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-¿Te da cosquillas?
La voz que se escuchaba al fondo sonaba suave y relájate, te tranquilizaba poco pero de nada servía si con esos roces todo se desmoronaba y te ponía ansiosa.
- No...
- ¿Tienes frío?
Negaste con la cabeza, no estabas del todo satisfecha con la situación ya que no veías nada, pues había algo cubriendo tu visión.
- Sigues negando pero todo tú cuerpo solo se mantiene temblando.
La yema de sus dedos fríos comenzaron a recorrer tu abdomen como si estuvieran queriendo entrara en calor, paso ambas manos a tu cintura para subir y bajar con caricias debido a que las curvas que tenías parecían llamarlo.
- Me preguntó.... ¿Que tanto puedo hacer contigo? - Murmuró y como respuesta obtuvo un gemido.
Moviste ligeramente la cabeza al lado izquierdo por lo que el hombre frente a ti tuvo el lóbulo de tu oreja y no dudo un morder de ella, soltaste un gruñido al sentir el tacto de sus dientes en una zona muy delicada, te quedaste en silencio sin responder a su pregunta y fue en ese momento en donde paso su sus labios a tu cuello para comenzar a repartir besos.
Su mano izquierda viajo por tu cintura y comenzó a bajar lentamente hasta llegar a tu zona intima, comenzó metiendo dos dedos en tu interior, provocado la fricción de ambas pieles, y que de tu boca salieran toda clase de sonidos lascivos le estaba hacieron perder la poca cordura que a un sujeto como él le queda. Levantó su vista para ver tus expresiones y él podía jurar que aún con esa corbata cubriendo gran parte de tu rostro él era capaz de ver finamente los gestos que hacías.
- No, no hagas eso con tus lindos labios. - con su mano derecha presionó ligeramente la zona con el dedo pulgar.
Al verte en esa posición tan "humillante" no podía evitar sentirse excitado pero la gota que derramó el vaso fue cuando moridiste su dedo para llamar la atención. Él mayor no dudo en introducir más a fondo el pulgar, quería comprobarse asimismo cuan lejos podías llegar
Aquella fría noche, tu cuerpo sintió un placer inmenso, no era la primera vez que lo hacías, pero si era la primera vez que terminabas satisfecha con cada embestida que llegaba hacía tí tocando lo más profundo de tu interior.
Luego de entregarte a ese hombre y despertar al día siguiente, tus caderas dolían y había muchos moretones sobre tus piernas, mordidas al rededor de tus muslos y pechos, sobre todo, quedaban algunas marcas de arañazos.
Miraste el lugar y después comenzaste a mover las sábanas en busca de esa misteriosa persona, pero no estaba, el lugar estaba casi deshabitado y tú eras la única persona en aquel sitio.
No importa que tanto buscaras, ese hombre se había marchado sin dejar ni un solo rastro de su existencia en esa habitación, te maldecias a ti misma por no ser capaz de recordar su rostro, las cosas que bebiste con él fueron demasiadas y apesar de intentar recordarlo solo había un recuerdo vago de su voz.
