Paulina
2 de marzo, 2018
Trato de terminar mi yogurt lo más rápido posible. En la programación decía que jugaba no antes de las nueve y media y faltan menos de quince minutos para esa hora. Es mi primer torneo, estoy demasiado nerviosa, siento que en cualquier momento voy a vomitar el yogurt pero por suerte mamá me distrae comentándome cosas sobre la ciudad en donde estamos, mientras que papá va manejando muy rápido para no llegar tarde.
Además de ser mi primer torneo, papá me tuvo que inscribir en una categoría superior a la mía porque no había suficientes chicas para poder armarla. El anteriormente nombrado me saca de mis pensamientos.
―Amor como ya te expliqué antes de venir ―me dijo―, las chicas con las que te toca competir llevan jugando mucho tiempo en estos torneos o más grandes, pero no tengas miedo ―hace una pausa y siento como mi corazón se acelera y vuelven las ganas de vomitar― da lo mejor que puedas ¿sí? Tu mamá y yo estamos orgullosos de vos sea cual sea el resultado.
Mi mamá asiente afirmando lo que dijo.
― Estas acá para aprender Paulina, no te sientas mal porque ellas tengan más experiencia, todos los que estarán ahí tuvieron que empezar de cero como vos. No está mal sentirse nerviosa, es normal. ¿Te acordás Pedro como se puso Pauli el primer día de jardín?
Amo a mis papás, siempre saben que decir para distraerme o confortarme.
Llegamos unos minutos anticipados a la hora. Bajo del auto con mi mochila que contiene todo lo que necesito. Cerca de donde papá estacionó el auto hay un tacho de basura por lo que camino hasta allí para tirar el vaso de yogurt vacío.
El club está lleno de familias sentadas en el pasto mirando los partidos, hay un frontón al lado de las cuatro canchas de tenis. La misma pared del frontón es la de un pasillo largo que da al quiosco donde está un baño chico y dos árbitros. Del otro lado de las canchas está una de softball y detrás de estas hay una enorme cancha de rugby.
Veo a varios chicos de mi curso, ay no, qué vergüenza, espero que sigan distraídos peloteando en el frontón y no me vean jugar. Hay muchas caras conocidas, muchos de mi ciudad juegan en este tipo de torneos, el tenis se puso de moda hace poco y varios empezaron a practicarlo.
Me quedo con mis papás saludando a los que conocen una media hora hasta que escucho que me llaman.
― ¡Acacio! ¡Robinson!
Mis papás me desean éxitos y agarro mis cosas rumbo donde están los árbitros junto con una chica que está de espaldas recibiendo tres pelotas en su mano.
― ¿Robinson? ―inquiere uno hacia mi dirección.
Simplemente me limito a asentir.
― Genial, bueno como estaba diciendo juegan en la cancha dos, con ventaja, a dos sets y tae break a siete, si me necesitan me llaman.
Asiento por segunda vez y la chica todavía de espaldas hace lo mismo. Se da vuelta y me mira.
Tenemos casi la misma altura, tiene el pelo negro y ojos verdes oscuros que le brillan cuando me analiza rápidamente para apartar la mirada hacia los partidos.
Comienza a caminar y yo la sigo porque no se por donde se entra a nuestra cancha. Hay un banco chico donde coloca su raquetero así que pongo mi mochila al lado. Agarro mi botella de agua y la ubico donde le dé la sombra así no se calienta rápido y saco mi raqueta.
Mi papá me explicó que siempre antes del partido se hacen aproximadamente cinco minutos de peloteo y después se practican pocos saques para calentar.
Luego de hacer todo eso sorteamos quien saca y el lado donde cada una tiene que empezar.
― Suerte ―le digo sonriendo mientras veo como saca una toalla térmica de su bolso y agarro mi botella para dar un trago del agua.
― Suerte ―me responde con una diminuta sonrisa haciendo que yo emboce una mucho más grande.
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Tortas en la cancha
Short StoryPaulina y Miranda son las mejores jugadoras de su categoría del tenis Argentino. Gracias a su talento, ambas logran clasificar en el último torneo internacional por equipos de menores de dieciocho años para representar su país junto con tres chico...