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Té para los muertos

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—A partir de ahora, Jackson Pelman, seré tu guarda

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—A partir de ahora, Jackson Pelman, seré tu guarda. Puedes ocultarme cosas, pero si es necesario decir la verdad, no puedes mentir. Yo haré lo mismo. El nuestro es un pacto de confianza. Hago esto, no por apego a ti, sino por amor y lealtad a la niña. Fui guarda de su madre y luego de su padre, al igual que mi hija lo será de ella. Aunque no eres el tipo de bestia que se me ha confiado domar, creo que verás mis buenas intenciones. A cambio, tendré una idea de las tuyas. Si encuentro malos pensamientos o acciones contra aquellos a quienes protege mi magia, te irás de esta tierra antes de que se acabe la taza. No me importa si la magia te ha vuelto inmortal, destruiré los restos de tu alma y te dejaré como cascarón vacío.

Jax se sentía a la deriva entre las palabras de Clara, completamente seguro. Con toda ironía, acababa de jurar destruirlo, pero la cadencia de su voz era tan dulce que le dio una paz que no había conocido desde que estaba vivo. Bebió el té, pero ella lo detuvo a mitad de taza, advirtiendo que también tenía que participar.

Con una firme negativa, Jax trató de indicarle que no bebiera. El té estaba infundido con su sangre, considerada mortal para cualquier entidad que entrara en contacto con ella. Adelantándose a sus protestas, Clara simplemente le hizo saber.

—Todo estará bien. He jurado. Nada de lo que venga de ti puede dañarme.

Hizo falta más de un sorbo para crear la conexión. El líquido se escurrió espeso y amargo por su garganta. Era un lazo distinto al generado con Leese, exigía más de ella. Después de todo, los guardas eran adeptos a la magia derivada de la tierra, con el solo propósito de guiar a licántropos. Jax era algo completamente diferente, desligado del mundo de los vivos. Entrar en su espacio implicaba entregarse de forma voluntaria a un lugar marcado por y para el caos. Necesitó toda su energía para mantener el nexo.

Para Jax, fue diferente. Su mente atribulada se aclaró lo suficiente como para conectar con las memorias de Leese de manera inmediata.

Sin embargo, no duró tanto como él hubiera querido.

Tras un momento de tranquilidad, Jax fue poseído por una sensación de pánico, un déjà vu que insistía en hundirlo en un bucle infernal.

Se vio a sí mismo en el preciso instante de su muerte, consumido por una helada noche de diciembre en Fredericksburg, durante la guerra civil. Confusión y miedo como no había sentido desde ese fatídico instante se apoderaron de su mente. Estaba allí una vez más, pero al otro lado de las líneas, luchando por la Confederación en lugar de la Unión. El impacto fue demasiado.

—Cálmate. ¡Claridad ante todo Jax! Dime lo que ves.

—La noche de mi muerte, no estoy donde se supone que debo estar. Me encontré con el diablo en ese campo esa noche y eso selló mi destino y ahora... estoy perdido.

Clara entendió lo que sucedía. Leese y Pelman habían estado en el mismo campo de batalla, la fusión de la memoria no le permitía a Jax sumergirse por completo, pues ambos compartieron inadvertidamente una noche que acarreó resultados terribles.

—Sucedieron muchas cosas esa noche. —Su voz era un faro en la oscuridad—. Tanta sangre derramada en el suelo llamó a más de un mal a presentarse en el campo de batalla. No estás presenciando tu vida o tu muerte, estás tocando a Kendall. ¡Concéntrate en él y saldremos juntos de esto!

Los ojos de Jax continuaron moviéndose de forma errática bajo sus párpados cerrados. El hecho de que su cuerpo se sumió en la necesidad de respirar, daba testimonio de que las palabras de Clara habían surtido efecto. En esos momentos se sentía vivo, se había perdido dentro de Kendall Leese.

—Tranquilo, Jackson. Los muertos no sueñan, aun así, debes hacerlo. No te dejaré ir, pero debes ser tú quien me cuente la historia.

—Hay algo allá afuera, merodeando en la oscuridad. La luna es propicia. No les teme a las balas. Está esperando, captando un olor. Tú también estás allí, ¿no es así, Clara? En las afueras del campo batalla, rezando. ¿A quién rezas, Clara?

No pretendía lastimarla con sus preguntas, pero ella no pudo evitar abrir viejas heridas.

—Estoy allí, pero no soy importante, Jax. Nunca fui tan relevante como el lobo. No debes preocuparte por mí. Esta no es la noche de mi tragedia. Es la de Kendall; debes vivirla. Dime todo lo que necesite oír.

—Rompiste tus votos. No debiste haber permitido al lobo actuar a sus anchas. Sabías que se iba a derramar sangre. Pero estuvieron de acuerdo en algo. El amor que sienten por él... ¿Por mí?

Allí estaba frente a ambos, la revelación que ella se había empeñado en ocultar.

—Kendall y tú son uno. Tu respuesta es acertada.

—Hay seis hombres en la tienda médica. Sin lugar a dudas habrá más antes de que termine la noche. Es preferible que mueran. No se puede hacer nada por heridas tan profundas y al final de cuentas, harán falta camillas. Una sombra se acerca. El médico y las enfermeras de campo no pueden creer lo que se ha abierto camino entre ellos. Es grande, más grande que cualquier lobo que hayan visto. Gruñe de forma profunda y deliberada. Aquellos que han de sobrevivir la noche morirán jurando que le escucharon decir "fuera". El médico dispara un tiro y se produce el caos. Los que son capaces, corren por sus vidas. El médico cae, poco después de descubrir que las balas no sirven de nada. El lobo tiene un solo objetivo, el hombre en el catre al otro lado de la carpa. ¿Viene por mí?

La ilusión era intensa. Jax experimentaba el shock séptico moviéndose a través de su sistema y una fiebre que le atacaba desde adentro. Ojos que por un momento fueron suyos, lucharon por abrirse y se enfocaron en un animal que se acercaba lentamente. Hubo un pánico inicial y luego una extraña calma cuando entendió que se trataba de... Miranda.

Recuerdos que eran exclusivamente de Jackson se volcaron ante este descubrimiento. Él también había amado tanto a una mujer como para aceptar que ella lo arrastrara hasta las puertas del mismo infierno.

La Dama, en su misericordia, le había hecho olvidar su nombre.

—No me dejes, Jax. Estamos cerca del final. No puedes dejar que la locura se lleve lo que has aprendido. Si te permites ver esto hasta el final, entonces sabrás todo lo que necesitas saber y más. Cosas que yo no sé y que se irán con Kendall a la tumba.

Clara lo obligó a mantener el brazo extendido. Mientras se retorcía, casi cayéndose de la silla, experimentó el dolor de un zarpazo fantasmal, un eco de eso que dejó una impresión palpable en el brazo de Leese. Jax abrió los ojos sin poder enfocar todavía, jadeante, sin total conciencia de que todo había terminado.

—¡Cojones! —Al exabrupto prosiguió un segundo de silencio embarazoso—. ¿Se le debe decir perdón por mi francés a una criolla francesa?

Clara sonrió. El muerto estaba completamente enajenado, pero sano y salvo.

—Lo hizo para salvarlo. El lobo tiene capacidades regenerativas. Ella sabía que la maldición iba a estar contenida dentro de él, salvándole de morir. Anexarle fue la única salida. Él no pasaría por la transformación mientras ella estuviera viva. Funcionó como un intercambio. Después de todo, los garou deben nacer de línea de sangre. La señora estaba segura de sostenerlo compartiendo algo de la magia que vivía dentro de ella. Pero salió mal. El lobo detestaba estar dividido, sin salida. Miranda comenzó a debilitarse y él cambió completamente. Comenzó a odiar todo, excepto a ella. Perdimos al hombre que solía ser para ganar esto en lo que se había convertido. Miranda había jurado abstenerse de llegar a tentar suerte, permitiendo que la maldición muriese con ella, pero decidió que la mejor forma de liberarlo de ese espíritu dividido entre ambos era pasar la herencia por sangre al que sería su séptimo hijo.

—El nacimiento de la niña fue planeado —Jax comentó—. Lo he visto en otros garou. Los lobos de invierno son más fuertes.

—Cierto. Mas no contábamos con la muerte de Miranda. Tenía que vivir, para reclamar la esencia y pasar el legado a la niña en su cumpleaños número dieciséis. Pasar la sangre, como es la costumbre. Tanto la madre como el padre hubiesen desbordado el espíritu del lobo en la niña, la cual estaría capacitada para ejercer control. Pero con Miranda muerta, el lobo dentro de Kendall no pudo domarse. Comenzó a cambiar con la primera luna después del nacimiento de Kendra, y hubiese asesinado a todos bajo ese techo, si yo no hubiese encontrado la forma de detenerle con las infusiones. Me consta que debí matarlo. Fui incapaz de hacerlo. Contrario a un verdadero garou, su hombre lobo tenía ciertas debilidades. Era propenso a la plata, lo que encontré como ventaja. Decidí tratar todo como si fuera una posesión. Encontré referencias que decían que si lograba cambiar por siete años sin derramar sangre, la maldición se levantaría tanto para él como para la niña, la cual no tendría por qué heredar la condición, con la línea de sangre interrumpida. Estuvimos tan cerca. Pero cada maldito año el lobo se hacía más fuerte. Y entonces llegó la tormenta. No hubo manera de controlar lo que sucedió esta noche. No era la luna precisa y, sin embargo, se transformó.

—No fue tu culpa, Clara. ¡Demonios! Ni siquiera yo sé lo que pasó la noche de la tormenta con seguridad y he estado dentro de su piel y sus recuerdos.

Jax se descubrió combatiendo un deseo urgente de levantar las manos de la mujer hasta sus labios y besar sus nudillos. Eran rastros de Leese que quedaban dentro de él, que provocaron que Clara se sonrojara.

—¡Por el amor del Dios viviente! ¡Sepárate del muerto antes de que los dos empiecen a verse culpables de algo de lo que yo no quiero enterarme! —Seamus estaba de vuelta y no traía el mejor humor—. La casa grande está patas arriba. Los chicos están inquietos y he tenido que esconderme de la señorita Eleanor, para que no pregunte qué hago con tanto cambio de ropa de su padre. Y ustedes no quieren ni enterarse de las cosas que escuché sobre los muertos que dejó la  tormenta. —Lanzó un cambio de ropa a Jax y puso otro en manos de Clara, el cual serviría para Leese —. Pero por ahora póngame al tanto de lo sucedido, porque tengo la impresión de que pasó mucho.



***

Nueva Orleans, Cementerio de San Luis

Se evitó la tormenta, pero no la ola de calor.
Los vecinos del barrio francés la pasaban sentados en sus porches, abanicándose con cada respiro, con puertas y ventanas abiertas hasta altas horas de la noche.

A veces sucede que tal como entre los vivos, entre los muertos. Así que no era de extrañarse que Brigitte del Cementerio decidiera retirarse al reino de los espíritus, haciendo su hogar en un mausoleo en el que una sola vela gruesa ardía justo encima de una pesada puerta de roble revestida de hierro forjado.

Las luciérnagas que revoloteaban cercanas a la luz, se convertían en pequeños fantasmas una vez tocaban el suelo. Espectros de niños que se habían partido años atrás jugaban a escondidas, llamándose entre las tumbas. Risas resonaban a través de las puertas, mientras los diminutos espíritus competían por los afectos de La Dama. El primero en llegar a ella recibía un toque en los labios que le recordaba ese añorado sabor a azúcar que perdió junto con la vida, un simple gusto antes de volver a transformarse en puntos de color verde esmeralda.

—¡Es una noche preciosa, reptilito! Anda, bájate y deja de enfriarme la piel. Quiero ver tu rostro. Quiero hablar contigo, Wedo. —Una serpiente se deslizó silenciosamente por su cuerpo y se acomodó sus pies antes de transformarse en un adolescente de aspecto delgado con cabello cortado en suaves cascadas. Brigitte le pasó una botella de ron de especias sin siquiera preguntar y observó mientras su hermano tomaba un sorbo—. ¡No sabes cómo agradezco, hermano, que no sea tan fácil deshidratarnos! No le tengo ganas al té esta noche.

—Tú nunca le apuessstas al té.

—Dime, Wedo. ¿Has escuchado algo interesante entre los vivos?

—Todo lo que se mueve eventualmente deja de respirar y tú te enteras de todasss las historiasss. Algo me dice que no quieres hablar de los vivosss, más bien de los muertosss.

—De todo un poco, digamos. Te cuento. El lindo Jax se ha metido en el tipo de problema que no le dije que buscara. Lo que me ha hecho preguntarme, ¿cómo debe andar Seamus?

—Seamus está de maravilla. Si todavía no se ha presentado a tu puerta pidiendo audiencia, está vivo. Si se me pidiera apostar si alguien ha de sobrevivir la vida, sería él. Pero, ¿qué digo? Esssa apuesta sssiempre se pierde.

—¡Vaya, oráculo de la vida, que no aguanta el licor! Antes de que te pongas ridículo, filósofo o poeta, toma otro trago y escucha. —Ojos de suave dorado recorrieron las facciones de su hermano. Maltrecho, delicado en extremo. Era la ironía que los definía. La vida estaba marcada como difícil para quienes les rendían culto; la muerte se recibía como un dulce alivio. A veces, en sueños, veía el rostro restaurado y lozano de su hermano. No se atrevía a decirle que extrañaba esa parte de él. Sería imponer otro sufrimiento. Desear que la marea cambiara era nada ante un panorama sombrío—. Perdí a un guardián, junto al río, y su gente en Bayou Goula vino a decirme que no hay nadie que tome su lugar o que pague tributo a Nueva Orleans. Necesito un garou. No puedo darme el lujo de perder lo que tengo en la mira.

Wedo no pareció prestarle atención. Sus ojos intensamente oscuros estaban plagados de estrellas. Cuando la miro de vuelta, consiguió desconcertarla. Ella le había confesado una debilidad y él parecía estar perdido en su propio mundo. No valía la pena recriminarle. Se trataba de su dulce hermano, con el cual no podía estar enojada mucho tiempo.

—Me perdí pensando en otro lugar y en otro tiempo. Me entretuve escuchando las palabrasss que no pronunciaste. A veces yo también extraño ese paraje primordial y sssalvaje. La libertad de un cielo estrellado y abierto, fuera de los confines de la ciudad, un tiempo en que los diosesss y sus adoradores eran sssimples. Felicesss. ¿Será que ellos saben, Gigi, que nosotros también extrañamos las cosas que no hemos visto excepto a través de sus ojos y sssus plegarias?

Se lanzó a sus brazos. Por un instante indescriptible, la vida fue abrazada por la muerte. Y la vida se sintió segura en ese abrazo y en el dulce toque de unos labios sobre la corona de su cabeza.

—Ha sido difícil, hermano. Y será peor antes de que mejore.

Wedo iba a decir algo, pero los pequeños fantasmas comenzaron un nuevo juego. El ritmo de sus canciones había cambiado y ahora llamaba la atención de ambos oráculos.

Uno tras otro, jugaban al eslabón más débil, en donde el último espectro en repetir la frase debía desaparecer:

Matando, robando y engañando...

Niña, el diablo anda reclutando...

Verso tras verso, hasta que el mausoleo quedó en total oscuridad.

Verso tras verso, hasta que el mausoleo quedó en total oscuridad

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por Lynn Santiago
@LynnS13
Una maldición recae sobre la niña. Muchos quieren sacar provecho de s...
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