34|Mientras estés tú.

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Se encargaron de bloquear mis memorias y borraron las necesarias

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Se encargaron de bloquear mis memorias y borraron las necesarias.

Experimentaron conmigo a tal punto de desgastarme la mente.

Tan solo tenía dos años.

Por instinto me llevo una mano del lado izquierdo de mi cabeza, paso las yemas sobre la cicatriz en mi cuero cabelludo que no es notorio a menos que le hagan una inspección minuciosa de cerca.

Mi padre me contó que me golpeé con la puerta del coche por accidente cuando se lo pregunté de pequeña, pura mentira.

Fue obra de Monarca.

Soy obra de ellos.

Soy la primera recluta.

Ahogo un sollozo sintiendo una molestia al retenerlo en la garganta, presiono la mandíbula con fuerza y me retiro las lágrimas al detenerme frente a la puerta de la cabaña donde escucho la voz de Hanssen. Me asomo por la pequeña ventana y le veo sostener a Nugget en brazos mientras se pasea de un lado a otro.

Siento esas malditas mariposas retorcerse sin piedad. Solo eso logra apaciguar lo cabreada que estoy, no, estoy hecha una furia. Quiero gritar tan fuerte hasta ya no sentir las cuerdas vocales.

—Mariposa —salgo de mi letargo al ver la puerta abrirse. Hanssen se detiene frente a mí inspeccionándome el rostro, no hay necesidad de verbalizar porque se da cuenta de mi estado —. Ven, sé lo que necesitas.

Así que me arrastra en silencio tomándome de la mano hacia el gimnasio de usos múltiples.

—No deberíamos estar aquí.

—¿Por qué? ¿Ahora temes que nos castiguen usando material del gimnasio? —plasma una sonrisa malévola al encender la luz —. Que les den.

Separo los labios asombrada.

—¿Qué pasa contigo Hanssen Reznar? —me paseo en el área y volteo a verlo —. ¿Es por lo de Reid?

—Ni me lo recuerdes porque podría perforarle la cabeza con una flecha —me hace reír —. Pero no, esto es por ti, mariposa. Nada de esta situación está siendo fácil y te está afectando demasiado, era lo que me temía.

Se acerca para luego acunarme con las manos mis mejillas, me escanea el rostro y siento su pulgar derecho acariciarme la comisura de mi labio.

—Odio todo esto.

—Te entiendo, no debí traerte, pude haber ignorado las órdenes y hacerme a un lado para que siguieras con tu vida.

—No fue tu culpa, gracias a ti he descubierto muchos secretos que merezco saber, sobre todo los del coronel. Si tan solo supieras... —corto la oración y carraspeo para cambiar de tema —. ¿Qué planeas ahora? Porque me estoy haciendo una idea, una muy caliente.

Un deseo prohibido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora