Dos.

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«Cuando tenía diecisiete años tenía dos mejores amigos, ellos siempre estaban para mí, pero siempre noté una chispa entre ellos.

Amaba verlos juntos, y cuando uno hablaba, el otro lo miraba como si fuese una de las ocho maravillas del mundo.

Se podía notar a kilómetros que ambos eran el uno para el otro, pero en nuestra escuela y sociedad, no estaba bien visto.

Recuerdo que un día llegaron abrazados, ambos sonreían mucho, se reían entre ellos.

Los alumnos los veían fijamente y comenzaron a susurrar por lo bajo, algunas cosas de las que escuché fueron:

—¿Crees que estén saliendo?—

—Ugh, qué asco, espero que no—

—Por Dios, qué desperdicio de hombres—

—Luego porqué los llamamos maricas—

—Éstos imbéciles harán creer que todos los hombres somos así—

—¿Así como?—

—Así de gays—

Todad y cada una de las palabras fueron dichas con completo asco.

Cuando Rubén y Ramón llegaron a mí fue que se dieron cuenta de que todos los veían y decían cosas, noté de inmediato la incomodidad de ambos.

—Vamos a clases mejor— Les dije para apaciguar todo, ellos sólo asintieron.

Una semana después me llegaron mensajes de ambos.

Rubén: Hey broh, me iré a Australia, mi avión sale en unos minutos, no quería decirte nada porque tienes mejores cosas que hacer, pero estaremos en contacto, espero volver a vernos pronto, adiós.

Ramón: Hola Vic, lamento molestarte, pero me iré a vivir a Estados Unidos, no quise decir nada porque odio las despedidas, y podría arrepentirme y no quiero eso, te enviaré un mensaje cuando llegue, espero volver a vernos, saludos.

Esa tarde mis dos mejores amigos se mudaron completamente lejos el uno del otro, y creo saber el porqué.»

—¿Por qué se fueron a vivir a distintos lugares? Si se gustaban... ¿Por qué no lo dijeron y vivieron felices aquí?— Esa inocente pregunta a día de hoy sigue en pié, creo fielmente que es estúpido dejar de lado tus sentimientos sólo por lo que dice la gente.

—Yo creo que se fueron porque odiaban que hablaran de ellos a sus espaldas, y si se hacían pareja hablarían aún más enano, ve a descansar ¿Si?—

Me levanté de la mesa y me fui a dormir. La pregunta me atormentaba ¿Por qué esconder tus sentimientos? Víctor decía que ambos se miraban de la misma forma... Debieron de haberlo hablado.

Con eso en mente me quedé dormido, un simple niño no podía hacer nada para cambiar el pasado repleto de errores de otras personas.

Al otro día me levanté más temprano de lo usual, sentía que alguien me miraba, pero al buscar quién era no había nada, ni nadie.

Salí de mi habitación y fui directo a la cocina, allí estaban mi madre y Víctor, ellos nunca hablaban entre ellos, nunca supe el porqué.

—Buenos días— Saludé. Ambos giraron hacia mí, sonrieron y me devolvieron el saludo.

—Ya debo irme, nos vemos enano— Víctor, cómo siempre, se fue sin despedirse de mamá.

Algo extraño pasaba entre ellos, pero al ser sólo un niño, no podía saberlo.

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