Prólogo

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VALENTINO

A medida que voy subiendo las escaleras hacia la azotea de la casa, voy viendo una silueta en el borde del acantilado. Y cada que más me acerco logro reconocer la figura de la persona que últimamente me está quitando el sueño por las noche.

Ya en el techo, la alcanzó a contemplarla mejor. Consiguiendo que en esta noche oscura y fría, me deje sin aliento, con lo bellísima que está. Su hermoso cabello lo tiene suelto, Y ser rebelde, enamorándome más todavía de ella.

Me acerco, parándome detrás de ella.

Dándole su tiempo. Dejando que sienta todas las emociones que le están atravesando en este momento.

Cuando creo que ya es suficiente con la mayor delicadeza del mundo, le rozo su brazo con mí mano, haciendo que aparezca en su campo de visión. Para que la vea y me la acepte.

—Dame la mano, atenea—le rogó, temiendo lo peor.

Ella gira su cabeza en mí dirección, mirándome a los ojos, consiguiendo que mí corazón se encoja de dolor por verla llorar.

—Déjame ayudarte. —le digo, ofreciéndole mí mano, para ayudarla a bajar.

Ella solo me mira y a mí me gana la desesperación por sentirla en mis brazos.

—¿Por qué debería hacerlo?—me cuestiona y la forma en la que me lo dice no me gusta.

—porque sé lo que sientes.

— ¿cómo se siente ?Tú no sabes nada.

— De hecho si, lo sé muy bien. Como se siente que te utilicen, que te consuma sin que te des cuenta, pensando que estás bien, pero en realidad no lo estás. Y la impotencia que te genera el no poder pararlo. —le agarro la mano.

—Me duele mucho val, Intento no ceder pero cada vez me es más difícil.

—Te diré algo. — la atraigo a mí, llevándola más atrás donde están los almohadones con mantas para acostarnos y ver el cielo, y mis favoritas, las estrellas— Las personas cómo nosotros, somos más fuertes que los demás, y con esto no quiero decir que los demás no lo sean. Pero nosotros que fuimos abusados, maltratados y rechazados de alguna u otra forma por los demás, somos más fuertes .—ella solloza, apoyada en mí hombro mientras miramos las estrellas, y ella juega con mí manos haciéndome mimos que me hacen doler el pecho— Porque debemos cargar con un peso mayor en nuestra mochila que las demás. Nosotros aprendimos a convivir con una sombra que sabemos que nos persigue queriendo arrastrarnos. Pero queda en nosotros, no permitirle que nos alcance, no tenemos que acceder que esa sombra nos guíe por el camino que sabemos que no es para nosotros. Lograr el balance de nuestras emociones, porque si nos sobrepasan será más difícil volver, y todos nosotros tenemos una luz que nos ayuda, que para mí son dos, una es nuestra luz propia y la otra es una que vive en otro cuerpo, esperando juntarse con la nuestra para poder terminar de sanarse. El día que la encuentres te prometo que me entenderás.

De reojo veo que ella me observa con atención, mientras, yo miro el cielo estrellado.

—Val, ¿Y vos ya la encontraste?—me pregunta.

—Si—la miro — Ya la encontré.


Debemos ser valientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora