El primer ataque

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-Au! Demonios!- me quejé al momento de sentir un pellizco en la pierna, miré a mi alrededor, aunque ya sabía que estaba sola- Qué demonios?- dije sobándome el lugar afectado.

Era domingo por la tarde, así que estaba sola en la mansión. Amaba estar sola en la mansión, nadie me molestaba, sin ruido, etc. De repente escuché que la puerta principal se abría...tal vez era Teresa. Teresa era como mi abuela.

Sí, soy la típica adolescente rica que nunca ve a sus padres, es hija única, y su ayudante (no me gusta decirle..."sirvienta", me hace sentir como si le estuviera juzgando por trabajar en la mansión) es al mismo tiempo la persona que se encargó de criarla. Sí, lo soy.

-¿¡Teresa!?-grité, sin respuesta-¡Teresa!-insistí sin éxito. Decidí bajar a ver qué sucedía. Mala idea. Asomé la cabeza por la puerta de mi cuarto que quedaba en la segunda planta, la recámara tenía vista a la primera planta. No vi nada, así que decidí sacar todo el cuerpo. Segunda mala idea. Salí del cuarto y me asomé en las escaleras para ver, vi que la puerta estaba medio abierta y seguía moviéndose como si acabaran de entrar. Sentí un aire ligero, como el que indica que algo o alguien pasó. Lo único que recuerdo después de eso, es que sentí un golpe en la cabeza que logró hacerme caer inconsciente.

-Señorita, señorita-logré escuchar mientras dos delicadas y suaves manos me sacudían con desesperación. Abrí los ojos un poco desorientada al mismo tiempo que me sentaba y sobaba mi cabeza, justo donde me habían golpeado hace...no sé cuánto tiempo -Señorita!-Teresa me abrazó como si no me hubiera visto en 1000 años.

-¿Qué pasó, Teresa?

-No lo sé, señorita, usted dígame, yo llegué y la encontré tirada aquí- me contestó todavía sobresaltada- Necesita algo, señorita?

-¿Podrías traerme un té, por favor, Teresa?

-Por supuesto, señorita- se levantó para después ayudarme a mí. Se me dobló el pie, lo que me impidió levantarme sola. Teresa me obligó a ponerme hielo tanto en la cabeza como en el pie. La quiero porque me cuida y de verdad se preocupa por mí.

Tendré que quedarme en cama. Pero no entiendo algo: por qué sentí ese pellizco si estaba sola en la mansión? Por qué se me dobló el pie si estaba lo suficientemente fuerte como para levantarme sola y no me dolía? Duele como si me lo hubieran doblado a propósito, pero no puede ser porque en la mansión sólo habíamos dos personas: Teresa y yo...

Muñeca vudúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora