—Disculpe, ¿es usted Ángela Domec? —Fue lo primero que escuchó al descolgar la llamada de su móvil.
—Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?
—Buenas tardes. Me llamo Malena Marlon, soy abogada. Quería informarle que es usted heredera de una casa, por parte de su bisa tía abuela, no sé si dice así. Pero bueno, ya me entiende, una parte de su familia. Usted y su hermana son los últimos descendientes legítimos.
—Perdone. ¿Esto es algún tipo de broma?—Por supuesto que no. Le mandaré un WhatsApp con la ubicación de mi bufete. Les espero mañana a las diez de la mañana. No he podido contactar con su hermana. Les ruego que se presenten, tenemos que hacer todos los trámites cuanto antes.
—Bien. Nos veremos mañana.
Ángela miró extrañada la pantalla de su móvil. ¿Cómo que era heredera de una casa? Tanto ella como su hermana Patricia, no tenían mucha familia. Sus padres habían muerto cuando eran jóvenes y ambos eran hijos únicos. Es cierto que alguna vez su madre le había hablado de que su bisabuela tuvo muchos hijos, pero... eso fue hace bastante tiempo. Ángela la única familia que conocía y quería era su hermana y su cuñado Miguel.
Desbloqueó el móvil y llamó a Patricia para contarle lo sucedido. Si era cierto, no se debía perder la oportunidad de heredar una casa.
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Al día siguiente, caminaban hacia el despacho del abogado Marlon.
—Me parece muy extraño —dijo Patricia mientras subían las escaleras del edificio hasta el primer piso.
—Bueno, vamos a ver qué nos dicen. Y según lo que nos plantee podemos aceptar o no. Las herencias se pueden rechazar.
—Sí. Eso me ha dicho Miguel.
—Pues ya está. Respira. No vayas a la defensiva, que te conozco —le advirtió Ángela.Las dos entraron en el bufete. Un secretario les guio hasta el despacho principal. Allí esperaba una mujer muy elegante sentada tras un escritorio del siglo XVIII.
—Buenos días. Siéntense por favor. Raúl, por favor tráenos unos cafés.—A mí, un poleo-menta, si puede ser —pidió rápidamente Ángela.
—Por supuesto. —Observó a las dos hermanas un segundo. Después sacó un montón de papeles y una carpeta que parecía unas escrituras.
—Supongo que estarán sorprendidas. Yo también aluciné un poco cuando me llegó el caso. Bien, les pondré en antecedentes. Hay una propiedad al norte de la ciudad. Durante muchos años ha sido propiedad del Ayuntamiento, ya que la expropiaron sin ninguna razón aparente. Bueno, ya saben, lo que hacen algunos partidos políticos. Pero eso no es el caso. Resulta, que el Ayuntamiento, con su política de privatizar todo, ha descuidado muchísimo los terrenos y finca, que son de gran interés histórico. Una asociación que aboga por los derechos de conciencia histórica se puso a indagar y dieron con el pastel. La expropiación fue realizada de manera ilegal. Por lo tanto, las herederas más directas por legado familiar son las que tienen derecho a reclamar la hacienda.
—Entonces... un antepasado nuestro. ¿Era rico? —preguntó Ángela.
—Sí. Así es. Más concretamente. —Rebuscó entre los papeles—. Doña Eva Elvira de la Villarrosa. He de ser sincera, los terrenos no están en perfectas condiciones. Y la casa... Bueno debería verla un perito y hacer un informe. Pueden rechazar la herencia y se pasaría a subastarla. O también pueden invertir en ella y venderla. Lo que quieran. Pero mi deber como abogada e historiadora es darles a conocer este hecho.
—Vaya...No sé muy bien qué hacer. Puede que nos endeudemos de por vida si aceptamos. —Patricia miró a su hermana pequeña.
—Sí, pero creo que podemos arrepentirnos si no aceptamos. Y siempre podemos vender...
—Está bien. Creo que es una absoluta locura, pero aceptamos.
Ángela no pudo contener la emoción y abrazó con fuerza a su hermana. A los treinta años habían heredado una casa y no cualquier casa. Se trataba de la Mansión de la Cueva del Rey.
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Habían pasado unos días desde que se habían firmado todos los papeles. Las dos hermanas junto a Miguel se desplazaron al norte de la ciudad. Aquellos terrenos aún conservaban el encanto de las grandes mansiones. Enormes construcciones cuyos vecinos más cercanos estaban a más de un kilómetro.Los tres no podían ocultar su emoción. Como había dicho Patricia puede que se endeudaran, pero Ángela tenía una corazonada. Aquella propiedad cambiaría sus vidas.Entraron con el coche traspasando la puerta de hierro principal. Tardaron unos tres minutos en recorrer el camino hasta la mansión. Era gigante.
—¡Madre mía!—exclamó Ángela al bajar del coche—.
¿Esto es nuestro?—Ya sabía yo que había dado un pelotazo al casarme contigo— bromeó Miguel abrazando a Patricia.
—No os emocionéis. Tenemos que esperar la valoración del perito.
—Patri... No seas aguafiestas —protestó Ángela entrando en la casa.—Voy a dar una vuelta a los terrenos ahora entro —dijo Miguel.
Las dos hermanas entraron en la casa. Estaba algo oscura, tenía mucho polvo y olía a cerrado. Caminaron por el vestíbulo principal. El suelo estaba en mal estado. Se soltaban las tablillas y crujía al pisar. Sin embargo, el descuidado de la mansión no le quitaba ni un ápice de encanto y magnetismo.
—Esto es lo mejor que nos ha pasado en la vida. En serio Patri. Va a ser maravilloso. Y creo que convertirlo en un hotel histórico. Es lo mejor que podemos hacer.
—¡¿Cómo que un hotel?! ¡Qué es esa desfachatez! ¡Pardiez! —Una estridente voz sonó tras ellas.Las dos hermanas se sobresaltaron. Pues la voz no era de Miguel, ni mucho menos. Ambas se giraron lentamente. Abrieron los ojos de par en par, pues ocho fantasmas las miraban con cara de pocos amigos.
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Fantasmas en mi mansión
FanfictionUna historia de fantasmas. Inspirada en la serie de Fantasmas. Me gustaría que los lectores participen activamente en el transcurso de la trama y en el desarrollo de personajes. Al final de cada capítulo pondré unas preguntas para poder seguir la h...