Prologo

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Su respiración cada vez se volvía más pesada e intentaba contener los sollozos que intentaban brotar desde el fondo de su pecho. La iban a encontrar y seria chica muerta, no debería haberse metido allí, no debería haber confiado en el pero ya era tarde y todas las cartas estaban echadas.

Llevándose una mano al pecho para calmar su acelerado corazón se asomó desde su escondite detrás del camión de carga para observar la salida que se hallaba a unos cinco metros. Si conseguía correr más rápido que las balas probablemente podría huir directo a el aeropuerto donde la esperaban. Cerro con fuerza los ojos y conto hasta diez. Sus labios se movían con lentitud mientras articulaba los números en voz baja al llegar al ocho asomo la cabeza nuevamente. Tomando una lata y lanzándola en dirección contraria de donde ella estaba, los guardias de inmediato comenzaron a correr en esa dirección dándole pie a ella para deslizarse de a poco.

-diez-murmuro lista para correr pero una mano atrapo su cabello y tiro de ella hacia atrás brutalmente. No había vuelta tras estaba atrapada.

-Diez son las veces que te advertí que no te metieras donde no debías, Emily Giddens- Esa voz murmurando en su oído le dio escalofríos y no como los que le producía antes, no, ahora le daba miedo. No podía creer que alguna vez había creído que era buena persona, no podría creer que la hubiera engañado con esa fachada suya y esas demostraciones de cariño. Si alguien le hubiera dicho que este chico iba a ser el motivo de su perdición.... Alto, se lo habían advertido pero no había hecho caso, estaba demasiado ciega como para poder escuchar algún consejo o advertencia, ni siquiera había escuchado las advertencias de el por muy camufladas que estuvieran. ¿quedaba algo del amor que había profesado tener por ella?

Sintió el golpe de su cabeza contra el camión, una vez... dos veces... tres... cuatro... todo comenzó a volverse negro y ella no tenía fuerzas para defenderse, manoteaba al aire intentando zafarse pero... cinco... seis... -No puedo creer que te hayas creído que alguna vez podría amar a alguien como tú- la risa seca en su oído probablemente tendría que haberle sacado lágrimas, pero solo la enfureció. Nadie traiciona a un Giddens y por más que ella muriera, ya se había hecho cargo de dejar las señales justas para que supieran quienes fueron los culpables.

-Dulces sueños, gatita- murmuro antes de golpearle la cabeza contra el camión con una fuerza brutal, parpadeo mientras se caía al suelo viendo su rostro y como acomodaba sus lentes, luego todo fue oscuridad.

Cuenta hasta diezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora