Al contrario de lo que habían pensado, los hombres de la taberna no persistieron en perseguirlos mucho tiempo. Era extraño, ya que los caballos libres de carga, más allá de aquel que los monta, corren más rápido que los que deben llevar una carreta, por lo que tarde o temprano pudieron haber sido alcanzados.
Ambos no habían vuelto a pronunciar palabras desde entonces. La razón de Rose se debía a las emociones que había sentido aquella mañana. No podía concebir cómo en un momento se veía sin esperanzas, atrapada y esclavizada en un lugar desconocido, por lo que creía sería su destino por el resto de su vida, pero luego, de un momento a otro, en lo que para ella había sido como un pestañear, se encontraba huyendo en el carruaje de un desconocido. Tuvo miedo pero se sintió libre y viva por primera vez en mucho tiempo.
La razón por la que Damián no hablaba era un misterio para ella; ni siquiera la miraba, salvo algunas ocasiones en la que sus ojos se movían hacia ella de forma furtiva. Creía que tal vez era un estorbo para él, quien se había portado con frialdad desde la primera ocasión que se dirigieron palabras, pero de alguna forma él siempre terminó ayudándola.
Recordó que cuando lo vio entrar por la taberna la noche anterior, percibió en él algo distinto que no podía explicar. Tal vez era su forma de caminar firme y elegante, tal vez era su atuendo, el acento o el hecho de que no hubiese prestado atención a ninguna de las vanidades que todos los que se encontraban a su alrededor, disfrutaban. Se sorprendió cuando fue rechazada con fuerza, pero algo en su voz y en su mirada le hacía sentir que su aparente enojo era una gruesa cortina que escondía un triste pasado.
—Señor Damián, lamento molestarle pero me gustaría hacerle una pregunta —dijo Rose pero Damián parecía no escucharle — ¿Damián? —le llamó con más fuerza— ¡Señor Damián!
—¿Perdón? —Contestó sobresaltado y un tanto irritado deteniendo el paso de los caballos.
—Lamento molestarle pero tengo un problema y me gustaría saber si usted podría ayudarme.
—¿Cuál es el problema?
—Mire cómo estoy vestida; no quiero que todos en el pueblo me vean de esta forma.
Damián la observó detenidamente; algo que no había hecho desde que la vió por primera vez en la taberna. Estaba ataviada con un vestido de pronunciados escotes, y que estaba ceñido al cuerpo por un corpiño fuertemente ajustado a la cintura que realzaba sus pechos.
Fue un breve momento de observación, pero lo suficientemente largo como para que Rose se sonrojara y cubriera su escote con los brazos.
—Lo siento, debes comprarte algo de vestir —se disculpó Damián mientras volvía su mirada al frente.
—No tengo dinero y aún si lo tuviera tendría que cruzar medio pueblo para llegar a las primeras tiendas de ropa. Quisiera saber si podrías abrirme el carruaje para viajar atrás como pasajera; allí no estaría a la vista de todos.
—Lo siento, pero no tengo espacio.
—Por favor, yo busco acomodo —suplicó Rose—. No me gustaría que la gente del pueblo me vea así.
Después de pensar un rato y soltar un gruñido, Damián se desprendió de su capa y cubrió con ella a la joven mujer. Rose le dio las gracias y observó con más detenimiento la indumentaria de aquel joven. Podía jurar que su armadura era de cota de malla cubierta con un jubón negro que le daba una apariencia distinguida. Su vestir parecía demasiado común como para ser un caballero, pero al mismo tiempo muy elegante como para ser un simple mercenario.
Si no fuera por la ausencia de símbolos o decorados que lo identificase con algún estatus social elevado, podría jurar que pertenecía a la nobleza. Quizás participó en alguna batalla por el reino de Ástergon y robó tal armadura de algún caballero caído, pero vestir no acordé a la clase social a la que se pertenecía era considerado un acto ilegal. En el peor de los casos pudo haber asesinado a algún guardia para robarle, lo que explicaría porque terminaría huyendo al pueblo de Garcún. Aquella última posibilidad le daba miedo, además que no quería pensar así de la persona que le había salvado. ¿Por qué habría hecho algo así por una simple chica desconocida?
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Alimentando las Culpas.
FantasyDamián, cuarto hijo del vizconde Abelard Jolstein, es un joven escudero de una casa menor en el reino de Ástergon que se niega a aceptar su pasado y se culpa de la tragedia de April, su gran amor. . Tras vengar el asesinato y violación de ella, es...