(+18) | all to well.

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Así comenzó otro dolor.

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Habían transcurrido 6 meses después de aquella dolorosa ruptura para Amity, esos días parecían ser un apocalipsis el cual solo empeoraba con cada segundo transcurrido.

Dolor, pena, cansancio, estrés, y una muy profunda alcoholimia la cual la estaba consumiendo. Comía muy poco, y ese poco salía transformado en vómito por el licor.

Reprobó las pruebas del aquelarre del emperador. Su futuro estaba condenándose a un vacío el cual nadie iba a llenar, de igual forma la miseria se veía cerca. No recibía aliento de nadie y para colmo, la renta del pequeño apartamento iba a llegar, y ella sin ningún centavo no justificaría su estancia por más tiempo, y para terminarla de amolar tenía 2 meses adeudados, lo peor del caso era que ese lugar tenía la mala fama de no tener paciencia con gente la cual se atrasaba con los pagos.

Azotó la botella de alcohol contra el suelo, los pequeños vidrios saltaron, al igual que la tapa mientras cubría su rostro, agotada, con grandes ojeras hundiéndose en sus cuencas oculares, mostrando una vida de completo arrepentimiento de parte de ella por conocer a la humana, por dejarla ser el centro de su universo, por haber dejado que ella fuese el amor de su vida y abrirse a ella con todo su corazón, exponiendo cada uno de sus sueños y metas, que ahora, no podría cumplir.

Y por cierto, ¿Habían adolescentes alcohólicos en las Islas Hirvientes? Pues sí, Amity era uno de ellos.

—Me odio —dijo viendo el vacío de la habitación—, me odio, me odio.

Sus lágrimas volvieron a caer, sollozando, lastimando su destruido rostro por la agonía de no descansar por tanto tomar, lo peor de todo era que no tenía con nadie quien afrontar está situación, se sentía abandonada por su propia familia, por sus amigos, su gente. No le quedaba más en su vida, ya estaba contemplando algo macabro, acabar con su sufrimiento desde la raíz, acabar con su vida para no tener que soportar más esa soledad.

Sentía escalofríos, sentía frío en sus piernas y en sus manos, y no un frío cualquiera, era aquel mismo que sintió con las palabras de Luz diciéndole "Ya no te amo", era el mismo que sintió cuando le echaron de casa, el mismo que condenaba a las personas a expiar por la hipotermia, lo peor de todo era que estaba haciendo calor, un calor horroroso de 28 grados en esa tarde.

Siguió mascullando y temblando, quejándose del clima tan helado, y en un intento de querer tener calor se llevó a los labios un cigarrillo, el último que le quedaba por cierto, pero tantos eran sus suspiros que se lo terminó casi tragando, provocando que tosiera por el amargo sabor del estupefaciente, lo vomitó mediante golpes en su vientre. Las arcadas con sangre se cayeron en el suelo conjunto del cigarrillo, después siguió tosiendo, maldiciendo todo a su alrededor.

—¿¡Por qué hace tanto frío!? —se quejaba, frotando de forma brusca sus manos—, maldición que frío.

Sus mejillas y ojos temblaban, y los susurros de dolor se hacían más fuertes, se quedó tirada, escupiendo el amargo sabor que quedaba en su boca.  Sus ojos dejaban caer más lágrimas porque no lograba tener calor, seguía frotando y frotando sus manos y nada, hasta que con mucha ansiedad metió sus manos en sus piernas y continuó, nada tampoco, se estaba cansando, sus brazos se entumecían de tanta fricción, al igual que el resto de su cuerpo y le dolía, hasta el punto de gritar del dolor por no conseguir calor.

—¿¡POR QUÉ HACE TANTO FRÍO!? —gritó molesta y asustada, dolida por todos lados—, porqué... Po-por qué.

Ya no podía continuar, ya ni iba a hacerlo más.

Temblaba y temblaba en el suelo sollozando, sus lágrimas caían de lado por la gravedad, estaba escupiendo sangre y no sabía dónde estaba incluso, dejó de moverse de repente, porque no siquiera el movimiento agitado le estaba dando calor, al contrario, aceleraba su corazón a tal punto que su pecho le dolía al moverse, no iba a poder moverse más.