Capítulo 1

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Para cuando me despierto estoy en mi cabaña.

Las guerreras en formación nos alojamos en cabañas al otro lado del río Thorn. El campamento para jóvenes combatientes es muy grande y bonito por fuera, pero por dentro está lleno de sudor, lágrimas y sangre. A mí eso no me importa, lo que más quiero en el mundo es ser una guerrera de la corte real, una Olimpia, como mi madre, y ahora ya puedo serlo.

Las Olimpias son guerreras que viven en palacio y que lo custodian a él y la gente que vive ahí. En la guerra están en primera línea junto con el rey, los príncipes y algunos caballeros de honor más. Ser una Olimpia es algo muy importante, puesto que las mujeres no podemos aspirar a muchas cosas en el reino de Moonbright. Me he esforzado desde que tengo memoria en ser la mejor del campamento, y ahora puedo lograrlo.

Los recuerdos acuden a mi mente tan rápido que no me da tiempo a examinarlos. Luché contra Minerva en un combate a muerte. Si ganabas y pasabas la prueba final te convertías en una Olimpia de pleno derecho, si no, bueno, creo que es obvio.

Ya he dicho que esto es muy duro, pero todas las que nos inscribimos conocíamos los riesgos.

De repente, una melena pelirroja se asoma por la puerta de la cabaña. Es Megara, mi mejor amiga. Siempre me ha apoyado en mi sueño de ser la más grande de las Olimpias, y es la mejor curandera del campamento, aunque ella nunca lo admita. También es genial en el camuflaje. Compartimos la cabaña ella, Avril, de la que luego os hablaré, y yo.

- ¿Arwen? ¿Te encuentras mejor?

-Hola Meg, si, creo que estoy mejor -Intento levantarme de la cama, pero un dolor espantoso que se extiende por mi muslo izquierdo no me lo permite.

- ¡Cuidado!

- ¿Qué me ha pasado?- Intenté levantar las sábanas para comprobar mi pierna, pero Meg me detuvo.

-Te clavaron una lanza en el combate y perdiste mucha sangre, por eso te desmayaste. Pero ya estás casi curada, de hecho, venía a ponerte vendas nuevas.

- ¿Cuánto tiempo he estado dormida?

-Dos días.

- ¡¿Dos días?!

-Tranquila, la mayoría seguís curándoos y algunas todavía no han recuperado la conciencia, así que suspendieron las clases.

-Vale, gracias. - De repente me acuerdo de mi puñal clavado en Minerva y de que no me acuerdo de lo que hice después con él. -¡¿Y mi puñal?!

-Tranquila, tu puñal está guardado en su sitio, el cofre de madera, Avril y yo nos hemos encargado de que estuviera a salvo y no se lo quedara nadie a quién no le perteneciera.

-Menos mal, muchísimas gracias, no sabría que hacer sin él - Mis dos mejores amigas saben que es mi objeto más preciado, y también que fue mi madre la que me lo entregó. -Y, por cierto, ¿tú qué tal? -Sabía que Meg no se había presentado al combate porque, a diferencia de mí, ella no quiere ser Olimpia sino sanadora, y seguramente estos días habría estado de allá para acá cuidando de las ganadoras.

Y es que el campamento tiene distintas visiones de lo que se conoce como una combatiente: Están las Olimpias, las soldados de élite; las sanadoras; las encargadas de equiparnos para sobrevivir en la batalla (uniformes, armas, comida, sacos de dormir, ...); las estrategas, que se encargan de crear los mejores planes en batalla, los mapas y la inteligencia; las espías y las que prefieren enseñar a las demás.

-Yo estoy bien, pero de quién debes preocuparte es de ti. De momento no más entrenamientos ni ejercicio y reposarás seis horas al día durante dos semanas.

Arwen, la OlimpiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora