𝐆𝐥𝐚𝐝 𝐖𝐞 𝐌𝐞𝐭.

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Había una vez, un niño de cabellera negra que soñaba a las estrellas viajar, alguien desafortunado, ya que a falta de familia su deseo no podría ni empezar

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Había una vez, un niño de cabellera negra que soñaba a las estrellas viajar, alguien desafortunado, ya que a falta de familia su deseo no podría ni empezar. Sin embargo, por las noches, el niño portador de grandes esmeraldas viajaba a través de sueños a un mundo que él mismo había creado, un pequeño planeta donde las estrellas podía alcanzar, en donde estaba en el espacio sideral mas no en una estación espacial, podía vivir y reír hasta morir. Su pequeño espacio, su pequeño y nuevo hogar y no necesitaba a nadie más.

Los niños a su al rededor jamás entenderían su anhelo, siempre se dormían temprano a pesar que el firmamento estuviera ligeramente pintado con pequeños puntos blancos, aquellas bolas de gas tan lejanas. Claro que los había alejado, no eran más que una distracción en su camino hasta su sueño, aunque se había sentido un poco mal al haberle gritado a ese niño. No recordaba su nombre y tampoco le importaba. A pesar de que el chico de melena dorada lo invitaba siempre a jugar con él. Si tan solo, si tan solo... No fuera tan orgulloso.

Al haber alejado a todos le generó una necesidad: compañía, lo que tanto negó ahora lo quería. Estaba muy avergonzado como para a Mikaela buscar. En cambio, en sueños creó más planetas aparte de el suyo, los llenó de colores y habitantes para aventurarse. Su imaginación le bastó hasta cierta noche, en donde entró a su hogar y se dio cuenta que ya no era más el sitio en el cual quería estar. Después de tantas experiencias nuevas, de tantos amigos hechos, volver a la solitaria rutina... ya no quería. Aquella madrugada lloró por primera vez en el orfanato, los niños se acercaron y lo abrazaron. Quizás debía cambiar de hogar. Quizás su sueño podía esperar.

Un día salieron de excursión, todo transcurrió bien ya que nadie se perdió. Ese día también, Mikaela le regaló una pequeña rosa la cual rechazó. Pero a pesar de su negativa, la diminuta planta apareció en su almohada, le restó importancia y se durmió dándole la espalda. Esa noche se sintió cómodo para regresar a su antiguo hogar, por alguna razón sentía que lo esperaban. Un hogar. No es un lugar que puedas tocar. Es un sentimiento donde el amor se aloja, donde las memorias nacen y donde los amigos y la familia pertenecen, donde las risas jamás... terminan.

La rosa, la cual era protegida con recelo por una cápsula de vidrio, lo estaba esperando. Una voz dulce le llamaba, Yuuichiro, encantado más que aterrado se acercaba. El vidrio parecía desaparecer a cada paso que avanzaba, hasta que lo hizo por completo. Aquel chico de tez ligeramente bronceada se sentó en frente de la planta, ansioso, impaciente. La voz de la rosa era más dulce que la miel, más melodiosa que cualquier canción y más suave que su almohada. Volvió a ser su hogar, volvió a sentirse... bien.

Volvió a crear más mundos para su sistema solar, incluso galaxias y constelaciones elaboró, su sueño retomó. Era grato tener quien te recibiera, a quien contar todo lo que hiciste y el cómo te sentiste. Pero la rosa parecía triste. Y decidió preguntar:

"— Rosa rosa. ¿Por qué lloras?"

"— Me siento sola esperando. Me siento celosa solo observando."

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2022 ⏰

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