II

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Pero no, desafortunadamente no morí de hipotermia y el vestido me estorbaba tanto porque ni siquiera me había tomado el tiempo de quitármelo. Sólo tenía manchas negruzcas en la cola de la prenda y alguna que otra mota de polvo. La resaca resultó fatal, y no tenía ni una maldita aspirina o un vaso con agua. Me arranqué el vestido rompiéndolo de sus costuras con impaciencia, seguramente Nova me odiaría pero en ese momento sólo quería quitármelo, me quité la ropa interior y me puse una pijama morada que tenía en mi pequeño maletín, y descalza busqué en la cocina un poco de beber, le di comida y agua a mi gato Pan, entonces todos los recuerdos llovieron inevitablemente sobre mi mente, como rocas que me hacían sangrar. Empecé a soñar despierta otra vez pensando en qué estaría haciendo ahora mismo.

Estábamos acurrucados en la cama, en ropa interior, y yo calentando mis pies en sus piernas con mejor temperatura que las mías que parecían hielos. Pero él no se quejó, al contrario, con una sonrisa sólo dijo.

― Buenos días Sol, parece que huele a mandarinas.

― Sí ― me reí ― quería que la cocina tuviera de todo antes de que llegáramos.

― Piensas en todo, y por cierto, te amo ― Dijo con el afán de darme un beso pequeño.

― No, no, no ― me incorporé ― primero me lavo los dientes ― el se carcajeó murmurando para sí mismo que ese gusto no iba a durarme mucho tiempo.

Después de lavarme los dientes le dije: ― Voy a la cocina a prepararte el desayuno ― aparentando seriedad y "madurez".

Le preparé huevos revueltos y pan tostado con mermelada y mantequilla. Él me agradeció con su mirada y entonces sí se dedicó a besarme con entusiasmo.

― Nuestro sueño se cumplió, Sol ― dijo viendo desde la ventana el amanecer sobre nuestros cuerpos. Y yo lo contemplaba a él embelesada, viendo como el sol se reflejaba en sus ojos cafés y lo hacían ver más guapo. No podía sentirme más afortunada. No sólo por lo que veía de él, sino porque sabía que había escogido al hombre que sí cumpliría sus promesas, que me amaría a pesar de los problemas que pudiéramos tener. Sólo sabía que era el hombre que Dios había hecho para mí. 

La bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora