PROLOGO:
Nueva York, 1860
Iba a casarse con Bill, y eso parecía que por ahora no iba a cambiar. Lo peor de todo era que no le amaba. Le tenia mucho cariño, pero no era amor. Los dos iban a subir a un barco que los llevaría de regreso a Inglaterra, donde su padre los esperaba para arreglar lo del el enlace matrimonial.
Dios, ¿cómo iba a decirle a su padre que no podía cumplir sus ordenes? Tenía toda la travesía a través del Atlántico para buscar una salida a ese injusto y cruel acuerdo que habían llegado su padre y Bill.
Su padre quería que se casase con un hombre respetable y de buena posición económica. ¿Y quién mejor que Bill para reunir todas esas cualidades que tanto le gustaba a su padre? Era respetado por toda la sociedad londinense y era miembro de la Cámara de los Lores. Un ricachón sensible y con un corazón generoso, pero tenía una gran falta, era muy cobarde. Ella siempre había soñado con un hombre fuerte que la protegiese de todo mal, y no al revés.
Una noche cuando salían del teatro, ella le dijo a Bill que le apetecía andar hasta la residencia donde se hospedaba allí en Nueva York. Bill accedió de mala gana, alegando que por las noches siempre había ladrones y maleantes. Y razón que tenía, en uno de los callejones por los que pasaron, dos hombres se presentaron con varios cuchillos. Esos ladrones querían que les entregaran todo el dinero que llevaban encima. De pronto vio como Bill temblaba y buscaba el dinero en sus bolsillos. Ella se indignó al ver que no iba a defenderse, así que sin más cogió el bastón con empuñadura de oro que llevaba Bill y golpeó a uno de esos bandidos en la cabeza. El compañero se abalanzó sobre ella, pero estaba preparada y le dio con el bastón en todas sus partes. El hombre cayó al suelo gritando de dolor. Cuando le devolvió el bastón a Bill, él en vez de agradecerle lo que había echo se puso furioso con ella por ser tan estúpida que había puesto en peligro la vida de los dos. Esa fue una de las peleas más grandes que habían tenido. Al día siguiente, Bill fue a sus aposentos a disculparse y a darle las gracias por haberle salvado la vida la noche anterior.
En fin, era un hombre cobarde, pero por lo menos después de una pelea sabía disculparse. Ella también le pidió perdón por haber sido tan impulsiva y haber puesto en peligro sus vidas.
Esa mañana era el día en el que iban a emprender su viaje de regreso a casa. Habían pasado un año desde que había llegado a Nueva York y había echado a sus amistades de Inglaterra. Pero ahora, al ver lo que le esperaba en casa, no tenía ninguna prisa por subirse a ese barco que le llevaría a un destino cruel que su padre le había impuesto.
CAPITULO
UNO
Puerto de Nueva York, 1860
Anne miraba desde la baranda del barco cómo iban subiendo sus baúles. Bill estaba hablando con el capitán en la cubierta, junto al palo mayor. Había mucho movimiento esa mañana en el puerto, todos iban de un lado para otro arreglando el barco para zarpar lo más rápido posible. El barco se llamaba “The Claribell” y ellos iban a ser los únicos pasajeros.