El hombre de la familia.

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No mostrar temor. No ceder a los impulsos. No mostrar debilidad ante los demás, sean amigos o desconocidos.

Esos eran los requisitos que un hombre debía seguir cuando alcanzaba la edad de veinte años.

Pero Bruno tuvo que empezar a hacerlo desde los quince.

Proteger a la familia había sido el trabajo de su padre hasta ese funesto día en el que decidió no levantar su espada. Sin municiones, sin fuerzas, solo un hombre contra un grupo de doce enemigos.

Algunos catalogaban esa acción como la de un héroe dispuesto a dar su último aliento por su gente, mientras que para otros; Pedro Madrigal fue un hombre estúpido que no supo retirarse y prefirió ahogarse en la gloria de intentar ser el héroe del pueblo, dejando sola a su esposa y a sus tres hijos.

La gente murmuraba, con palabras incluso más filosas y cortantes que una espada. Y Bruno los escuchaba con el ceño fruncido, al pasar por las calles a caballo. Las cosas que decían sobre su padre, la manera en cómo lo miraban a él también, buscando tan solo un pequeño error para poder juzgarlo.

"Solo ignoralos", le decía su hermana Julieta", los que no van a la guerra se sienten impotentes ante alguien tan valiente como nuestro padre... déjalos ser..."

"Camina recto, con la frente en alto. Debes de inspirar confianza y respeto ante los demás ", le había dicho miles de veces su madre". Ahora eres el hombre de la familia. Cualquier error será la ruina de esta casa ".

El día en el que cumplió dieciocho años, después de un largo periodo de entrenamiento, Bruno obtuvo el título de capitán gracias a sus habilidades. Perteneciendo así al consejo de guerra.

Sin embargo, al ser el más joven en el grupo de líderes, su opinion no solía ser escuchada y solían dejarlo fuera de las reuniones importantes "por accidente".

La guerra ya había durado quince años. Y durante quince años, Bruno tuvo que actuar como un hombre maduro. Apesar de los incendios en las casas, apesar de las heridas en su cuerpo y los callos en las manos de tanto blandir la espada. Sin importar los murmullos de la gente.

Ni un paso en falso. Sereno como las aguas en calma. Y tan frío y cortante como el viento de la madrugada.

La tormenta se acercaba, pero debía mantenerse tranquilo ante el peligro, para así poder guiar a sus hombres a la victoria. Pelear con todas su fuerzas y dar la vida de ser necesario, por el bien de su familia.
Por el futuro de sus hermanas.

-¿Capitán? -se escuchó una voz detrás de él.

-Adelante -respondió él, sin apartar la mirada del papel sobre el cual estaba escribiendo.

-Pido una disculpa por la intromisión.

Se trataba del general Ezra. Un hombre de cuarenta y cinco años, alto, de brazos bien trabajados y excelente habilidad con la espada. Bastante cortés para el rango que cargaba. La mayoría de hombres que Bruno había conocido tenían el ego más inflado que una arepa rellena de queso.

-No se preocupe -murmuró Bruno-. ¿A qué debo el honor de su visita?

-Se trata de sus tropas -comenzó el general.

-¿Qué pasa con ellas?

-El comandante López se ha llevado a la mitad de ellos a una misión en el sur éste de aquí... Me pidió que le informara.

Bruno dejó de lado el papel en el escritorio y frunció el ceño. "Maldito hijo de..." Él siempre era el último en enterarse.

-¡Esos eran mis soldados! Iba a tomar la torre del Sur éste dentro de seis horas ¿Por qué carajos se los llevó sin mi consentimiento?

Aunque, después de todo, casi no era del todo una sorpresa. El comandante Santiago López siempre estaba tratando de ser el mejor en todo, y desde que Bruno entró al consejo, se había vuelto su más reciente y único rival. Siempre regodeandose de los errores de los demás. En especial de los de Bruno.

-Traté de detener su petición. Pero, desafortunadamente, el mayor Emiliano accedió -le dijo el general, sin deshacer su recta postura.

"El mayor... ¿Es que acaso no confían en mí?", pensó Bruno, con rabia y frustración las cuales, el general no alcanzó a ver.

-Me han ordenado que le informara sobre una nueva misión. Al norte de aquí -continuó el general Ezra.

-¿Y con que soldados se supone que acataré la orden?

-Ya hemos mandado a tres hombres para reclutar a veinte ciudadanos en cada pueblo cercano de esta región.

-Aunque ya lo hayan hecho, esos hombres son campesinos comunes. Desconocen el arte de la espada.

-Usted los entrenará...

-¡Tardaré semanas! -exclamó Bruno.

-Si saben disparar con una escopeta, será más que suficiente -dijo un hombre detrás de ellos. Se trataba del mayor Emiliano.

El general Ezra y Bruno se inclinaron ante su presencia, tan pronto lo vieron.

Apesar de ser el hombre más viejo,
Emiliano González recibía el respeto de toda la gente por haberse puesto de pie cuando los enemigos atacaron. Unió a los seis líderes de los pueblos que también estaban sufriendo por culpa de la guerra y juntos le hicieron frente al enemigo.

Sin duda alguna era un hombre que rebozaba fuerza y respeto con solo verlo ahí parado con esa mirada dura y, al mismo tiempo; comprensiva.

-Señor -dijo el general.

-Señor, yo... -Bruno trató de hablar, pero calló de inmediato al ver cómo el mayor levantaba una mano en señal de que esperara.

-¿Quieres que te trate cómo uno de mis hombres de confianza? Pues ganatelo -murmuró el hombre-. ¿Crees que me convenceras con el apellido Madrigal? Necesito ver de lo que eres capáz. Antes de que te lances al campo de batalla, tienes que conocer a tus soldados. Tú confias en tu habilidad de combate, pero la fuerza de un solo hombre no me sirve si no la va a compartir con sus compañeros.

Bruno guardó silencio. Estaba casi al borde de decir algo indebido en precensia del mayor. Pero si lo hacía le traería deshonra a él y a su familia.

El mayor se dispuso a salir.

-Mañana a primera hora, iremos a la fortaleza del sur a reabastecernos de municiones y partiremos rumbo al noréste -el hombre se acomodó los guantes-. Le doy tres semanas para entrenar a sus soldados. Si para ese periodo de tiempo no están listos... puede despedirse de su título de capitán -y antes de salir, añadió:-. El general Ezra se quedará a supervisarlo y me informará de todo lo que pase en esta sección. Absolutamente todo. Así que tenga cuidado, capitán.

Cuando el mayor se fue, Bruno soltó un largo y pesado suspiro. ¿Tres semanas? Él había aprendido a combatir en tres años. A diario y sin descanso. ¿Cómo haría para entrenar a sus soldados?

-Yo también me retiro, capitán -le dijo el general, haciendo una leve inclinación de cabeza a modo de despedida-. Le recomiendo que descanse, le espera una larga labor...

Bruno se quedó solo, con la única compañía de la luz de la vela. Se dejó caer sobre su asiento y trato de calmarse. Pero no dejaba de maldecir el nombre de López. Si no fuera por ese entrometido...

Respira hondo y suelta el aire. Desde hace años que siente que a la hora de respirar, el aire no llega por completo a sus pulmones. Se siente pesado y doloroso el respirar. Se pregunta si es por la edad. Aún siendo el más joven en el Consejo, a sus treinta años ya le comenzaban a salir un par de canas, tal vez era debido al estrés o tal vez ya estaba envejeciendo más rápido de lo que pensó.

Al no poder mantenerse quieto en el asiento y sentir que se estaba sofocando, decidió tomar aire fresco y salió de la tienda. Afuera el cielo estaba cubierto de nubes grandes y negras. En los últimos días había estado así, acompañado de un insoportable calor. Tenía el presentimiento de que un día de esos iba a soltarse una lluvia tremenda que arrasaría con todo.

Solo esperaba que no lo arrasara a él también.

Continuará...

La Mejor Melodía Eres Tú (Mariano X Bruno Madrigal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora