La Partida

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Aquella mañana de septiembre me desperté, como de costumbre, con energía, pero no aquella que se desliza con la facilidad que las nubes lo hacen. Era desbordante, mas de lo acostumbrado, cogí la almohada y la iire al suelo, me levante subido en la cama y grité: hoy hace un dia esplendido!!  Haber recuperado la vista después de una vida entera a oscuras, me daba fuerzas, una razón por la que luchar. Ver los diferentes colores de los objetos que me rodeaban, como la luz que penetraba los cristales me causaba un gran estupor en mi pecho. Cada paso que daba me hacia recordar lo agraadecido que debía estar por la vida. Ahora podré experimentar la vida con mas intensidad.
Horas después de haberme preparado cogí mi pequeña mochilita y salí por la puerta de una casa que nunca fue mia, y digo eso porque en cierto modo fue así, aunque crecí toda mi juventud, nunca me senti parte de ella. A la vista estaba un futuro incierto, sin algún grado de conocimiento de lo que pretendía hacer con mi vida, me aventuro a cruzar los limites de mi realidad. Llevo a penas un penique en mi bolsillo, bueno el otro es mi amuleto.  Me lo regalo tia  Truli en mi último cumpleaños. Al acercarme a los lindes de aquel paraje tan hermoso en donde cada dia iba con mi perrito a jugar, respire el aire limpio con esa gozosa sensación, olía a libertad. Continué andando hasta llegar a la parada de trenes, el ultimo era el mio. Mientras el tren llegaba volví mi mirada atrás. Nunca pensé que Mi Pueblo fuera tan hermoso, suspire. Allá a lo lejos observé las casitas que a lo lejos parecían pequeñas. La plaza en cuyo centro estaba el parque de los cisnes. En realidad eras pececillos de mar normales y corrientes pero había escuchado relatar la historia de aquellos, que en anteriores tiempos, antes incluso de la aparición de los gigantes, estos eran mucho mas grandes, eran de distintos colores y sus ojos por la noche parecían linternas ya que desprendían desde dentro un fulgor de luz. En nuestros tiempos, las únicas especies que quedaron, ni siquiera tenían colores o luces, ni tampoco el tamaño gigantesco. De pequeño, cuando entraba a sus casas, los vecinos me contaban esas historias junto a sus hijos antes de que irse a dormir en sus cómodas camitas con mantas bien abrigadas.  En mi caso, mi única cama confortable era la barriga de mi amigo perruno que desapareció de un dia para otro. Ahora se me vienen cada uno de esos recuerdos como si los estuviera reviviendo. Al menos, en mi cabeza no morirían.
Agache la cabeza, casi lagrimeando y me subí al tren.
El dia que empezó soleado, se fue tornando a un gris opaco, turbio, tanto así que la oscuridad llego antes de lo previsto. Había permanecido pensativo todo el viaje, preguntándome si la decision que acababa tomar era la adecuada. Sin llegar a alguna conclusion en concreto y con la mirada fija en el pequeño ventanal redondo, aviste una suerte de mariposa azul que se poso en el cristal. Tal vez era mi iamginacion, pero tenia el sentimiento de que me estaba observando. Entonces recordé las palabras del viejo pastor, el cual me invitaba a desayunar el primer dia de la semana. Con la mirada de alguien que vivió años duros, y con ese bigote desarreglado y poblado me dijo: algun dia cuando veas por primera vez a una luciérnaga cierra los ojos y pide un deseo. Eso fue lo que hice. En mi interior, la tristeza, la soledad y el vacío se transformaron en esperanza, vitalidad y sosesiego. Pronuncie: Quiero saber lo que es el amor.
La suavidad de esas tiernas palabras dibujaron en mis labios una tímida sonrisa que me acompaño el resto del viaje.
Entrada la noche, el ruido estridente del tren anunciaba el fin del viaje. Abrí los ojos,  cansado, me percate de tal vez mi nuevo hogar. Era mucho mas grande, sin duda cabe, y con mas personas andando por todas partes aunque ya era hora el cuento. Pronto me di cuenta de las extrañas costumbres de aquel pueblo. Habían cabañas, casas de campo, plazoletas mas grandes por donde pasaban los carromatos y los bueyes, también en cada barrio los arboles se movían al compas de la musica que no alcanzaba a detectar. Parecían cantadas por mujeres y hombres coon una voz robusta en una lengua que no era la mia. Sin darme cuenta todos los viajeros que habían estado cuando entre ya no estaban.
Por fin, el tren paro por completo, abrí la puertezuela y de improviso vi un batiburrillo de gente que quería entrar a como de lugar. Me empujaron hasta el fondo donde otra portezuela se abrió. Me caí encima de una señora vestida pomposamente. Sin entrar en sus reproches y criticas sin sentido, la ayude a levantarse y me fui corriendo mas deprisa que un conejo a punto de ser cazado. Me escabullí entre medias de las personas, como era pequeño casi no me veían, hasta dar a parar en el interior de un torreón donde un hombre alto y fornido vestido de azul con un gorro puntiagudo organizaba el gentío entre los que querían salir y los que querían entrar. De m0d0 que me observo de arriba a abajo. Finalmente me detuvo y me agarro de la camisa agujereada.Y me dijo:
-Chico, de donde vienes y cuantos años tienes?
-16, señor, tengo 16
Mentí, pero con una sonrisa complaciente
-Tienes idea de donde estas?
-Mas allá de las fronteras de Ipatia?
-No, mucho mas lejos. Estas en Denver
Yo que sin  haber oído nunca ese nombre le respondí con toda la seguridad con la que podia
-Si, es cierto, me equivocaba de nombre. Vengo a trabajar y buscar un techo en el que quedarme un tiempo.
-Por orden de la nueva ley impuesta por el gobernador de Denver le invito a registrarse en el instituto de enseñanza para los extranjeros que se sitúa al norte de Denver, frente a la gran montaña.-sentencio.
-Pero no se ni leer.-respondí atemorizado
-Ese no es mi problema. Yo solo le digo lo que dicta la ley. A final de año se debe presentar al examen con el cual se decidirá si es apto para formar parte de nuestro país. - respondió tensamente.-Proceda señorito. Tengo mucho trabajo
Necesitaba mucho mas que un penique para alquilar alguna posada, y mas de 3 para dirigirme al insituto de enseñanza donde se suponía que debía de aprender los conocimiento básicos que se le exigía a todo ciudadano de Denver. Para colmo apenas sabia algunas palabras y ecuaciones matemáticas que habia aprendido durante mi estancia en las casas de mis amigos. Acordarme de ellos me hacia sentir una gran añoranza por mi dulce hogar. Esto no se asemejaba ni siquiera en una pequeña proporción. Había demasiada gente por todas partes, luces encendidas que iluminaban los caminos asfaltados y carromatos que los conducían. Pronto accedi a encontrar algun refugio donde pudiera pasar la noche y con suerte ademas me dieran algun bocado de lo que fuera. Para ello, volví a necesitar de mis mañanas de convencimiento tocando las puertas de los vecindarios.
Me di cuenta que a mi alrededor, no parecían haber muchas posadas, era un espacio amplio como una plazoleta donde se encontraban varios carromatos especialmente dedicados al transporte de viajeros que quieran tomar un tren. Así pues, cogí mi pequeño maletín, y caminé en dirección al norte.
En aquel trayecto note que las personas me miraban con especial atención, como si fuera un animal extraño. En verdad no me parecía en nada a ellos, pues mi apariencia no se compatibilizaba con ninguna criatura de este planeta. Algunos de mis lejanos recuerdos con mi familia, me hacían pensar que yo era producto de una historia escrita por mi tatarabuelo. No culpo a nadie por ello, tampoco se si es verdad, pero me siento incomodo cuando la gente me mira de ese modo. Así, yo me conducía a mi mismo, rezagado, puesto a la defensiva coon el miedo atroz de que alguno de esos desalmados me hiciera algo. En especial a aquellos jóvenes que pasaban cerca de mi con sonrisas burlonas y aires de hacer alguna impiedad hacia mi persona. En esto que intento despistarme de estos, un carromato gigantesco conducido por diez caballos negros pasa cerca de mi, un descuido de mi parte, debido a mi ensimismamiento.
El conductor, un hombre con un gran bigote poblado, cejas gruesas y abundantes mofletes me dirigió la palabra:
-Que haces en mitad de la calzada, Alienanus? Estuve a punto de hacerte añicos!!
-Perdón señor, no tenia intención.
-La proxima vez que te vea haciendo alguna tamaña estupidez, alertare de tu insolencia a los policías.
En vista de lo ocurrido, justo al apartarme de la calzada, vi que habían varias personas mirándome en los ventanales de aquel vehículo que cogía su curso cada vez con mas prontitud. Mientras, esos jóvenes se burlaban de mi incesantemente.
Inmediatamente seguí con mi camino cruzando el túnel de donde venia aquel carromato gigante. No me percate de que ya era de noche y con lo cual ese túnel parecía mas peligroso. Entonces, aletargado, escuche varios rumores y palabras sin sentido. Olía muy mal, como a carne podrida y a..el otro olor no lo detectaba, al menos se asemejaba a esa hierba que un joven me hizo probar hace tiempo. En tal caso, procedí a caminar mas deprisa y conforme me perseguían algunas sombras misteriosas hasta tocar parte de mi espalda corrí como si no hubiera un mañana hasta llegar al final del túnel. Al mirar atrás esos seres se quedaron en la oscuridad del túnel gruñendo como si la comida se les hubiera escapado.
De frente y encima de las casitas blancas me maraville del espectáculo que se presentaba ante mis ojos. Era como un cuadro bello recién pintado con una infinidad de estrellas dispuestas en el firmamento por doquier. Mi imaginación, a veces, real, me hacia ver que casi las podia tocar con mis pequeñas manos. Era singular y en ningún momento de mi vida me habia percatado de tal escena, sabiendo que estas permanecían cuando el hombre descansaba. Me dije, a partir de esta noche me quedaré alguna que otra noche a la luz de este cielo estrellado.

Tras un tiempo caminando por esos barrios hogareños y caminos bien aplanados con pequeñas palmeras en los bordes, llegue al final de un camino donde senti que debía tocar para pedir refugio. Eran las 11 de la noche pero las luces todavía seguían iluminando el interior de aquel hogar. Por entre las cortinas atisbe las siluetas de algo parecido a un perro, dos niños jugando y dos personas adultas. Era ahora o nunca. Toque dos veces la puerta hasta que abrieron.
-Hola, señor, disculpe las molestias. Provengo de una aldea lejana a estos lares y acabo de venir. Busco con diligencia algun buen corazón que me deje pasar al noche dentro de su posada, pues apenas cuento con un penique y siendo honorable a la verdad me doy cuenta que por estos lugares no es tan seguido asentarse.-dije con complaciencia.
El hombre, sorprendido por mi aspecto y un tanto asustado, dirigió su mirada a la de su esposa. A continuación me cerraron la puerta sin apenas decir nada y por si fuera poco, escuche poner los cuatro candados y cerrar la ventana con una portezuela de madera. Solo escuche rumores entre ellos sobre mi.
Así pues seguí con mi objetivo. Encontrar algun refugio donde descansar después de un agotado viaje en ese tren. Mis intentos fueron insistentes una detrás de otro pero el resultado seguia siendo el mismo. Puerta cerrada. Debí adivinar que esta gente no era tan amable como en mi aldea, pensé. De todos modos seguiría intentándolo ya que no tenia nada que perder y mucho que ganar. Al finalizar la callejuela, envuelto en mi propio fracaso camine a la izquierda, en donde se ubicaba un pequeño asiento de madera al lado de una palmera. Minutos después de sentarme me sacaron casi a golpetazos unos borrachos sin casa, como yo que gritaban esta es nuestra hermosa casa, aquí pone nuestro apellido, vete, vete.
Así fue como llegue al final de mi primera aventura en Denver, Me quede tendido, acurrucado en la arena apenas abrigando por algunas hojas de las palmeras. Y a lo lejos el mar rugiendo con toda su potencia.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2022 ⏰

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