Para mi amada Marta:
Cuando te vi por primera vez, sabía que habías nacido para ser comida y saboreada por mí.
Fue amor a primera vista. Lo noté en mi corazón que no paraba de latir en tu presencia, mi boca no paraba de salivar imaginando tu carne entre mis dientes y mi estomago siempre gruñía en tu presencia, querida.
Debí darte la impresión en nuestras citas que siempre iba medio muerto de hambre e insistías en pagar tú la comida. Perdona por ello, querida, aunque eso mostraba que no solo eras ancha de carnes, sino también de corazón.
No podía parar de imaginar el día que finalmente estarías en mi estómago. Quería que fueras especial. Única. Cada amante que he tenido y he comido han sido únicos en su manera: Distintos géneros y diferentes cuerpos, carnes anchas y/o delgadas, huesos duros de roer mientras otros se sentían como galletas entre mis dientes, hasta sus personalidades cambiaban el sabor de la carne, uno siendo animado e infantil hacia que su carne me animara y se sintiera más dulce mientras que la otra era tranquila y madura su carne era más masticable y con un toque cítrico...
Oh, perdona, querida, no debería hablar de otros sabores delante tuyo. Pero cada plato que creé cuando les cociné era distinto y único, y tú no serías de menos, es más, no es por desfavorecer a mis antiguos pretendientes, pero diría que tú eras la que más me estaba marcando, y lo notaba, que tenía que ser más especial de lo normal, mejor cocinada.
Por eso no paré de buscar en la biblioteca secreta de mi familia. Cada libro de recetas pasado de generación a generación, teniendo cuidado de no dañar las páginas, mientras usaba un diccionario de Latín que siempre se me dio mal, buscando la receta que más favoreciera a tu persona y sacará a lucir tu verdadera esencia, y sobre todo... Tú Sabor.
Fue una tortura, querida.
Pasar tantas horas, días, meses...
Ahí solo, buscando, empezó a afectarme seriamente a mi salud. Tú fuiste la primera en notarlo e intentar ayudarme, tu alma pura me conmovía, y fortalecía mi hambre hacia ti, lo cual me dio fuerzas para no ceder ante mis impulsos, y hacer un trabajo a medias contigo solo para parar la tortura de la espera. Pero no conocía la verdadera tortura hasta que empezaste a vivir conmigo. Eso disminuyó mi tiempo en la librería secreta por miedo a que la descubrieras, tuve que drogar tu cena más de una vez. Perdona por ello, querida, no estoy orgulloso de ello y si eso alterara tu sabor de alguna manera, jamás me lo perdonaría a mí mismo.
Pero no me rendí, fui paciente, y tú también conmigo, querida, cada día a pesar de ser la peor versión de mi que el día anterior, tu sonrisa me alumbraba, me enamorabas más cada día, y por fin encontré la única receta que era perfecta para ti.
¡Un festín para la noche de bodas!
Y cariño, estamos tan en sincronía. Cuando ya planeaba todo, tú me sorprendiste pidiéndome matrimonio. ¡Qué agradable sorpresa! Sabía que estábamos destinados.
La boda fue rápida y privada, ambos valoramos bastante las pequeñas compañías y la privacidad en nuestras vidas personales. Fue el día más feliz de mi vida, y no podía dejar de relamerme de solo pensar el festín que me esperaba por la noche.
Cuando por fin estábamos solos, y disfruté un último bocado del placer carnal que me dabas, te volví a drogar.
Quizás sea un amante goloso, pero no uno cruel. Jamás infligiría daño a la persona que amo, y menos a ti, querida. A mis anteriores amantes siempre les mantenía dormidos mientras les preparaba y cocinaba, pero me siento tan conectado a ti que quería que estuvieras consciente durante todo el proceso. Sin que te doliera por supuesto.
Así que te dejé lo suficiente drogada para que no te doliera, pero para que estuvieras despierta, y así poder tú también disfrutar conmigo del plato.
Empecé con tus hermosas y lustrosas piernas.
Estoy de acuerdo contigo, querida, me quedaron algo saladas pero el punto del ajillo magnifico.
Seguido de tu brazo izquierdo.
La carne era tan tierna que se me deshacía en la boca, me alegra que también lo disfrutaras, querida.
Tu brazo derecho.
El toque crujiente de tus dedos al masticarlos es exquisito. No te preocupes, querida, incluso sin brazos yo puedo alimentarte, los casados siempre se cuidan el uno al otro.
Y para el final, me temo que no podrás saborearlo conmigo, querida, me entristece profundamente que no puedas participar, pero no te preocupes, querida, sigues siendo la estrella principal de este festín...
...
...Hice lo posible para que no te doliera, Marta.
Me aseguré que yo fuera lo último que vieras mientras la luz abandonaba tus ojos.
Me dolió mucho más de lo que esperaba, cada segundo desde que tu alma se alzó al cielo ya te echaba horriblemente de menos, asique no perdería el tiempo para que estuvieras enseguida dentro de mí.
Primero tuve que desangrarte, guardar la cabeza para el postre, rellenar tu cuerpo, y asarte.
Marta, si decía conocer antes la tortura, estaba pecando de ingenuo.
Esperar a que estuvieras lista fue verdadera y pura tortura, sobre todo sin tu presencia para conversar. Antes que me acabara matando a mi mismo en la espera, empecé haciendo el postre abriendo tu cabeza, y haciendo pudín de tu cerebro.
Tardé muy poco, así que para distraerme me deleité a mi mismo hirviendo tu cabeza para conservar tu cráneo como recuerdo para la posteridad ¿Te comenté alguna vez, querida, que encuentro tu estructura ósea increíblemente sensual?
¡Por fin, el plato principal estaba hecho!
Olías de maravilla, te veías espectacular, y sabías completamente a ti.
Sabrosa, tierna, dulce, con un toque a limón. Y sobre todo tú, sabias a ti misma.
Nunca he estado más feliz y saciado en mi vida, y es todo gracias a ti, Marta...
Pero me temo decirte que eras demasiado perfecta para mi, querida, y ya nada ni nadie más podrá satisfacerme.
Después de ti, intenté seguir con mi vida como siempre. Huir del lugar, cambiar mi identidad, esperar un tiempo a que las cosas se calmen, y esperar hasta que me vuelva a enamorar...
...Pero me temo que eso ya no es posible, te quedaste con mi corazón, querida.
Y te echo tanto de menos, querida, me paso cada día hablando con tu calavera, llorándote, a veces hasta lamiéndola, preguntándome si debería hacer un plato de tu último resto óseo. Y no me atrevo porque ya he decidido que quiero al menos un resto tuyo junto a mí...
...
...En mi tumba, querida.
Por eso he decidido que no puedo esperar más, mi amada.
Espero que me perdones por esto, pero te echo tanto de menos, y quiero verte tanto... Por eso voy a abandonar este mundo un poquito antes de lo previsto.
Saber que cuando vuelva abrir los ojos, volveré a ver tu sonrisa, me llena en el alma.
Siempre tuyo, tu amado Julián.
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Sabor a ti
HorrorUn asesino caníbal que come a sus amantes escribe una carta de amor a su última victima.