VIII

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Lauren se quedó unos minutos en la puerta de la casa de los Sullivan con unas flores en una mano y una botella del vino que tanto le gustaba a Camila en la otra. Sara le había preparado un pavo relleno antes de marcharse a celebrarlo con su familia, pero ella lo había metido en el frigorífico y se había ido de casa.

Había intentado convencerse a sí misma de que estaba allí porque se lo debía a Camila, las ideas que le había dado con tanta facilidad tenían tanta fuerza que iban a hacer de su proyecto un auténtico éxito. Sin embargo, había una vocecilla dentro de ella que le decía algo muy diferente: ya no podía seguir comiendo sola, o más bien era que ya no podía comer sin Camila. En cualquier caso, estaba claro que estaba metida en un lío.

Al abrirse la puerta, se encontró con Thomas al otro lado.

—¡Has venido! —le dijo con una enorme sonrisa.

—No me lo restriegues —gruñó Lauren.

El doctor Sullivan no dejó de reír mientras acompañaba a su invitada al interior de la casa.

La primera parada fue la cocina, donde pudo darle las flores a Ruth y conocer a Kyle, su hijo pequeño. Lauren les dio las gracias por invitarla y prosiguió su camino hacia el comedor. Allí estaba Camila, más guapa que nunca con el pelo suelto y ligeramente maquillada, hablando con Derek, el otro hijo de los Sullivan. Ambos muchachos habían sido buenos atletas durante el instituto y no se habían dedicado a meterse con Lauren como el resto.

Derek llevaba varios años trabajando como abogado en Minneapolis y desde luego tenía aspecto de dedicarse a lo que se dedicaba: traje informal pero carísimo. Lauren comprobó con cierta rabia que tenía en brazos a la pequeña Sophie, que no dejaba de gimotear. Además, los dos adultos parecían estar muy a gusto juntos. Sabía que cabía la posibilidad de que algún día Camila probablemente encontrara a un hombre y que este acabara convirtiéndose en padre de Sophie, pero desde luego ese día todavía no había llegado.

Mientras siguieran viviendo en su casa, ella no permitiría que eso sucediera.

—¡Qué sorpresa! —exclamó Camila al tiempo que Derek y ella se ponían en pie para saludarla.

—Teníamos un trato, ¿no? —contestó Lauren sin poder dejar de mirarla. Solo había pasado un mes y ya había recuperado su figura por completo. ¿Acaso no podía haber tenido un poco de compasión con ella?

—No estaba del todo segura.

La niña continuaba gimoteando y, cuando pasó a brazos de su madre, los gimoteos se convirtieron en un llanto desesperado.

—Déjame a mí —le pidió Lauren.

La pequeña permaneció en sus brazos satisfecha a lo largo de toda la cena. De vez en cuando Camila se ofreció a relevarla pero su excusa fue siempre la misma: Sophie estaba muy a gusto donde estaba.

Nadie hizo el menor comentario sobre la sorprendente aparición de Lauren en una reunión social, y ella se sintió como si fuera algo que hiciera todos los días. Odiaba admitirlo, pero lo cierto era que se trataba de una gente estupenda sin intenciones ocultas.

Durante la cena charlaron de todo tipo de temas e incluso contaron chistes. Pero con el postre llegó el cinismo de Lauren.

—Antes de probar el delicioso pastel de Camila —comenzó a decir el anfitrión—, cada uno tiene que decir por qué está agradecido. Es la tradición —añadió como explicación para Lauren.

—Por mi salud —comenzó Ruth.

—Yo estoy enormemente agradecida por tener a mi hija —continuó diciendo Camila.

after the storm| camren g!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora