Se levantó como de costumbre pero el cuarto ya no era el mismo. Esperó una llamada que nunca llegó y ahí explotó en llanto.
— Vamos — suplicó al viento sin que nadie escuchará.
No estaba ese buenos días que siempre escuchaba de él, no estaba ese tono alegre a pesar de ser las 7 de la mañana. Extrañaba levantarse por la canción que tenía de tono de llamada, que por el despertador de su teléfono.
Y solo había pasado un día.
Con los ojos hinchados miró a su alrededor, el sonido del reloj se hacía cada vez más fuerte y los carros de la calle comenzaban a desaparecer, ¿Había estado bien?
Claro que no.
El estómago le comenzó a doler, quería vomitar. Mientras más pensaba en todo lo que había pasado, más se sumergía en la idea de que lo estaba perdiendo todo. Lo amaba, lo amaba como no tienen idea, el dolor calaba hasta sus huesos pero no podía quejarse, el había preparado cuidadosamente ese veneno que lo estaba torturando de poco a poco.
Todo transcurrió como siempre, excepto ese cálido abrazo que recibía en las mañanas y el beso en la mejilla pícaro antes de salir del auto, nada estaba yendo de manera normal.
Se recostó en el volante tratando de ocultar su rostro avergonzado, ya no tenía 15 años para estar haciendo estas escenas antes de entrar al trabajo, pero dolía.
Extrañaba como nunca a esa persona especial que con unas simples palabras volteaba su mundo entero volviendo todo colorido, extrañaba su voz tan perfecta para él, cuando lo llamaba por las noches para aunque sea decirse una que otra frase cliché.
— Llámame — dijo en un quejido — Por favor — esperó por un tiempo pero nada pasó.
Se limpió con un pañuelo los ojos y salió del auto para seguir con su día. Ese día no estuvo con ganas ni de mover un dedo en el trabajo, todo se escuchaba borroso y su atención estaba en ese aparato encima de su escritorio, lo desbloqueaba cada cierto tiempo para ver si algo llegaba, pero nada hizo que la pantalla se iluminara, nada prendía una pequeña luz en su corazón.
— ¿Y si yo...? — se negó rápidamente, él había terminado eso, no quería que pensara que solo jugaba con sus sentimientos.
Las horas pasaron tortuosamente lentas, el trabajo terminó y se dirigió directamente a un parque cercano para poder tomar un poco de aire.
— ¿Qué me pasa? — frotó las palmas de sus manos mientras veía como algunas personas paseaban libremente frente a él. No sabía si lo que apretaba su garganta era la corbata o las ganas de llorar en ese momento, pero por si acaso aflojó un poco el nudo.
No era la corbata.
Respiró hondo y dejó caer sus brazos en sus piernas, a lo lejos juró escuchar la voz de su amado pero el viento se llevó el sonido melódico. Había sido tan ligero que no quiso ni hacer el intento de buscar con la mirada a pesar de haberlo sentido tan adentro de su corazón haciendo revuelo y apretujando el latente órgano.
Cerró los ojos y comenzó a dejar caer sus lágrimas, nadie le veía la cara y llorar ahí era mejor que hacerlo en su habitación vacía, dentro de cuatro paredes frías que esperan nada de ti. Se dejó ser por unos minutos, hasta que su teléfono sonó.
— ¿Sí? — dijo sin siquiera levantar la cabeza, escuchando como su compañero hablaba al otro lado de la línea sobre documentos y futuras reuniones.
Se levantó del asiento y caminó nuevamente a su lugar de trabajo, mientras daba aquellos tortuosos pasos, simulaba escucharlo. Vio su auto desde lejos y siguió asintiendo a lo que le decían con tanto esmero, se sintió mal de estarlo ignorando.
Entró a su auto, cerró la puerta y puso la llave.
— Te llamo en otro momento, voy a manejar — colgó después de escuchar como su compañero asentía y se despedía.
Arrancó y manejo en silencio hasta su casa.

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No Title
RomanceTe he extrañado tanto que duele. | Esta historia no tiene nombres asignados, los lectores pueden poner los nombres a los personajes como más se acomoden |