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Nueva casa ¿por qué trae un gato incluido?

Katsuki se acababa de mudar a ese vecindario, pero desde que llegó, todas las malditas mañanas sin falta un gato blanco con rojo se parecía en su ventana.

Los primeros días no le dio mucha importancia, pues en su antiguo departamento también se aparecían gatos de vez en cuando buscando comida. 

Pero cuando los días pasaron y el gato siguió allí aunque no le diera comida, se convenció de que no planeaba irse. Talvez el antiguo dueño de esta casa lo alimentaba y se le hizo costumbre esperar pensó al notar al animalito sentado en la ventana.

Siempre le habían gustado los animales, pero nunca había adoptado uno ya que no tenía demasiado tiempo para cuidarlos. Pero como los gatos eran más independientes pensó que talvez era una señal y que podría ser una buena forma de tener una mascota.

Así fue como compró un par de platos para gato y los acomodó en el balcón. Todas las mañanas antes de irse, se aseguró de llenar los platos con agua y algo de salmón para el minino, o si tenía tiempo le daba un poco de carne con salsa. Y aunque no iba a admitirlo en voz alta, con el paso de los días se había encariñado con el felino.

Simplemente le gustaba la tranquila compañía que le brindaba. Era refrescante a comparación de los alborotadores que tenía como amigos que lo drenaban de toda energía.

Con el gatito en su casa, estableció una nueva rutina para su día a día. Lo alimentaba, le daba un par de mimos y después se iba a trabajar, luego llegaba a casa y cenaba o veía las noticias en la compañía del minino. 

Sin embargo aunque al inicio el gatito solo iba a la ventana o a su regazo, con el paso de los días empezó a pasearse por su casa. Pensó que simplemente se estaba habituando a su nuevo hogar, pero a veces el gato hacía cosas que lo hacía sentir que lo estaba evaluando.

Tsk, que absurdez

Desestimando sus sospechas, decidió seguir como si nada estuviera pasando y siguió manteniendo cerca al gatito, dejándolo que explore a su gusto. Pero, más tarde cuando el gato empezó a llevarse sus cosas, empezó a arrepentirse de sus decisiones.  

De seguro como lo dejé a sus anchas, agarró demasiada confianza y ahora se cree dueño de mi jodida casa pensó con algo de molestia al verle robar desde periódicos, pantuflas y su misma comida. Pero por una vez en su vida trató de ser razonable. Lo de la comida podía entenderlo, talvez simplemente lo que le daba no estaba llenándolo ¿Pero lo otro? 

Bueno, a lo mejor los usa de juguetes, qué se yo. Igual no es como si me hicieran demasiada falta, puede quedárselo si quiere.

Así que lo dio una ración extra y compró pantuflas de repuesto. Quería que el gato se sintiera en suficiente confianza como para que pudiera bañarlo sin estresarlo y llevarlo al veterinario para una revisión. Aunque de hecho esto último talvez no fuera exactamente necesario.  

Obviamente lo había revisado cuando llegó, y sabía que no tenía pulgas y tampoco se veía lastimado o en condiciones de calle, por lo que era altamente probable que ya tuviera un dueño que lo hubiera llevado al veterinario a vacunar y esas mierdas, pero no le importaba. Era su jodida mascota ahora, y no se fiaba de que su otra familia lo estuviera tratando adecuadamente. Es decir, por algo el gato se la pasaba más en su casa ¿no? 

Siguió dándole comodidades al felino, hasta que un día el condenado gato decidió llevarse su toalla. Decidió entonces que definitivamente tenía que poner límites de manera urgente antes de que el gatito se volviera un problema.

MascotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora