respondido nada a mi padre, por estar perdido entre recuerdos.

-No es tu culpa, no podías imaginarte que pasaría esto -animé.

-Si que podía.

En ocasiones me costaba entender por qué era tan pesimista, no es que yo o mi madre fuéramos los más optimistas del mundo, pero al menos intentabamos salir adelante. Pero él, a él le costaba mucho salir de ese círculo vicioso de culpa y lo peor es que nosotros no sabíamos manejarlo. No teníamos idea de que decir o que hacer en esos casos, mi madre no era muy expresiva, Elie, una niña y yo no daba a basto con todas mis responsabilidades.

En cima le afectaba mucho a Elie verle así, ya que es duro tener que recofortar a tu padre, cuando debería ser al revés.

-Escucha, tu puedes yo se, que puedes mejorar. Pero sólo si pones de tu parte.

-Es imposible porque todo lo hago mal.-respondió.

Jamás lo daría por perdido, pero costaba y mucho.

Salí a correr como tenía pensado desde el principio e intenté olvidarme de mis problemas al menos por un par de horas. Era demasiado en que pensar, era mi hermana por un lado demandando de mi, la atención que no recibía de nuestra madre. Por otro lado mi padre depresivo necesitando comprensión y ayuda y luego, luego estaba ella esa en la que no paraba de pensar sin saber por qué, sólo sabía que lo que sea que sentía por la Dama del sombrero fue a primer vista y algo me hacía pensar que era mutuo.

Por el camino me vino bien mirar la ciudad y su profesional arquitectura. Era muy avanzada en comparación con la del resto del mundo. Era algo muy lindo de ver, para los ingleses era todo un orgullo Londres.

...

Ansioso me encontraba está vez sólo sentado con el sombrero delante. Elie estaba algo adolorida pues, por traviesa se calló en el colegio y se le reabrió la herida de la ceja. Eso reafirmó mi teoría de que le quedaría de por vida.

Inexplicablemente me encontraba con el corazón a toda velocidad sin saber muy bien por qué. Quizás por
que esperaba de forma inconsciente que ella pasara, casi era la hora exacta y esta vez sí estaba dispuesto a hablarle, pues una ola de extraña valentía me invadió.

Pase mis dedos por el cabello y lo acomodé de tal forma que, a mi parecer, me vería mejor. Miré mi reloj por tercera vez y... Listo ¡Ya era la hora!

Miré de hacía el lado del que ella salía normalmente y no vi ningún sombrero familiar. Simplemte no lo noté, todo se volvían cabezas, vestidos de aro, tacones de charol, extravagantes tiendas, bastones muy estéticos y uno que otro moño en el lugar de la corbata. Pero ni rastro de ella. No sabría explicarlo pero tenía un mal presentimiento, uno muy extraño. Ni rastro de sus vestidos color crema ni de sus cortos rizos rubios.

Esperé

Esperé

Y esperé. Y nada.

Estaba preocupado, debía admitirlo. Ella no dejaba de pasar así como así algo debió haber pasado ¿Y si ya no cojía por esa calle por lo de la otra vez? ,Pensamientos como ese y más comenzaron a llegar a mi cerebro.

Por suerte estaba solo, sino hasta Elieryn habría notado lo tenso que estaba en esa situación. Era una mezcla de preocupación, frustración, raros presentimiento y tal vez una pizca de esperanza de que en cualquier momento apareciera su sombrero distinguiéndose entre todos esos peinados y cabezas calvas.

Pero eso nunca pasó. Y yo no sabía si alguna vez volvería a verla.

La dama del sombrero (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora