3 de Noviembre de 1497, ciudad de Sevilla, Reino de Castilla:
El insondable y frío vacío fue reemplazado gradualmente por el agradable calor propio del hogar, que daba la bienvenida al niño mientras recuperaba la consciencia. Su visión, antes atrapada en la observación del negro más absoluto y primordial, se iba tiñendo de leves tonos cálidos que aclaraban su mente. Sus oídos abandonaron un silencio sepulcral para recibir los atisbos de una distante melodía mal entonada.
Poco a poco, los sentidos de Zagreo regresaban a su correcto funcionamiento, dándole la bienvenida nuevamente al mundo de los vivos.
Ahí, en ese preciso instante, los escuetos recuerdos del huérfano regresaron con la fuerza de un huracán, haciendo pedazos las emociones del niño, quien no pudo más que empezar a sollozar ante la memoria de los traumáticos eventos recientes. Nunca pensó que todo se desarrollaría de semejante manera, e incluso tuvo fe en sus posibilidades cuando el líder de los mercenarios se arrodilló ante él, pero fue en balde, y la situación concluyó con su cuerpo apalizado y abandonado en un callejón, a las puertas de la muerte... Teniendo eso en cuenta, no sabía cómo era siquiera posible que estuviera no sólo vivo, sino libre de peligros.
Zagreo se sentía saciado, ni el hambre ni la sed le carcomían, además de que se notaba descansado y, probablemente, en el mejor estado físico en el que nunca estuvo, ¿dónde quedaron sus heridas abiertas y su alarmante fiebre? Tratando de calmarse, el huérfano abrió los ojos y, tras un velo de lágrimas fijó su vista en lo que estaba frente a sí. Craso error.
El terror inundó su corazón y paralizó su cuerpo, a lo que solo pudo reaccionar con el más primitivo grito de puro miedo. La entidad frente a su ser era más peligrosa y poderosa que cualquier furibundo vendedor, mercenario o noble, un ser capaz de arrasar con todo y todos sin que se pueda oponer resistencia, con un poder destructivo colosal y gran facilidad para causar estragos en cualquier parte del mundo en cualquier momento. Aquello que despertaba tal pánico irracional en Zagreo no era otra cosa que...
El Fuego.
Frente a los ojos del niño, se alzaba imponente y poderoso el fuego de un hogar, que danzaba en el aire, mofándose de Zagreo, como si amenazara con extenderse en cualquier momento y acabar con su existencia de una de las formas más dolorosas posibles, llevándose todo lo que pudiera a su paso. Los perturbadores movimientos de las llamas solo aterraban más y más al niño, incitándole a un ataque de pánico.
Los antes reconfortantes sentimientos de agradable calor se habían tornado en el sofocante sentimiento del ardor de la piel. Zagreo apenas podía respirar, algo se lo impedía, y el desconocimiento de la causa solo alimentaba su desazón. Los otrora cálidos y tranquilizantes tintes en su visión eran ahora intensos rojos y naranjas que inundaban su vista y mente, acabando con cualquier pensamiento racional frente a la presencia del todopoderoso elemento.
Los gritos aterrados del infante atrajeron a la sala a un rechoncho hombre que, impactado por la situación, escaneó rápidamente la habitación para, justo después, hacerse cargo de la situación. Rápidamente, tomó un cubo que llenó de agua usada y la arrojó sobre el fuego, sofocándolo al instante.
- ¡Niño! ¡Tranquilízate, el fuego ya se ha apagado! -la aguda voz del hombre sonaba preocupada mientras buscaba alguna reacción en el huérfano, quien había pasado a enmudecer, temblando de miedo, mientras no dejaba de observar la extinta hoguera.
Zagreo aún escuchaba de forma distante la voz de la segunda persona de en la sala, pues estaba intentando gestionar sus emociones lo mejor que podía, con el objetivo de detener las lágrimas que aún se deslizaban por sus mejillas, acompañadas de algún sollozo ocasional. Una muy pequeña pequeña sección de su mente, aquella que aún podía pensar de forma racional, se preguntaba por qué le había afectado tanto la mera visión de las llamas, pero el solo imaginar el elemento hizo que el niño sufriera una recaída, y volviera a derrumbarse, intensificando los lamentos.
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El Heraldo de la Muerte
FanfictionMestizo es el calificativo que recibe un niño nacido de la unión entre un dios y un mortal, y, desde tiempos inmemoriales, miles de estos semidioses han caminado por este mundo, dejando a su paso historias legendarias y eventos inolvidables que les...