El Doctor y la Noche en el Bosque

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Estaba trotando por la playa, me gusta mantenerme en forma, me llamo Oscar. Soy médico y he trabajado en zonas vulnerables, ahora me encuentro en Chiloé, acá se come bien, así que por eso corro, pero no solamente por eso, también para botar el estrés de este trabajo, de mantener con vida a las personas, es complicado, sobre todo cuando tienes pocos recursos. Por suerte, conocí a Patricia, una paciente, soltera, joven, que comenzó a trabajar conmigo, ayudándome con los pacientes, ella es técnico en enfermería y me alivió mucho el trabajo.

Una tarde salimos a buscar a un hombre que se había accidentado, fuimos un grupo, Patricia, yo, Juan y Miguel, ellos pescadores, que nos ayudaron con su guía por su conocimiento de la zona.

Llegamos hasta cierto sector en vehículo todo terreno, y después había que continuar caminando por medio de un bosque, lleno de matorrales. Eran alrededor de las 7 de la tarde, pero al entrar a la espesura del bosque, se oscureció, Patricia se mantenía cerca de mí, Juan nos guiaba y nos indicaba por donde pisar, el paciente accidentado se encontraba en una zona de difícil acceso, y nos llevaría varias horas llegar. Así que acampamos para comenzar al día siguiente a las 8 de la mañana eso nos permitiría llegar a destino alrededor del mediodía.

Nos instalamos en un sector despejado, sentí que al fin podía respirar. Prendimos una fogata, porque hace mucho frío en este punto del planeta, Juan y Miguel nos contaban historias de mar adentro, nos reíamos y nos tomábamos una rica sopa que calentamos en la fogata, junto con su pan amasado, infaltable. De pronto se aproximó una persona, nadie supo de donde apareció, lo saludamos amablemente y le ofrecimos calentarse junto a nosotros. Se llamaba Pedro, nos habló de su familia y que su pequeña hija necesitaba urgentemente un doctor, que por eso había salido. Inmediatamente me ofrecí para ir en su ayuda, dijo que su cabaña quedaba cerca, emprendimos viaje junto a Pedro, en mi mochila lleve los implementos y medicinas necesarias. Le dije a Patricia, Juan y Miguel que descansaran, que yo volvería pronto.

Y tal como dijo Pedro la cabaña estaba cerca, entramos, su esposa me abrazó fuertemente y me indicó donde estaba la pequeña Isabel de 5 años, tenía tos, y estaba muy roja, deliraba un poco, pronunciaba palabras, pero no se entendía, una y otra vez movía su cabeza de un lado para otro, nadie entendía lo que decía, mire su mano y la estaba empuñando. La tomé y la abrí suavemente, tenía un objeto, parecía una medalla, con un bello cristal. Su mano estaba inflamada, como si la joya estuviera quemándola. Tomé la joya y la dejé en una bandeja. Le pregunté: ¿Quién te dio esto?, -nadie- contestó. Volví a preguntar ¿De dónde lo sacaste?, -se lo quité a un Ada- Suspiré y comencé a curarle la mano, la vendé con gaza, le cambiamos los paños para bajar la fiebre y le di medicamentos. Sentía que con estos medicamentos y esta curación no iba a sanar. Hablé con Pedro y su esposa, le pregunté donde estuvo Isabel antes de enfermar y dijo que estaba atrás de la cabaña jugando, no dirigimos al lugar con la medalla y linternas. Buscábamos algo extraño, alguna planta, algún olor, un Ada... o lo que fuese que haya visto Isabel y le provocó sentirse tan enferma.

Moví una roca que se encontraba detrás de un matorral, al lograr moverla había un hoyo de donde salía una luz, que jamás había visto. Ana, la esposa de Pedro comenzó a rezar, Pedro me miró y me dijo -Por favor doctor devuelva lo que no es de este lugar- Tomé la medalla y la dejé caer por el hoyo, la luz de amarillo radiante cambio a rosado, y se escuchó suavemente-¡Graaaaaciaaaassssss! Volvimos a cubrir el hoyo con la roca, nos aseguramos de que no se viera, la cubrimos con ramas y pusimos más rocas.

Volvimos a la cabaña, tomamos un té para tranquilizar los nervios.

Isabel ya no tenía fiebre.

Les dejé unas medicinas, para que se las dieran a su hija, en un par de días estaría bien. Quedaron muy agradecidos.

Salí de su cabaña y seguí el mismo sendero para no perderme.

A la mañana siguiente emprendimos el viaje para atender al hombre accidentado, no puede comentarles lo que había sucedido aquella noche, quien me iba a creer. Solamente les dije que había llegado a tiempo para curar a la pequeña Isabel.

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