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Mi domingo no había comenzado de la mejor forma, apenas eran las 8 de la mañana cuando unos molestos ruidos que provenían del apartamento junto al mío provocaron que despertara.

Al parecer mis amados vecinos creían que era una buena idea comenzar a martillar su casa un domingo en la mañana. Estaba cansada de vivir innumerables discusiones, todas y cada una de ellas provocadas por su falta de empatía.

Cada mañana estaba de pie antes del amanecer, debido a que mi trabajo no era precisamente cerca de mi apartamento, lo cual hacía que valorara de sobremanera contar con buenas horas de sueño, por lo tanto mis días libres tan solo pedía un poco de respeto.

Desistí de la idea de dirigirme hacia su puerta y comenzar una nueva sesión de insultos, no estaba con ánimos para eso.

Estiré mi cuerpo dejando escapar un gran bostezo mientras me incorporaba en la cama, la completa oscuridad de la habitación me hizo maldecir al saber que no lograría volver a conciliar el sueño.

Opté por tomar una ducha y comenzaría mi día, a fin de cuentas era mi único día libre y debía aprovecharlo.

Preparé un rápido desayuno y me dirigí a la sala, colocando una gran taza de café frente a mí mientras buscaba algo entretenido en la tv para pasar el tiempo.

Al momento de encenderla algo llamó mi atención, en las notician hablaban sobre nuevas medidas que se implementarían en unas pocas horas en una conferencia de prensa a nivel nacional.

Gracias al maldito virus cada día se tomaban nuevas medidas, contradiciéndose entre sí, estaba harta de escuchar a las personas especulando sobre lo que sucedería mañana, por lo que sin darle mucha importancia cambié de canal, colocando una vieja película que mantendría mi mente ocupada por unos minutos.

Sin notarlo casi dos horas habían pasado desde que decidí sentarme en el gran sofá y observar como el tiempo transcurría, aún con rastros de cansancio en mi cuerpo.

Al menos mis vecinos decidieron dejar de jugar al constructor y el molesto sonido desapareció.

Levanté los objetos para llevarlos a cocina y colocarlos en el lavavajillas, quizás podría considerar la idea de salir a correr para terminar de despabilarme.

Llegando a la conclusión de que era una buena idea terminé por colocarme mi ropa deportiva, un simple pantalón corto y una camiseta holgada fueron los elegidos. Observé mi figura en el gran espejo que se encontraba en la pared justo sobre la cama, notando que debía hacer algo con mi cabello ya que se encontraba completamente desalineado.

La solución más práctica fue hacer una coleta alta, dejando mi flequillo libre, sonriendo al notar que me sentaba mejor de lo que imaginaba.

Desde que tomé la decisión de cambiar el color de mi cabello me sentía un poco insegura, luego de tantos años observando mi reflejo era difícil acostumbrar a mi vista a una nueva tonalidad, pero ahora, luego de unas semanas llegaba a la conclusión de que el negro definitivamente era mi color.

Tomé mi móvil y los audífonos, conectando estos y guardando el objeto en un pequeño bolso que llevaría conmigo, estaba lista para salir, pero cuando mis pasos llegaron a la puerta un sonido llamó mi atención.

Antes de llegar al mí destino dos golpes se escucharon del otro lado de esta, tomándome por sorpresa ya que no esperaba vistitas. Tal vez se trataba del molesto John buscando comenzar una nueva discusión, pero eso no tendría mucho sentido ya que nada había sucedido en estas horas.

Con algo de duda decidí abrir, debía tratarse de alguna persona del edificio, ya que solo nosotros teníamos permitido el ingreso, por lo que no me preocupaba que se tratase de algún extraño.

C-19 - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora