━━━━ ❝ a Jayden le gusta crear arte; se ha tomado un año sabático en el que tendrá que acompañar a su madre: la profesora de Historia a su instituto mientras decide que va a estudiar. Angie simplemente le gusta observar; al graduarse ella planea tom...
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Toco la puerta un tanto temerosa, dos pequeños golpes, espero unos segundos, y no recibo ninguna respuesta.
Abro la puerta y asomó mi cabeza para ver un poco la sala de profesores, la cual está vacía. Cierro los ojos, un suspiro sale de mí, y en un acto de valor ingreso completamente.
Me acerco a los casilleros de los profesores y busco el nombre de la profesora de Literatura, cuando lo encuentro volteo hacia los lados para asegurarme de que, efectivamente, estoy completamente sola; saco de mi bolsillo la llave, tomo la carpeta de último grado y los cuadernos de mis compañeros.
Doy la vuelta sosteniendo firmemente los cuadernos para que estos no cayeran e hicieran un gran estruendo, la puerta se abre de golpe y el susto que me doy hace que suceda lo que temía.
—Lo siento —dice una voz masculina—. Creí que no había nadie.
Por instinto, me agachó para levantar los cuadernos. Unos cuantos segundos siento una presencia frente a mí, ayudándome a recoger los cuadernos. Entonces me doy cuenta de una cosa: no conozco a este tipo de nada. Él me tiende los pocos cuadernos que recogió, una vez me pongo de pie, los tomo.
—Gracias.
Agradezco, sonriendo de lado, alzo mi mirada encontrándome con sus ojos fijos en mí. Ejem, esto es un poco incómodo hasta que me doy cuenta de esos hermosos ojos azules. Lo admito, son preciosos. Tienen ese toque brilloso y un azul cielo envidiable pero, lo que me llama más la atención son esas bolsas negras debajo de esos lindos ojos.
Parece que alguien no ha estado durmiendo bien.
—Angela —estiendo amablemente mi mano libre hacía él. Sus ojos repasan mi rostro y luego se desvían a mi mano esperando una respuesta— Nowell.
Mueve la cabeza concentrándose y aceptando mi mano. Su mano es suave y tibia, me hubiese gustado seguir más tiempo así, pero solo fue un rápido estrecho para luego pronunciar su nombre:
—Jayden Bentley.
—¿Eres...? —iba a preguntar un claro «eres nuevo», pero Jayden me interrumpe, adivinando mis pensamientos.
—No —responde, mirando la portada de uno de los cuadernos donde está escrito mi grado—. Soy el hijo de la profesora de Historia, supongo que te da clases, ¿cierto?
