En las afueras de Laiza, en la aldea del valle de las flores se contempla un nacimiento.
Desde el páramo de flores silvestres y setas coloridas se escuchan los quejidos de una joven en plena concepción.
En la humildad de una choza, a oscuras con solo unas pocas velas iluminando el interior, se encuentra una matrona atendiendo el parto.
Una señora diestra, moviendo cuencos llenos de agua ensangrentada, con trapos húmedos en las manos, los enjuaga en el agua y continua limpiando la entrepierna de la próxima madre.
Justo al lado de la joven se encuentra su amado, sosteniendo sus manos en señal de apoyo.-Vamos, un poco más. - la matrona exclama.
Se escuchan gritos que resuenan entre los pétalos de las flores, la mujer de finos pelos negros cuál carbón está usando todas las energías que le quedan, puja y puja hasta más no poder.
Se divisa la criatura, apenas falda poco para terminar, mientras más se esfuerza y más sangra, su piel se torna pálida y sus labios secos.-¿Amelia? ¡Amelia! -el hombre intenta hacerla reaccionar- la estamos perdiendo ¡Marian! ¿Que hacemos?- con una obvia preocupación en su rostro el hombre le exclama a la partera, casi como una suplica.
Mientras la joven pierde su último aliento, hace todo lo posible para dar a luz a su criatura.Resulta ser una hermosa niña, de melena negra como su madre y ojos tan marrones como el roble en plena primavera.
La pequeña recién nacida, a pesar de todo pronóstico nace sana y fuerte, llenando nuevamente el lugar de llantos.
Marian, la matrona envuelve a la bebé en un trozo de tela limpio y empieza a acunarla entre sus brazos, observa al joven hombre acariciar el pelo de la fallecida. A simple vista, Amelia, parece dormir profundamente, quieta e inerte.
El ambiente se siente pesado, el tiempo parece haberse detenido para darle un último adiós a la joven dama, la bebé dejó de llorar, el viento dejó de mecer las ramas de los árboles y los pajarón callaron su canto.
Nadie dice nada, alguna palabra estaría de más, Gerald, sigue acariciando el rostro de su Amelia, acerca su cara a la frente de su amada y la besa, la besa por última vez mientras lágrimas caen por sus ojos, sollozando la cubre con una sábana blanca.
Se incorpora y mira a la señora con la bebé, siente un ardor en su pecho, una rabia hacia la inocente criatura.
-Gerald, ¿Cómo se llamará? -pregunta con un tono melancólico mirando a la pequeña dormir entre sus brazos, siente una gran pena por la pobre criatura, apenas nacer y ya estar pasando por situaciones tan lúgubres.
-... -no responde, a parta la mirada de la bebé, se incorpora y se dirige a la puerta, justo antes de salir sin mirar atrás dice -Será mejor que quites a ese pequeño mounstro de mi vista, no quiero saber nada del demonio que absorbió la vida de su propia madre.
Después de dirigirse tan despectivamente a su hija, salió del lugar, tras de él la recién nacida rompió en llanto como entendiendo la situación.
Marian, sin saber que hacer o decir, mira al rededor, una habitación casi a oscuras con el cuerpo inerte de la joven Amelia cubierto con un fino pedazo de tela, suspiró- Bebé, bienvenida al mundo- con un tono cálido y melancólico como unas palabras de consolación para la pequeña.
La bebé se calma, observa con sus ojos bien abiertos al rostro de la señora que la sostiene entre sus brazos, hace una expresión alegre, casi como una sonrisa y se acurruca para quedarse dormida.
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Errante De Hierro
RandomEn las afueras de Laiza, en la aldea del valle de las flores se contempla un nacimiento. Desde el páramo de flores silvestres y setas coloridas se escuchan los quejidos de una joven en plena concepción. En la humildad de una choza, a oscuras con sol...