Angustiante espera

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El asco que me tengo ya es algo notable. Nadie se equivoca, solo yo. Nadie dice nada, solo yo oigo algo que aparentemente nunca fue dicho. Nadie es inconsciente, solo yo. ¿Y si en realidad, todas esas cosas son ciertas y el error siempre fui yo?

El dolor es inmenso cada que pienso que este error no se merece que lo quieran, los defectos son varios y a nadie le gusta algo defectuoso. Ruidoso, de esa intensidad que no se le baja con un simple botón, ni siquiera el de apagado. Las historias que cuentan como a pesar de alguna adversidad la paciencia y el amor triunfan (a paso tortuga a veces, pero triunfa) son mis favoritas.

Cada tanto imagino como sería vivir eso. Que alguien se tomara el tiempo de querer cada una de mis capas sin querer irse por algo, alguna cosa fea.

Cuesta. Cuesta creer que, de tanto amor para dar, nadie quiera recibirlo. Disfrutar el amor es un arte, poder contemplarlo es algo único...pero de ahí a poder vivirlo en carne propia es conseguir otro nivel de gloria. Aunque sea una pizca de él basta para sentir al máximo cada experiencia en esta cosa llamada vida.

Obligar al corazón que olvide, aunque sea por un momento, que la presión que existe en lo más profundo no está. Como una obra de teatro: maquillaje, disfraz y a salir a dar el mismo show que hasta ahora nunca tuvo fallas.

Miedo. Creo que no hay mejor palabra para describir mi sentir. Creo que luego de tanto tiempo se ha ganado el título de mejor amigo, y con creces.

La verdad antes no conseguía darle nombre alguno al conjunto de emociones que me generan tantas cosas, ni un color, ni un tipo de olor. Algo en mí se angustia cada que presiente su llegada, es como un ¿otra vez vos? No consigo terminar estas líneas sin antes mojar mis mejillas con gotas de mar, tan salado y pesado que la migraña comienza a ser insoportable.

Miedo me da pensar que algún conocido lea estas palabras, que llegue a cruzar por su cabeza la idea de que lo patético e imbécil tiene rostro, y ese rostro sería el mío. Con pequeñas pecas, grandes ojeras por el desvelo de tantas noches que parecían no tener fin, ojos caídos del cansancio. Si, cansancio. Vivo con cansancio. Pero no tendría por qué ¿no? Si el no sufrir necesidades básicas no me tiene que dar el derecho a cansarme ¿no? Si no tengo que preocuparme de si tengo que ir a algún trabajo de medio tiempo ¿no? Porque a diferencia de otros tengo suerte ¿no?

No puedo ni debo tener derecho a sentirme como me siento... ¿no?

El privilegio de no poder tener el privilegio de poder sentirme mal, porque, eso sería de malagradecida. ¿No?

Leyendo y releyendo creo que a pesar de tanto, se logra comprender un poco de lo que quise decir. Creo.

Elijo creer que sí. Al menos entre renglones espacios y puntos finales puedo ser un poco más clara y ordenar un poco algo. Porque lo malo de sentir tanto, es que la montaña crea un alud el cual es difícil separar la nieve de la tierra y las rocas. Todo junto viene, y todo junto te aplasta, y por más que quiera, no puedo detenerme a analizar que empujó qué primero. Todo junto cae y todo junto destruye.

Creo que en cada línea se pueden oír gritos desesperados de ayuda; más sin embargo solo serían silenciosos. ¿Cómo poner en palabras la urgencia de que sepan que esta situación es agotadora?

No quiero abrir de vuelta el cofre, pero tengo que. Hay que hacer tripas corazón y abrirlo otra vez para poder así guardar algo más.

No es el primero, pero espero que sea uno de los últimos.

Cajón de lo ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora