09. LA ESPERA Y PRIMERA POSTURA DE SUMISIÓN.

14.8K 256 53
                                    

Entras sin más. No esperas a que te ceda el paso. Me retiro con un gesto rápido y te miro nerviosa y con la mente en blanco. No sé qué hacer ni qué decir. No hizo falta. Algo en tu mano me llama la atención. Una cadena. ¿Una cadena? Pero, ¿qué tramas, mi Señor?

Con un gesto en tu mirada me señalas el suelo. Te entiendo. Quieres que me arrodille frente a ti y eso hago. Debiera estar alegre por tu vuelta, pero tengo ganas de llorar. Te he echado de menos. Han sido muchos días y no das señal alguna de haberme extrañado. Miro al suelo. He perdido todo el valor para mirarte a los ojos. Ya no. Respiro hondo e intento tranquilizarme, pero no lo consigo. Lo que al principio es una lágrima corriendo por mi mejilla, se convierte en un baño de lágrimas que terminan en llanto. Te inclinas y noto como rodeas mi cuello con la cadena. No me muevo. Aguardo a tus intenciones. ¿Es una cadena de perro? Eso es. Enlazas el cierre en un eslabón, no en collar alguno, y tiras de ella, dirigiendo mi rostro hacia ti. Tu mirada está oscurecida. No sé qué sientes. No te comunicas. Tan sólo una palabra brota de tus labios. “Desnuda”.  Ejecuto tu orden lo más rápidamente que puedo y quedo totalmente expuesta ante ti. Hoy me enseñas mi primera postura de sumisión. Me siento sobre mis talones, con las piernas ligeramente separadas y mis manos a la espalda. Miro al suelo en todo momento. Sin tu permiso no debo dirigir mi mirada a otro lugar.

Me haces estar en esa posición tanto tiempo que se me entumecen las piernas y llega un momento que empiezo a pasarlo mal, pero ahí sigo. A expensas de tus deseos. Tengo sentimientos encontrados. Me pregunto cómo quiero tanto a un hombre que a simple vista es impasible y no siente nada hacia mi persona, pero aún así no lo puedo evitar.

Estás sentado en el sofá, leyendo un periódico e ignorándome; pero yo, me siento feliz. Tu sola presencia me llena por completo. Escucho tu voz y automáticamente dejo de sentir dolor. Solo con tu voz inundas mi mente. Me preguntas si quiero el collar que hay sobre la chimenea y con un gesto afirmo. “Tendrás que ganártelo” respondes.

Me invitas a acercarme, pero gateando hasta ti, como tu perra que soy. Así me llamas. Perra. Y a mí no me importa, todo lo contrario, me llena de orgullo que me dediques ese apelativo.

Me acerco lentamente, mientras la cadena arrastra por el suelo. En tu mano hay algo. No había reparado en ello con anterioridad. Es una fusta. Cuando estoy a tus pies tomas la cadena y con un tirón acercas mi rostro a tu pantalón. Mi nariz golpea contra tu entrepierna. Me ordenas que huela y guarde este olor en mi mente, pues solo con él responderé. Sólo me excitaré a partir de hoy con mi Señor, cuándo y cómo él ordene. Sigo tus palabras y aspiro, hundiendo mi rostro contra la tela. Es verdad, debe ser así, porque solo notarlo hace que mi cuerpo se estremezca y me entre hambre de ti. Mi sexo está caliente y mis pezones erectos de deseo hacia mi Señor.

Preguntas por los objetos que mandaste comprar y respondo el lugar en el que se hayan. Voy a buscar la caja y la deposito en el suelo, junto a tus pies. Vuelvo a la misma posición que me has enseñado, pero ahora frente a ti, a tus pies.

Observo como sacas uno a uno los objetos y los inspeccionas con calma. Hay uno. Precisamente el que más respeto me da. ¿Ahora? ¿Qué pretendes hacer conmigo mi Señor?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 16, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Maestro y la sumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora