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4 de diciembre 

Según cuentan las leyendas, Rebeca se estaba preparando para su boda con Manuel, pero, tres días antes, él salió al mar y, al parecer, quedó atrapado por la tormenta Priscila, en el Pacífico, y perdió la vida, dejando a la mujer devastada.

Rebeca pensó que Manuel la había abandonado, así que, consumida por el dolor, se puso su vestido de novia y caminó a la playa, donde se quedó a esperar a su novio desaparecido, y todos los días volvía al mismo lugar con la esperanza de volver a verlo. Se dice también que las personas locales le llevaban comida, mientras ella vendía ropa que tejía para muñecas.

Rebeca eventualmente fue encontrada por su familia y algunos guías de turistas cuentan que ella murió en 2012 a los 63 años, y sus cenizas fueron esparcidas en el muelle para que pudiera reunirse con Manuel.



El sol entrando por su ventana fue lo que lo despertó. Otra vez, como en los últimos meses, se levantó, se vistió y salió a su espera.

Una espera que lo envejecía por fuera y lo mataba por dentro. Cada día sin él era como una pesadilla de la quería despertar, solo que era real y nadie podía despertarlo.

Sin ánimos se dirigió a la sala de su casa para sacar un cofre lleno de fotos.

Quien diría que serían las únicas pruebas de que no estaba loco.

Con lágrimas en los ojos limpio el polvo del cofre y recordó momentos en los que vivía feliz imaginando un futuro junto a él. En la mayoría de las fotos él lo miraba con esa sonrisa que sabía regalarle. La sonrisa que admiraba todos los días ahora solo formaba parte de sus recuerdos, ya no estaba ahí.

No estaba junto a él.

—¿Te acordas de la canción que solías cantarme? —preguntó con la foto en sus manos. Una lágrima cayó y rápidamente la secó con la manga de su traje.

Si no regresaba jamás al menos conservaría aquella foto intacta.

Sin manchas.

Sin tristeza y mucho menos... sin dolor.

Besó la foto por última vez y la devolvió a su lugar original. Cerró el cofre y abrió la puerta.

Una brisa ligera lo recibió.

Por lo menos el clima era bonito pensó.

Sus piernas se movieron solas mientras él se deshacía del saco que, meses atrás, creyó usaría para conmemorar uno de los días más felices de su vida.

Una vez en la orilla sintió un escalofrío que subía desde su espalda baja. Su corazón latiendo más rápido de lo usal y un nudo formándose en su garganta.

—Jisoo, mi amor, esperáme un poco ¿Si? Estoy en camino —dijo mirando el mar.

El agua estaba más fría de lo que esperaba pero no le importo, a este punto nada importaba. Siguió caminando hasta que el agua cubrió sus hombros y supo que no había vuelta atrás.

Cerro los ojos para oír por última vez el sonido del mar.
Era irónico como amaba ese sonido y a la vez lo odiaba.
Amaba el mar, razón por la que Jisoo le obsequio una casa frente al mar.

Pero ahora, no era más que un traidor.
Un traidor que permanecía ahí, a lo lejos, recondandole lo miserable que era al haberle arrebatado a quién más amaba.

—¿¡Porque te lo llevaste si no pensabas devolverlo!?

Y oyó un grito. Se estaba quedando sin tiempo.

—Jisoo, te ame con todo mi corazón... —dijo entre lágrimas —. fuiste lo más preciado que pude tener y lo más importante para mi. Mi corazón es y siempre será tuyo, sin importar donde estés. El motivo por el que pude sobrevivir todos esos meses era la esperanza de verte una vez más, de besar tus dulces labios y sentirte en cada rincón de mi piel. Te entregué cuerpo y alma pero la vida te alejó de mí de una manera cruel. Ahora que estamos por vernos sé que voy a poder ser feliz y hacer todas las cosas que acá no pudimos —dijo cerrando los ojos esperando que al abrir sus ojos el estuviera ahí.

—Jeonghannie

Y lo vio.

Esa sonrisa que tanto anhelaba volvió a aparecer delante de sus ojos.

Estaba ahí, era real. 

en el muelle de San Blás (jihan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora