Capítulo III: Celo

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Suspirando de alivio se levantó de la cama y procedió a observarse de cuerpo completo en su espejo para notar que había cambios muy notorios en su cuerpo de abajo hacia arriba recorrió su cuerpo hasta finalmente llegar a sus ojos, sorprendido vio que uno era de su color natural, pero el otro tenía el mismo color que los de Atem, rojos parecían un par de rubíes inyectados en sangre.
Yugi observaba su reflejo en aquel espejo embelesado bajo la curiosa, rara, pero exquisita combinación rubí/amatista que expresaban sus grandes ojos.
Sonrió a la imagen en el espejo, juguetón puesto que su mente no era demasiado codiciosa para haberse imaginado a un sexy Alfa como el que se había presentado ante él, si lo pensaba bien era algo que nunca imagino que pasaría, él de entre millares de Omegas y/o Alfas.
Él era más que un simple Omega, su inteligencia lo hacía sobresalir entre los demás, sin embargo siempre mantenía su bajo perfil para no llamar la atención de alguien indeseable. La palabra "raro" se quedaba corto en comparación a como se sentía, libre era la palabra correcta, completo como si una parte de si mismo se hubiera encontrado sellada y de repente hubiera sido liberada de una prisión.
Sus manos tocando el reflejo en el espejo aún maravillado y ciertamente perdido en la bruma de calor que comenzaba a sentir expandiéndose por su vientre -el cual cosquilleaba- a cada centímetro de su cuerpo.
Ambas almas presentes observandose mutuamente perdidas entre si, Atemu nombre con el cual se había presentado ante el Omega, también disfrutaba de la vista que tenía y es que no era para menos el chico simplemente era una genuina y exquisita obra de arte en todo su esplendor, caderas anchas, su delicada figura, curvas en los lugares correctos, su piel pálida con ese toque carmín bañando sus mejillas, y que decir del resto de su hermoso cuerpo.

Eres hermoso Hikary.—

Susurró una voz ronca y profunda en su cabeza.

Eso solo aumento su excitación, cerrando los ojos y concentrando su atención en las sensaciones que su cuerpo experimentaba por primera vez, sus manos teniendo vida propia se colaron debajo de la playera, las yemas de sus dedos tocaron la sensible piel del estómago, acariciando su piel hasta llegar poco a poco a los pequeños, erectos y rosados pezones, envolvió sus dedos alrededor, acariciando en círculo y tirando de ellos.

mgggh...ahhh.—

El dulce sonido escapando de sus dulces labios solo sirvió para ahuyentar el control del alfa que estaba a nada de quebrarse, la cantidad de feromonas que ya inundaban la habitación era asfixiante para cualquiera ajeno a lo que sucedía en la misma, sin embargo para Yugi y Atemu era todo lo contrario, sus aromas se combinan creando un exquisito aroma que ya reinaban en el espacio personal e íntimo del Omega.

Pronto el calor era insoportable, necesitaba deshacerse de las estorbosas prendas que obstruian el libre acceso a los lugares correctos, comenzo a desnudarse, prenda por prenda todas caían al suelo dejando expuesto su cuerpo entero, su piel palida perlada por el sudor, el intenso aroma abriendo sus ojos se llevó una grata sorpresa, una figura traslúcida yacía a su costado mirandole fíjamente a través del espejo, Amatista y rubi. 
Atemu le sonreía, la mirada en sus ojos era de deseo puro, admirando su bello cuerpo de pies a cabeza. Nunca en su vida había conocido a alguien como Yugi un Omega con una belleza tan innata como la que poseía además de la pureza e inocencia que gritaba su delicado rostro, moría por probar sus labios que juraba prometían hacerte pecar, llevarte al mismo cielo al mismo tiempo que al infierno.

Nunca existió Omega alguno que lo quisiera caer en sus más bajos instintos, y eso que conoció a much@s mientras vivió como faraón, pero ninguno se comparaba

—Se un buen Omega y tócate para tú Alfa.—

Susurró cerca de su oído, erizando los bellos de su piel millones de cargas eléctricas viajaban por todo su cuerpo creando una sensación placentera e indescriptible.
La mitad de sí le decía que aquello estaba mal, le había prometido cuidarlo, pero por otro lado el instinto gritaba que tomara al Omega y lo hiciera suyo hasta que su aroma quedará impregnado en él y cada alfa pudiera saber que el chico no estaba disponible.
Haciendo caso a sus palabras Yugi cerro de nuevo sus ojos dejándose llevar por las sensaciones.

Camino despacio hacia atrás hasta que sintió la orilla de la cama, dejándose caer en la suave y esponjosa superficie. Comenzo el delicioso tormento para aquel alfa que ardía en deseo por tocar al Omega, mentiría si dijera que el olor del celo no lo hacía perder la cabeza y su cordura, la fina línea que le separaba de poseer el cuerpo pecaminoso era que simplemente no poseía un cuerpo físico, no sentiría el calor abrasador del cuerpo de Yugi retorciéndose bajo el suyo.
Su mano tocaba la piel recorriendo su vientre plano, acariciando en toda su extensión hasta llegar a un par de botones rosaceos que te hacían la sugerente invitación a degustarlos con gula.
La compañera a su vez bajando hacia el lugar prohibido donde el miembro erecto brillaba por el líquido preseminal que adornaba la corona, tomándolo en su mano comenzó a estimularse asi mismo.

Los fieros y penetranyes ojos del alfa no podían apartarse de su cuerpo, simplemente era la imagen más erótica que había visto en su vida.

Ahhh..mmm...Alfa...—

Gimió Yugi en respuesta al cúmulo de sensaciones.

Era mucho más difícil de lo que pensó, el aroma a celo, la intensa fragancia de kiwi y fresa.

Nunca pensó que encontraría después de tanto un Omega que le hiciera desear tener un cuerpo terrenal, eso solo significaba que Yugi era su Omega destinado.

Sorpresas te da la vida.

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⏰ Última actualización: Mar 13 ⏰

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