Capítulo 1

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Reí.

Reí tan fuerte que todas las miradas estaban dirigidas a mi. Reí tan fuerte que el sonido de mi risa fue lo único que pude oír. Reí tan fuerte que mis ojos estaban achinados al punto de que no podía ver nada. Reí tan fuerte que me dolió la barriga. Reí tan fuerte que me ardió la mandíbula. Reí tan fuerte por qué sí, por la vida, la felicidad, la alegría. Reí tan fuerte por mí.

Tras calmarme, pude volver a respirar adecuadamente y sentir como el calor abandonaba mis mejillas. Volví a escuchar la música que brotaba de los grandes altavoces improvisados, a darme cuenta del resto de personas que había en la casa, a percibir el olor a alcohol e hierbas, a pasear la mirada por todo el salón, a bailar como lo estaba haciendo desde que había entrado.

Volvía a vivir.

Enfoqué la vista en la persona que tenía justo delante de mí, sujetándome por la cintura con cuidado como si me fuese a romper ante su tacto y mirándome tan fijamente que tenía la sensación de que podía saber qué estaba pensando en ese momento. Y, aunque sea algo extraño, me daba igual que pudiese leer mi mente. Ya le había dado todas las entradas a mi cuerpo y corazón, no podía ofrecerle nada más. 

Aferré mis manos a su cuello y pegué mi frente a la suya cuando sentí que necesitaba un respiro de todo eso. Estaba disfrutando, pero tantas personas juntas y tan cerca me agobiaban. Siempre sería fan de los lugares vacíos y tranquilos.

Justo cuando terminó la canción, me ofreció salir a la entrada para tomar el aire y no me lo pensé dos veces antes de darle una respuesta afirmativa. Necesitaba aire. Al salir al jardín delantero, nos encontramos desde chicos drogándose hasta parejas comiéndose en medio del césped.

Adolescentes.

Eso somos todos.

Simples y mortales adolescentes que jugaban a ser mayores para sentirse superiores. ¿Nuestro objetivo? Pregúntale a otro porque ni siquiera nosotros lo sabíamos.

Decidimos salir al parking para no tener que presenciar como otros se metían mano y poder pasar un rato lejos del resto. Por la cantidad de alcohol que había consumido, decidí que apoyarme en un coche era la mejor opción sino quería terminar en el suelo. La persona que llevaba conmigo desde el minuto uno decidió copiar mi acción en otro coche justo delante mía.

Como era de esperarse, ambos sacamos un cigarrillo al mismo tiempo para fumar en silencio con el leve ruido de la música acompañándonos de fondo. Era normal entre nosotros; ese silencio que en otras relaciones era incómodo o agobiante, en la nuestra era liberador. 

Porque eso éramos.

Distintos.

–¿Estamos disfrutando?

Sonreí ante su pregunta, una que nos habíamos jurado hacernos de vez en cuando hace un tiempo. A veces, no sabíamos darle una idea clara a quien nos preguntaba por su significado, y nunca supe si era porque no queríamos que nadie más lo supiera, o era porque ni siquiera nosotros teníamos una explicación normal para esas dos palabras que solíamos decirnos a menudo como si fuesen un «te quiero» camuflado en una pregunta.

–Estamos disfrutando.

Afirmé lentamente con la cabeza mientras le dedicaba una leve sonrisa tras darle una respuesta corta, pero justo la que esperaba.

Seguimos fumando sumidos en nuestros pensamientos y, al terminar, nos miramos intensamente bajo la luz de la luna y, sin la necesidad de hablar, nos entendimos. Ambos sonreímos como dos psicópatas al impulsar nuestros cuerpos para dejar los coches de unos extraños y dirigirnos a su coche aparcado en medio del parking. 

Porque eso éramos.

El centro de todo.

Subí en el asiento del copiloto y la persona a mi lado aceleró una vez se aseguró de que me había puesto el cinturón. Teniendo en cuenta la ubicación apartada de la casa en la que estábamos, no tardamos en adentrarnos a la autovía y aumentar nuestra velocidad para sentir ese leve cosquilleo en el abdomen.

Only de NF comenzó a inundar el ambiente y los cristales del coche vibraron con el ritmo de la canción. Vi como la persona a mi lado aferraba las manos al volante y hundía más el pie mientras yo no dudaba en bajar mi ventanilla para que me llegase el aire a la cara y sonreir como una completa loca.

Cantamos juntos haciendo del momento más único de lo que ya era. Eso era vivir. Eso era disfrutar. Eso era todo lo que había estado buscando toda mi vida y, el saber que al fin lo tenía, provocaba unos acelerados latidos a mi corazón que hacían que la sangre fluyera por mi cuerpo como si de un río se tratase. No deseaba nada más que eso.

Le miré mientras conducía y no pude evitar deleitarme ante lo que estaban viendo mis ojos. Era como de otro planeta. De pies a cabeza, de físico y personalidad, nunca antes había visto a alguien así. Vi como sonrió al darse cuenta de que le estaba mirando y decidí enfocarme en la carretera y disfrutar del camino y la música.

Tardamos al rededor de media hora para llegar a nuestro destino. El mirador más alto y hermoso de toda la ciudad. Situado en la mitad de una montaña a la que el ser humano decidió construirle carreteras para que personas como nosotros subiesen a disfrutar de la noche llena de estrellas y buena vibra.

–Nunca me cansaré de esto.

Su voz llegó a mis oídos como un susurro mezclado con la brisa del viento tras el tiempo que habíamos estado en silencio.

–Nadie podría hacerlo.

Respondí con la mirada fija en el horizonte. Aquella línea en la que las luces de la ciudad y el brillo de las estrellas eran uno solo.

–¿En qué piensas?

Sonreí al ver que mi teoría de hace una hora era errónea; no podía leerme la mente.

–En como se juntan las luces de la tierra con las del cielo como si...

–Fuesen uno solo y no hubiesen miles de metros entre ellos.

Le miré al darme cuenta de que me había quitado las palabras de la boca y descubrí que me estaba observando con una expresión dulce y algo divertida al saber exactamente lo que iba a decir.

–¿Cómo...

–Estaba pensando en lo mismo.

Literalmente estábamos conectados a otro nivel.

–¿No te has parado a pensar que somos eso?

Fruncí el ceño y le miré dejándole en claro que no había entendido su pregunta.

–¿Eso?

Sonrió ante mi confusión.

–Somos como la línea donde el cielo y la tierra dejan de enfrentarse para ser uno solo y demostrar que juntos pueden crear algo hermoso.

–¿Me estás diciendo que somos un horizonte?

Mi pregunta le hizo soltar una leve risa.

–No, somos nuestro propio horizonte.

Abrí los ojos ante su respuesta. Sí lo comprendí. Con eso, se refería a la visión que tenía de nuestra relación. De nosotros como personas. De nuestras vidas unidas. Y yo, no pude estar más que encantada con la vida que estaba viviendo a su lado.

Sabía a la perfección que aunque estuviésemos separados, volveríamos a encontrarnos a lo lejos del paisaje. Donde la tierra y el cielo dejaban de lado sus diferencias y hacían las paces para estar juntos. 

Porque eso éramos.

Nuestro propio horizonte.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2023 ⏰

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