4. A forest.

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Cuando volví a abrir los ojos no me encontraba en el patio de mi instituto.

Esto no era posible.

¿Dónde estaba?

Hice un esfuerzo en recordar qué había sucedido. Me vinieron a la mente imágenes de Jaime quitándome el collar y yo agarrándolo. Después de eso nada más.

Miré a mi alrededor. Estaba en un bosque. No conocía ese bosque. Los pájaros cantaban en las ramas de los árboles más altos.

Pensé en quedarme sentado en el suelo y esperar a que alguien me encontrase. Pero nadie sabría donde estaba. Empecé a gritar.

-¡Ayuda! ¡Estoy aquí!

Agucé el oído. Escuché el eco de mi propia voz. Y los pájaros. Nada más. Estaba solo. Miré al collar. Tenía un pequeño resplandor que emergía del centro de la piedra hacia todas las esquinas. Ella era la causante de todo. Y si...

Cogí el colgante con las dos manos, cerré los ojos y dije en voz alta:

-Quiero volver a casa.

Cuando los abrí seguía en el mismo lugar. Mierda. No había funcionado. En esos momentos me sentí un completo idiota. Estaba hablando solo. O lo que posiblemente fuese peor, a una piedra. Tenía ganas de llorar. Y lloré.

Estaba acurrucado en las raíces de un gran árbol cuando el sonido de personas hablando y gritando me hizo estremecer.

Las voces estaban cada vez más cercas. Eran un puñado de ellas. Y todas masculinas. No tenían la pinta de estar enfadados ni en busca de un niño de trece años. Aún así sentí miedo. Me hice lo más pequeñito posible para que la maleza de los arbustos me tapara lo suficiente. Y contuve la respiración.

Pasaron por al lado mío.

Y casi grito.

Pero la voz no salía.

Y gracias a eso me salvé.

Eran unas criaturas sorprendentemente enormes. Caballos con torso humano hablaban animadamente delante mío.

-Sin la reina estamos perdidos...

-La reina no va a volver. Hace años que nos dejó tirados salvándose ella.

-Oh, venga ya, Alfredo. Prometió volver...

Estaba muy asustado. Quién sabe qué me podrían haber hecho si yo hubiese gritado. Pero, ¿de qué hablaban? Creo que notaron mi presencia y uno de ellos se giró hacia mí.

De nuevo, volví a ver que el colgante emanaba una luz y desaparecí de allí.

El timbre que anunciaba el comienzo de las clases hizo que Jaime me dejara en paz y se fuese. Fue un alivio. Luis y Miguel se acercaron a mí. Parecían preocupados. ¿Qué habrán visto? Seguro que desaparecí por arte de magia. Me di la vuelta rápidamente y me escondí el colgante.

-¡Alexander! ¿Estás bien? Hemos visto que Jaime te estaba molestando...

-Estoy bien, Luis. No me han hecho nada.

-Venga, vamos a clase. No quiero llegar tarde el primer día- dijo Miguel.

No parecía que hubieran notado algo sobre mi "desaparición". Ni Jaime ni mis compañeros hablaron sobre lo ocurrido aquella mañana. Y así lo preferí. Si pensaban que realmente no pasaba nada, era que no pasaba nada.

Me despedí de mis amigos y entré en casa. Mi madre estaba esperándome.

-Hola Alexander- dijo besándome en la mejilla.

-Hola mamá.

-¿Cómo ha sido el día de hoy?

Dudé en decirle lo del collar, el bosque, esos seres tan extraños... pero me había convencido de que lo había imaginado o algo por el estilo.

-Bien bien.

-Me alegro. Siéntate, la mesa está puesta.

En la mesa, mientras comía, me acordé del libro que mi madre me había regalado por mi cumple. No lo tocaba desde aquel día en el que vi la fecha del cumpleaños de mi madre en la primera página. Me pareció muy raro, pero, después de unos minutos, reflexioné. Mi madre me había dicho que ella ya se lo había leído. ¿De qué me sorprendía entonces? Aunque, aquel día, comiendo macarrones con queso, me vino a la cabeza una idea. ¿Y si mi madre ya supiera de la existencia de aquel bosque? Por alguna razón me había dado el libro. De la misma forma que mi abuela me entregó su collar. Pensé en preguntárselo, pero no estaba tan seguro. Sentía que aún no era el momento. Que en esta historia me estaba olvidando de algo...

-Me tengo que ir a trabajar. Cuando termines de comer, lava los platos. Llámame por cualquier cosa- y me dio un beso en la frente.

-Hasta luego- le dije.

Odiaba el trabajo de mi madre. Era dependienta de una tienda de camisas. Le hacían empezar temprano y tenía un descanso de dos horas para venir a hacerme la comida. Luego se marchaba.

Terminé de comer y lavé los platos como mi madre me había pedido. Subí a mi cuarto. Dejé la mochila a un lado y me tiré encima de la cama. Giré mi cabeza y vi el libro de mi madre en la estantería. Me levanté y lo cogí. Abrí la primera página.

"28 de julio de 1992"

Estaba escrito a mano. Era la inconfundible letra de mi madre. Grande y redonda.

Una fuerte luz de debajo de mi camisa hizo asustarme. Saqué el colgante temeroso. La piedra estaba fría. Desprendía luz de la misma forma que esa misma mañana. No me sentía preparado para volver a allí. Si es que eso fuese real. Pero sentía curiosidad. En ese momento, un rápido pensamiento se cruzó por mi cabeza... ¿cómo iba a volver? Lo de antes fue un golpe de suerte, pero puede que la suerte me abandone esta vez. Da igual. Todo o nada. Cogí el objeto y cerré los ojos.


➻ Believe ➻ (A World Without Name #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora