Jeon Jungkook ha pasado toda su vida anhelando encontrar su lugar en el mundo, construyendo una personalidad magnética que atrae a todos a su alrededor. Sin embargo, todo lo que creía conocer se ve desafiado cuando se encuentra con Kim Taehyung, cuy...
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Después de que la hora del almuerzo llegara a su fin, Taehyung se armó de valor y finalmente decidió abandonar la enfermería. Aunque su mente parecía un remolino de pensamientos, lo cierto era que la intranquilidad de que su refugio pudiera haber quedado abierto pesaba más que el recuerdo del beso compartido con Jungkook. El simple pensamiento del azabache seguía erizándole la piel, pero trató de acallarlo. No podía permitirse distraerse más.
Se asomó con cuidado, inclinándose ligeramente mientras su mirada barría ambas direcciones del pasillo. El corredor estaba vacío, tan silencioso que podía escuchar el eco lejano de voces amortiguadas en las aulas. Y satisfecho de no encontrar señales de nadie, finalmente cruzó el umbral.
Con cada paso que daba, sentía una mezcla de tensión y cautela. No confiaba en su suerte, pero sí esperaba —quizá demasiado fervientemente—, que Jungkook ya no estuviera rondando por ahí. Sus ojos recorrían los pasillos con precisión, asegurándose de que cada esquina estuviera despejada antes de seguir avanzando. No era miedo lo que lo movía, sino la necesidad de evitar un encuentro que lo obligara a enfrentar aquello que ni él mismo terminaba de comprender.
El pasillo estaba vacío cuando Taehyung caminó por él, pues la mayoría ya se encontraba en clases. En otros tiempos, habría sentido un leve peso de culpa por evadir sus responsabilidades, pero no hoy. Aunque solía saltarse las clases con frecuencia, antes al menos era consciente de las posibles consecuencias. Ahora, sin embargo, parecía que ya no le importaba tanto.
Se apresuró con pasos ligeros hacia su refugio, con el corazón martillándole el pecho. Al llegar, se detuvo frente al cristal de la ventana, cubierto por una capa de polvo y suciedad que lo hacía prácticamente opaco. A pesar de ello, entrecerró los ojos en un esfuerzo por vislumbrar cualquier movimiento en el interior, sabiendo que, si alguien estuviera allí, al menos una sombra o una mancha delataría su presencia. La ausencia de cualquier señal lo tranquilizó un poco, aunque no del todo.
Tomó aire y avanzó hacia la puerta. Extendió una mano temblorosa hacia la manija, probándola con un ligero giro. La resistencia del seguro le hizo exhalar aliviado. Al menos Jungkook la había cerrado antes de marcharse. Con movimientos rápidos, sacó la llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura. El chasquido del seguro al girar fue un sonido breve, pero reconfortante. Abrió la puerta lo justo para deslizarse al interior y, en cuanto estuvo dentro, la cerró de golpe, echando el pestillo con manos ligeramente temblorosas.
Se dejó caer al suelo con un movimiento pesado, como si todo el peso de los últimos acontecimientos lo aplastara de golpe. Apoyó la espalda contra la puerta cerrada, permitiéndose un momento para respirar en la tranquilidad de su refugio. Un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios, aliviando parcialmente la tensión acumulada en sus hombros. Por fin estaba solo, aunque su mente aún se sentía como un torbellino descontrolado.
Sin quererlo, su mirada se dirigió a la silla en el centro de la habitación, aquella que ahora parecía cargada de un significado distinto. Fue ahí, hace apenas un rato, donde todo ocurrió: el beso. Cerró los ojos para no pensar en ello, pero la imagen regresó con una claridad abrumadora, como si su mente quisiera torturarlo con el recuerdo. El chico nuevo, tan directo y tan inesperado, había invadido su espacio personal de una forma tan intensa que aún podía sentir el eco del contacto en sus labios.
