Habla ahora, o calla para siempre.

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El cielo estaba completamente despejado, con el sol brillando casi en su punto más alto, sin embargo, no era un día caluroso ni tampoco uno frío. Era el clima ideal.  Aquella que controla los vientos y lluvias se había asegurado de que así fuera. Después de todo, hoy, todo debía salir de maravilla tal y como se supone debe ser.

El bullicio se escuchaba, invitados vestidos de manera formal y elegante se podían ver yendo de manera apresurada a la plaza del pueblo y a lo lejos, el campanario de la iglesia se podía escuchar repicando, anunciando que en pocos minutos el evento más esperado, y también más sorpresivo, para los habitantes del Encanto y los mismos Madrigal, daría inicio.

Dentro de la iglesia, listos para recibir la misa ya se encontraban los miembros de dicha familia, acompañados de algunas personas cercanas que habían sido invitadas a tan maravillosa ceremonia. Entre ellos se divisaban en las diferentes bancas amigos cercanos no solo de la familia mágica sino también de la segunda familia protagonista de dicho evento.

En las primeras bancas se encontraba la matriarca del clan procurando que todo estuviera "en su punto", como dirían los viejos, acompañada de otra señora de edad aparentemente muy cercana a ella, derrochando felicidad a simple vista. Ambas estaban hablando entre sí con una notoria alegría.

—¡Ay Alma! no me puedo creer que este día al fin llegase — Se escuchó decir a la señora de ropa elegante junto a la abuela Madrigal.

— ¿Y me lo dice a mi Clarita? Llevo esperando a que mi niño por fin de el gran paso por lo que se siente una eternidad — Expresaba la abuela aún más alegre, si fuera posible.

—Ay mamá no seas exagerada, todo tiene que pasar a su tiempo, y lo importante aquí es que Brunito al fin encontró a la chica ideal para pasar el resto de sus años — Se escuchó comentar desde la banca de atrás a la mayor de los trillizos Madrigal con voz jovial mientras se inclinaba un poco hacía adelante y ponía una mano en el hombro de su madre como muestra de afecto, a lo cual está solo le devolvió la sonrisa, mientras miraba hacia atrás haciendo un barrido con la mirada para divisar a todos sus familiares.

—No exagero mija, a los 56 ya es más que buen tiempo para formar una familia, por poco más y pienso que lo dejo el bus — Rio Alma mientras le respondía a su hija — Por cierto mija, ¿Dónde está Mirabel? No la veo por ningún lado — Volvió a hablar, girándose casi por completo para tener una mejor vista de las personas ubicadas en la parte de atrás. Continúo pasando la mirada por cada una de las bancas de madera donde estaban los miembros de su familia, asegurándose que no faltara nadie.

— No sé mamá, se suponía que iba a venir con nosotros, pero dijo que no había terminado de arreglarse así que Agustín y yo nos adelantamos — Julieta se inclino un poco a la derecha, por encima de su esposo, quien estaba a su lado escuchando, para llamar la atención de su hija mayor y poder preguntarle mas fácilmente — Isa ¿Mirabel no venía contigo? — habló llamando la atención de la morena.

— No Ma, yo me vine con Luisa, Camilo y Toñito, creo que ella se quedó atrás con Dolores y Mariano que eran los últimos — Le respondió con cara confundida para luego mirar hacia las bancas de atrás buscando a su hermana menor.

Julieta imitó a su hija no solo buscando a Mirabel sino también a Dolores. La vio dos puestos atrás, sentada junto a su esposo. A su lado estaban Camilo y Antonio, y al otro lado Pepa y Félix, pero ni rastro de la morena de lentes.

Iba a levantarse de su lugar para ir a preguntarle a su sobrina por Mirabel, o al menos pedirle que escuchara en dónde diablos se había metido esa muchachita a tan pocos minutos de que iniciará la ceremonia de matrimonio, pero fue detenida a medio camino por una ligera campanita que venía del altar, anunciando la salida del cura y por ende el inicio de la misa.

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