Capítulo 3. Vuestro Cuarto

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Unos días ya habían pasado y ya era hora de partir para Manzanillo, me encontraba empacando las últimas cosas como mi maquillaje (que nunca uso), y un poco de ropa restante que todavía no había empacado, revisé mi celular y ya eran las 7:53 a.m., en 7 minutos partíamos, caminé a la sala de estar donde estaban mis padres esperándome, les saludé con una sonrisa y le di una última mirada a la casa en la que he vivido desde que tengo conciencia, y suspiré.

— ¿Nos vamos? —dije, con mi maleta en la mano y un bolso en la otra mano—.

Mis padres asintieron con la cabeza, mi madre me fijó una sonrisa y mi padre puso su mano en mi espalda y me dio 2 palmadas suaves.

—Nos vamos. —dijo, frunciendo el ceño ligeramente—,

Salimos de la casa con las maletas, los muebles los traía una camioneta que alquilamos, nos montamos al carro y nos esperó un viaje de cinco horas, durante el camino me dediqué a leer el Diario de Ana Frank, pensé en mi sueño, escuchaba música y veía el camino, seguía confundida por lo de Jack, me preguntaba si en realidad existía ese chico misterioso, y se me lo volvería a topar alguna vez, pero lo que me preocupaba era que a como no sabía en mi sueño, tampoco se ahora si estoy soñando, no se cuanto estuve pensando pero sonó mi celular. Un WhatsApp, era de Diego, un amigo que he conocido desde primer año del colegio, y aunque ahora ya no hablamos tanto, siempre cuando nos hablábamos nos contábamos todo lo que había pasado y nos poníamos al día. ''Hey, fea, te cuidas allá eh, no voy a decir que te extraño porque nunca los vemos, (cruel, pensé), y ya me he acostumbrado, pero hey, te visitaré pronto'', eso decía el mensaje, Diego no es la persona más tierna que he conocido en mi vida, y cuando nos conocimos era un dolor en el culo, pero ha cambiado a ser una mejor persona, procedí a responder pero no sabía que poner exactamente... justo cuando iba a ponerle algo mi papá me pregunta:

—Cariño, ¿tienes hambre? —me vuelve a ver en donde estoy sentada—. Hay un restaurante aquí cerca.

Asentí con la cabeza y cuando llegamos salimos del carro, era un restaurante bastante lindo y pequeño, nos sentamos todos a comer algo, yo no tenía mucho hambre que digamos, pero igual asentí para estirar las piernas, ya había calculado 2 horas de viaje mínimo. Vi por la ventana y pensé ver a Jack allí afuera viéndome fijamente, cerré los ojos y negué con la cabeza, abrí los ojos y ya no estaba allí, me entró un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, me fui al baño a lavarme la cara, me miré al espejo y dije en voz alta que todo estaría bien, que fue solo mi estúpida imaginación.

Terminamos de comer y nos subimos de nuevo al carro, vi un poco afuera de la ventana los primeros minutos, y bostezé, tenía mucho sueño, así que procedí a contestarle a Diego.

                          Diego R.

Hey loco, tu siempre me dices que me visitarás y nunca lo has hecho, ¿cómo esperas que te crea esta vez?

Auch, pues aunque no lo creas mi padre tiene un hotel a corta distancia de tu nueva casa, y siempre he pasado las vacaciones de verano allá.

    Te creo sólo porque te quiero mucho, bobo.

Yo se que mueres por mí.

—Verónica, despierta, que ya hemos llegado —oigo a mi mamá decirme y me medio despierto—.


Salí del carro y vi una casa que era bastante linda, era de una madera preciosa, quedaba cerca de la playa y por lo que parecía el vecino más cercano vivía a quinientos metros, nada como la cuidad, pensé. Saqué mis maletas del carro que estaban en el asiento a la par, esperé a mis padres y mi papá abrió la puerta.

—Hogar, dulce hogar —dice mi papá ya adentro—.

Mi mamá me pidió las maletas y las puso adentro de la casa, me quedé un rato afuera para revisar por señal y apenas tengo una barrita, que genial. Procedí a entrar en la casa y justo cuando estoy por entrar siento un escalofrío intenso, parré en seco y lo intenté de nuevo, no se porque pero al entrar en esa casa me sentí amenazada, con miedo, y yo no soy de esas personas que tienen miedo a lo desconocido, y después de todo, no era tan desconocido, nací en esta casa, aquí viví un año y medio, aunque no recordaba nada de eso.

—Mamá, ¿en dónde está mi cuarto? —pregunté con curiosidad—. Quiero empezar a desempacar.

—Ven cielo, —me dijo, con una sonrisa—. Éste va a ser tu cuarto, este era vuestro cuarto antes de que... Nos mudáramos.

— ¿Vuestro? —pregunté, frunciendo el ceño—.

—Que tonto de mi parte —dice rápidamente, mientras mi papá la observa—. Tuyo, siempre ha sido tuyo, querida.

La miré con una risa tonta y entré al cuarto, otro escalofrío, joder, ¿Qué me pasa últimamente? primero el estúpido sueño y ahora estos escalofríos por una simple casa. Era un cuarto lindo, estaba completamente vacío y tenía una ventana que daba la vista al mar y tenía las paredes de blanco, y una alfombra que cubría todo el piso de color beige. Había un solo objeto en ése cuarto, estaba en el piso y parecía un álbum de fotos, parecía viejo y procedí a cogerlo y ver que era, no tenía titulo y adentro parecía que tenía fotos pero todas estaban arrancadas, lo dejé de nuevo en el piso y dejé las maletas allí, fui a esperar afuera por la camioneta mientras revisaba por señal, esta vez no había, pero si me había entrado un correo electrónico, lo abrí y era de la Universidad de Costa Rica, aceptaron mi solicitud para entrar a la U, a un campus que no estaba tan lejos de Manzanillo, procedí a buscar a mis padres y decirles la gran noticia.

—¡Progenitores!—grité, muy emocionada—¡Me aceptaron en la universidad!—.

—¿¡QUÉEE?!—contestaron ambos al mismo tiempo—.

Salieron corriendo de la casa para abrazarme y felicitarme, claro, había sido una noticia enorme.

—Estamos muy orgullosos de ti, Vero—dijo mi papá, me regaló una sonrisa muy tierna—.

—En fin, no es una sorpresa, eres tan inteligente que sería un error de ellos al no aceptarte—dijo mi mamá, demostraba mucho orgullo en sus ojos.

—Me halagan, en serio—reí, y solté una lágrima de felicidad— Las lecciones empiezan en 23 días, entonces todavía tengo tiempo para hacer amigos—.

Ambos rieron y se devolvieron a la casa, se notaba que estaban muy orgullosos de la noticia.

De pronto escuché que tenía llamada entrante, ya tenía señal, era de un número desconocido.

—Hola Verónica, ¿te suena mi voz familiar? —dijo, era un chico, mierda, Jack—.

—Sí, tu debes ser Jack, ¿cierto? —pregunté , con un hilo de voz, temblando—. ¿qué clase de juego es éste?

—Bueno, si soy Jack. —dijo confundido—. ¿pero de qué juego estabas hablando?

—Nada... —fruncí el ceño y caminaba mientras pensaba en que decir—. Espera, ¿cómo demonios conseguiste mi número telefónico?

—Aparentemente no lo has cambiado en años, no conozco a muchas personas así. —dijo arrogante—. ¿en serio no te recuerdas de mí, Verónica?

Todavía no mucho sobre escribir libros pero hago lo mejor que puedo.

Como siempre, lo que tu opines se respeta y es tomado con madurez.

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