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Alice estaba sentada con su móvil, bajo un árbol cualquiera. No había muchas cosas por hacer, nada que decir, nada para admirar. Solo visualizaba las nubles grises, la tormenta era cuestión de segundos para que bañará a esa tóxica ciudad. Luego, estaba aquella rara chica de los labios rojos, y los ojos verdes. Era extraña por diversas razones, era rara, diferente, era casi perfecta para Alice. No tenía idea de como presentarse delante de ella, ni mucho menos como interactuar con esta, pero moría de ganas por conocerla y saber que pensaba. Esa extraña chica llevaba horas mirando el río, mirando el cielo nublado. Alice no es una chica con paciencia, y la desesperaba no saber que ocurría.

Alice caminó hasta la chica de cabellos castaños, se sentó a su lado sin previo aviso y le dedicó su mejor sonrisa, rogando porque esta la aceptará, porque no quería comenzar a llorar delante de nadie por un simple rechazó. Pero para su fortuna, la chica le respondió con una pequeñísima sonrisa. Llevaba brakets y le sentaban a la perfección.

-¿Tienes ganas de llorar?-Preguntó Alice mientras observaba las uñas despintadas de la chica.

-Tengo ganas de morir, si.-Respondió fríamente ella. Se giró para observar a la extrovertida Alice, a la cual le entregó una pequeña risa-Es solo un día de mierda, mañana todo deberá de mejorar.

-¿Y que si no mejorá? Todo puede empeorar también, hay que estar preparada para enfrentarse a todo-Alice explicó mientras sacaba de su bolso negro una caja de leche fría. La caja era fucsia y tenía una vaca volando.

-Todo tiene que mejorar algún día... mira a esa vaca, es feliz, no se queja de estar quieta por siempre en un estúpido envase de leche.-comentó la chica mientras veía como Alice abría la caja y le colocaba un sorbete azul.

-Las vacas no tienen dentro de lo normal, conciencia. No saben cuando las matan, o como las matan. Simplemente las asesinan con crueldad y mueren sin saber que ocurrió.-Alice comenzó a beber la leche y sonreía mientras el liquido frío jugaba en su boca.

-Me gustan las vacas moradas, o las que tienen los ojos como espirales y huelen a hierba-Le dijo la chica mientras comenzaba a reírse.

-Bien, me encanta la leche de las vacas locas-Gritó Alice mientras subía sus brazos y continuaba bebiendo de la caja rosa, mientras mordisqueaba el sorbete.

-¿Porque me hablas? ¿Acaso crees que te puedo llegar a acompañar en la soledad de esta tarde-noche?-Preguntó la chica curiosa.

-En realidad me intrigaba demasiado el porque de tu mirada triste. ¿Me responderías? Podría volver a mi casa, contenta.-Alice dejo de beber la leche y la miró con serenidad, mientras la otra chica comenzaba a reír.

-Mi cara triste, es malhumor, el malhumor es culpa de la depresión y una cadena que nunca acaba. ¿Amigos, familia, estudios? Todo eso apesta a mierda.-Le dijo a chica.

-Las vacas no son inteligentes, pero son tiernas y bonitas. ¿Has visto una vaca llorar? No, claro que no, ellas solo comen. Eso es vivir a lo grande.-Dijo elevando el tono de voz, Alice. Entonces volvía a beber su leche. La otra chica sacó de sus pantalones una caja de cigarros y sacó uno con los dientes y más tarde un pequeño mechero fuccia. Dejo que el humo se le filtrara por la nariz y la boca, para intoxicar sus pulmones y expulsarlos por las fosas nasales. Alice le pidió un cigarro y esta se lo otorgó extendiendo el paquete de tabaco.

-¿Quieres leche de las vacas suicidas?-Preguntó Alice extendiéndole la caja de leche, mientras ponía el cigarro en su boca.

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⏰ Última actualización: Apr 16, 2015 ⏰

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