Guillermo Frei y Simon Rochat eran amigos inseparables, ambos personas de gran renombre. Pues, el segundo no era nada más ni nada menos que el heredero al trono del pueblo Maple y, por otro lado, Guillermo sería el próximo capitán de la marina, cargo que perteneció a su familia por generaciones.Se acercaba la coronación de Simón y sus nervios se podían ver incluso en la oscuridad del profundo océano, se volvió ordinario mirarlo dar vueltas por aquí y allá en las plantaciones de tomates.
– Guillermo, viejo amigo, necesito tu ayuda, siento que perderé la cabeza.
– Antes de que eso suceda, la tierra se volverá infértil y tus pies perderán sus plantas - al ver la recriminatoria mirada de su amigo, siguió - debido a que esnifar tomates no te ha ayudado, yo opto por un viaje en barco; es una maravilla amigo mío, el viento salado, las aves, el mar, la madera crujiendo bajo tus zapatos, te encantará, lo prometo. - dijo emocionado.
– Un paseo en barco... supongo que es una buena opción.
– La mejor.- Afirmó.
El mar rugía bestialmente mientras que angelicales cantos acompañaban el llanto de ambos marineros. Pero no sirve de nada rogar por tu vida si esta no depende de otro humano.
Habían pasado tres días desde su ida. Los miembros de la familia real se habían vuelto estatuas cuya vista apuntaba siempre al mar, como gárgolas en los balcones del viejo castillo, esperando el regreso del próximo rey.
Al quinto día había ocurrido algo que las personas solo consideraron un milagro el día de lo vivido, pues, en la arena se hallaba Guillermo arrastrándose débilmente, tratando de mantenerse despierto.
No había señales de Simón.
Una semana después Guillermo Frei, visitó el castillo.
– Su majestad, lamento tanto lo ocurrido, yo no debí- no debí salir con Simon esa tarde, gracias a eso él ahora está muerto.
– No hubo tormentas ese día, los meteorólogos, dicen que no hubo tormentas, ¿Qué sucedió?
– Sirenas - dijo sin chistar
– ¿Sirenas? ¿hablas de las personas pez? ¡¿Dices que una persona con cola de pez mató a mi hijo?! - Dijo el rey hirviendo en ira.
– Cariño, Guillermo debe estar cansado mentalmente, esto para él tampoco es fácil. Hablemos otro día ¿Sí?
Pasó un mes
–Fueron sirenas
Dos meses
– Ellas lo mataron, las sirenas
Siete meses
– Tiene que creerme, por favor, fueron ellas - dijo con un llanto desconsolado.
– ¿Acaso tú lo hiciste?
– ¿Qué?
– ¿Tú mataste a mi hijo, Guillermo? Sirenas, sirenas, SIRENAS, nadie te creerá esa historia, más fácil era decir que pudo haber resbalado, pero eres un idiota, vete de aquí y no regreses si de lo único que hablaras son de sirenas.
Los rumores se esparcieron, el acoso era insoportable.
Asesino, lunático, mentiroso, cobarde.
– Huyamos, Guillermo, hallemos una mejor vida. Oliver, no podría crecer feliz en un lugar así - dijo la mujer tocando su vientre.
– No me crees ¿no es así?, no puedo huir porque no hay lugar en la tierra en donde el recuerdo de Simon me abandone, hoy iré a ver al rey - al ver la cara de preocupación de su esposa, incluyó - Esta será la última vez, lo prometo.
Fue malinterpretado, su muerte fue injusta. ¿Cómo había pasado? Guillermo Frei, querido por el pueblo, confidente íntimo y amigo cercano de la realeza, se hallaba muerto con una bala en la cabeza al intentar tomar las manos de la que algún día bromeó llamando madre.
