III

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De pronto reaccioné de mi ensoñación y me vi sola en un departamento desamueblado, un refrigerador que sólo tenía agua y dos six de cerveza. Me di una ducha con agua fría, me volví a colocar el pijama sabiendo que de todos modos no iría a ningún lado. Lavé mis dientes, sin mucho sentido, porque después destapé una de las cervezas que tenía, la bebí como agua, tratando de que la ansiedad no comenzara otra vez a revivirme recuerdos. Pero como toda alcohólica, sucedió todo lo contrario.

― Amor, siempre voy a necesitarte, siempre voy a amarte. ¿Lo sabes, cierto? ― me dijo Ángel después de haberme visto llorar un día que no me había llamado.

― Por favor perdona mi dependencia, Ángel, prometo cambiar, yo te amo.

― No tienes que pedir perdón, Sol, yo sé la vida que has llevado y juro no volver a abandonarte tanto tiempo ― dijo con una sonrisa pícara y sarcástica.

Me acerqué y coloqué mis manos en su cabello profundo, él cerró los ojos y yo besé sus párpados y después la comisura de sus labios, para finalmente fundirme en su boca saboreando su lengua y relajando mis brazos para colocarlos en su espalda, arrancándole la camisa. Él hizo lo mismo con mi ropa y nos recostamos en la cama de mi habitación con el riesgo de que mi madre nos descubriera. Él rozó con su lengua cada parte de mi cuerpo y yo acallé mis suspiros para no empezar a gritar. Me penetró y descubrí un orgasmo único, un orgasmo que no sólo representaba placer, sino amor, amor puro. Y me juré a mí misma ser la persona que él se merecía. Al terminar él sólo dijo:

― Sol, quiero casarme contigo, tener un perro y un gato.

― Te amo ― reí ― yo también quiero casarme contigo, Ángel.

De pronto tuve que salir del recuerdo pues tocaron el timbre, antes de abrir tomé otra lata de cerveza y bebí un poco. De todos modos ya intuía quien era.

― Nova, te dije que no vinieras.

― Mírate mujer, ya estás borracha otra vez.

― No exageres ― puse los ojos en blanco ― apenas si llevo dos cervezas. Además estoy celebrando mi noche de bodas ― me carcajeé

― Ya no tomes más amiga ― dijo Nova con los ojos vidriosos ― te traje despensa, concluyó mientras colocaba comida en mi refrigerador. De pronto comencé a llorar.

― ¿Qué voy a hacer sin él, Nova? No soy capaz, no puedo.

La bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora