Prólogo

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«El peor error del ser humano es intentar
sacarse de la cabeza lo que no sale del corazón»

Mario Benedetti.

***

-Acuérdate de llevarte todo, ¿llevas... la bufanda que te hizo tu abuela?-

-Sí.-

-Tu...¿ropa interior?

-Pues claro- dije poniendo mala cara.

-Ay, y que no se te olviden las sudaderas, las camisetas...-

-Joder, que sí, mamá, que lo llevo todo- puse los ojos en blanco.-

-Eh, no seas palabrotero. Bueno, en ese caso... llevas todo. Me alegro por ti, has conseguido hacerla tú solito.

-Te alegras por mí por... ¿conseguir hacer una estúpida maleta?- Me empecé a replantear si iba en serio o no.

-Sí, algo útil que haces en tu vida, aparte del viaje, claro.- Bromeó.

Me iba a ir de viaje a Grecia, me encantaba ese sitio, era mi sueño desde pequeño. Los pueblos, las playas, la comida... Me iba allí para intentar rehacer mi vida. La verdad, es que era un caos. Había hecho magisterio, pero lo dejé, planteé hacer derecho, pero ni de coña. Así que, ¿qué mejor que irse de viaje y despejarse?

El viaje y el alojamiento me lo pagaron mis padres, en gran parte mi madre. Mi abuelo tenía una buena fortuna, había sido jefe de una empresa durante muchos años. Supo gestionar bien el dinero, por lo que consiguió ahorrar, y dejarle dinero a mi madre, lo suficiente como para mantenernos a todos.

Mi padre era abogado, solía venir amargado a casa, quejándose de que los únicos casos eran de divorcios. Divorcios aburridos, muy aburridos, según él.

Me voy mañana, 3 de marzo. La verdad es que estoy deseándolo. Pensémoslo bien... un chico de veintiún  años, independiente, sin ninguna presión de nadie, ni de sus padres ni hermanos mayores. Es una maravilla.

Lo único, es que me tenía que quedar en una especie de residencia, con más gente de mi edad. A mí no me importó mucho, iba allí para encontrar trabajo o por lo menos para descansar, no para hacer amigos, tampoco soy mucho de fiestas peeeero... Aunque bueno, prefería estar en una casa yo solo en vez de una residencia, lo bueno de esto también era que dormiría solo, tendría una habitación solo para mí .

Mi madre, al igual que su padre, era muy cuidadosa con el dinero, no le gustaba gastar mucho, mientras que mi hermana Lena siempre le reprochaba sobre ello. Recuerdo que una vez, cuando ella tenía dieciséis años, le cogió la tarjeta a mi madre para comprarse más ropa de la que tenía. Fue demasiado gracioso ver como mi madre la perseguía por nuestra casa.

Hablando de mi casa, yo vivo en España, concretamente en Madrid. Teníamos una casa por el norte de la provincia, un poco lejos del centro, por lo que o, tenía que ir en metro a todas partes, o cogía el coche (cuando pude sacarme el carnet, claro). Yo tenía muchos amigos allí, incluidos a mis dos mejores amigos, Teresa y Guillermo, al que llamábamos Guille. Nos conocíamos desde los 3 años, nos conocimos en el colegio, en una situación bastante graciosa.

Recuerdo que Guillermo me quitó el zapato y me lo escondió, yo empecé a llorar y a pegarle, cuando llegó Teresa, que nos separó a los dos pidiendo paz. Sí, con tres años ya era bastante madura, es como nuestra madre.

Los tres estamos en un grupo en común, éramos bastantes. Pati, Fran, Jack, Alicia...y muchos más, pero la verdad es que con quién más tiempo pasaba era con Guille y Teresa.

Volviendo al tema principal, esta idea de irme durante un tiempo imprevisible (dependiendo de si encontraba trabajo o no), se me ocurrió un día cuando estaba hablando con mi hermano Derek.

-Oye, tío, ¿tienes algo claro de qué vas a hacer en la vida?

-Pues no... la verdad que no.-dije agachando la cabeza.

-A ver, tienes veintiún años, dos carreras sin acabar, y mucho dinero.

-El dinero es de mamá, y no puedo vivir solo con eso, me comería la cabeza-le interrumpí.

-Y por qué no aprovechas y te vas de viaje a algún lado, en busca de... no sé...

-¿Trabajo?

-Sí.

-¿Sin carreras acabadas? Venga hombre.

-¿Y qué pretendes hacer aquí si no?

-Disfrutar de la vida mientras pueda- bromeé, y él se rió.

Después de esa conversación, por la noche, lo pensé de verdad. Quizás debería ir a... ver el mundo. No iba a perder nada, así que se lo propuse a mi madre. Ella contentísima por mi decisión, dijo que sí.

Y ahí empieza todo hasta el día de hoy, el día antes de irme.

Nunca llegué a odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora